Maite SOROA
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PAPEREZKO LUPA

Si lo dice él... será

Hay gente tan engreída que no teme al ridículo. Una demostración era el artículo de Alfonso Ussía, ayer, en «La Razón», con motivo de la presencia de Pablo Iglesias en el Ritz, cuyo argumento era un cúmulo de insultos contra el líder de Podemos y quienes acudieron a escucharle.

Más jugoso resultaba el artículo de César Vidal, anteayer, en el mismo diario. Comenzaba así: «Dejémoslo claro desde el principio. In illo tempore, me manifesté favorable a la intervención en Irak. No se trataba de que la dictadura de Sadam Husein fuera repugnante -lo era- ni de que hubiera perpetrado horrendos crímenes contra la Humanidad -que también-, sino, sustancialmente, de la convicción de que no podía burlarse de resoluciones adoptadas por la comunidad internacional». Y claro, alguien tenía que hacer de justiciero: Bush, Blair y su amadísimo Aznar. Decía que le ayudó a «afianzarse» en su apoyo a la intervención «la demagogia derrochada por la izquierda y los nacionalistas con un `No a la guerra' que, fundamentalmente, pretendía erosionar a Aznar; la indecencia de los que se aprovecharon de la sangre del 11-M para llevar a ZP a La Moncloa y la manera en que se olvidaron incluso de la muerte de Couso (...). Sin embargo, ahora al volver la vista atrás, sin sentir un átomo menos de asco hacia los demagogos de aquí, no puedo sino pensar que aquella guerra fue un terrible error». Cuando lo dice Vidal -después de la escabechina- es así, cuando lo decían otros, era mentira, oscuros intereses... Vale, majo.

Pero lean por qué considera un error aquella guerra: «De entrada, la economía norteamericana ha sido llevada a su límite con un déficit directamente relacionado con el esfuerzo bélico en Afganistán e Irak». Si no hubiera afectado a la economía estadounidense, habría estado justificada, ¿no? De las matanzas masivas, ni palabra. Y lo peor, decía, «es que la situación geoestratégica resulta mucho peor. (...) A día de hoy, Estados Unidos, con un Irak desarbolado, se ve obligado a jugar a una estrategia de equilibrio entre Irán y Arabia Saudí, naciones ambas que sustentan a grupos terroristas y que se convertirían en la dueña hegemónica de la zona con que tan sólo una de ellas se colapsara. Hay, pues, que taparse la nariz y mantener a una teocracia equilibrando a la otra». Pues hasta ahora disfrutaban gustosos de los aliados perfumes saudíes. Ahora resulta que sustenta a grupos terroristas. Se enteró ayer por la mañana.