M.I. DONOSTIA
Udate

Zach Braff lo vuelve a intentar en su segunda comedia generacional «Ojalá estuviera aquí»

Han pasado ya diez años desde el anterior y primer largometraje como realizador del actor Zach Braff, sin que el buen recibimiento a «Algo en común» haya asegurado la continuidad. Entoces hablaba de la adolescencia, y ahora en «Ojalá estuviera aquí» su personaje se ha convertido ya en un padre de familia enfrentado a sus responsabilidades.

Al trabajar más asiduamente en la televisión Braff no se ha desprendido de los tics habituales de la sitcom, tanto a nivel interpretativo como de autor. Su nueva comedia ironiza una vez más sobre el peterpanismo y otros complejos igual de implantados dentro de la sociedad estadounidense, pero sin la carga de realismo que debería, entre otras causas por la caraterización un tanto artificiosa de la actriz Kate Hudson en el papel de su mujer.

Ella es la que lleva el dinero a casa, gracias a un trabajo estable, algo de lo que no dispone él, que sigue intentado de manera infructuosa ganarse la vida como actor. Menos mal que les ayuda el abuelo de los niños, al que da vida el siempre inspirado Mandy Patinkin. El hombre es que paga el colegio hebreo de los nietos, pero al contraer una grave enfermedad, ya no podrá prestarles sustento económico. Y con las clases en el hogar común estallará el conflicto central.

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