Mikel INSAUSTI
CRíTICA: «El secuestro de Michel Houellebecq»

Dándole la vuelta al síndrome de Estocolmo

El humor intelectual es tan válido como cualquier otro, máxime cuando la figura de turno, pedante o no, sabe reírse de sí misma. Independientemente de la opinión que se tenga de Michel Houellebecq, porque el término de escritor polémico conviene cogerlo con pinzas, lo cierto es que este hombre acierta a desmontar el mito cultural que se ha creado en torno suyo. Lo único que me une a él es ser de la misma quinta, pero a partir de ahí tiendo a pensar que se trata de un fenómeno francófono unipersonal para el consumo interno.

El equivalente a este lado de la frontera podría ser el recién fallecido Leopoldo María Panero, en lo literario que no en lo cinematográfico, porque nada más lejos de «El desencanto» o su continuación que «L'enlèvemente de Michel Houellebecq». Se parecen entre sí, más que nada, en su forma de hablar. Al autor de «Le carte et le territoire» tampoco se le entiende, por lo que los subtítulos resultan mortales de necesidad.

El concepto de falso documental se queda corto para definir la película de Guillaume Nicloux, así que suscribo la denominación de «docuthriller», sin duda la que mejor define su combinación de ficción con suspense y realidad. Sí que se juega con la leyenda urbana generada a propósito de la desaparición del escritor, aunque no es más que la excusa para una divagación argumental, con aportaciones del propio protagonista y escenas abiertas a la improvisación.

Michel Houellebecq se reinventa a sí mismo como personaje público, a fuerza de convertir el autorretrato en una pura caricatura. Con su ingenio creativo y afilada ironía consigue darle la vuelta al síndrome de Estocolmo, llegando a hacer de sus toscos e iletrados captores unos potenciales lectores. La relación que se establece entre los delincuentes y el literato da pie a un sinfín de situaciones absurdas, donde la cotidianidad revela su lado menos convencional. Los integrantes de la banda se sorprenden al comprobar que su rehén no es el tipo frágil que les habían dicho, ya que sabe defenderse y contraatacar con la palabra.