No hay que estar mirando siempre a la botella medio vacía; de vez en cuando conviene verla medio llena. Así que no es una mala noticia que haya otras «100» viviendas a disposición de Alokabide para fomentar el alquiler social. No llego a comprender por qué Kutxabank ha decidido ceder «un máximo de 100 pisos» y no 200 ó 1.000, pero estoy de acuerdo en que menos es nada.

Bueno, pues es de esperar que en breve haya 100 unidades familiares más pagando por una vivienda digna un alquiler sostenible -para ambas partes, se entiende-, ya que no superará el 30% de los ingresos de las personas arrendatarias.

No es que sea para echar las campanas al vuelo, porque lo que se deduce de este convenio entre la entidad bancaria y el organismo de Lakua, como de tantos otros, es que son muchas más las personas que se quedarán fuera de la lista que dentro: por ejemplo, quienes están en desempleo y no lleguen al mínimo de ingresos exigidos, así como quienes, por el contario, hayan superado los 21.100 euros de ingresos brutos en 2013. Y el contrato no es para toda la vida, faltaría más, que con tres años ya basta.

Insisto, algo positivo se puede encontrar en este negocio -¿o no es un negocio?- y sería de esperar que este parche le sirva a las instituciones para continuar ampliando el parque de vivienda de alquiler social. Si realmente ese es el objetivo final, bienvenidas sean las medidas parciales que nos acercan a esa meta.

Pero como tampoco conviene echar tantas flores a quienes todavía tienen que demostrar mucho más para que creamos que son unos angelitos del mercado de la vivienda, lo que me irrita de la nota de prensa emitida por Kutxabank es que digan que van a hacer «un importante esfuerzo a la hora de ceder a Alokabide edificaciones de nueva construcción». ¡Por favor, no sean cínicos! Solo por citar un ejemplo, ayer mismo un conocido portal inmobiliario afirmaba que en Bilbo la oferta de segunda mano es de 21 viviendas en venta por cada 1.000 habitantes y solo se ofrecen 5 en alquiler.