«Leviatán» convierte en gran maestro del cine ruso a Andrei Zvyagintsev en su cuarto largo
Cuarto largometraje de Andrei Zvyagintsev, al que ya se puede considerar como uno de los herederos de los grandes maestros del cine ruso como Andrei Tarkovski. Su crítico retrato de la Rusia actual es demoledor.

La carrera cinematográfica de Andrei Zvyagintsev no puede ser más brillante. Con su celebrada ópera prima «El regreso» ganó en el 2003 el León de Oro de la Mostra de Venecia. Con su siguiente «Izgnanie», de 2007, se llevó en Cannes el Premio de Mejor Actor para Konstantin Lavronenko. Y la aclamada «Elena» le valió, otra vez en Cannes, el Premio Especial del Jurado. Este tercer largometraje le confirmaba como un maestro de las atmósferas opresivas y de la dirección de actores y actrices en clave melodramática.
Pero el cine de Zvyagintsev es todavía mucho más, tal como lo demuestra «Leviatán», favorita para el Globo de Oro de Mejor Película de Habla No Inglesa y con cuatro nominaciones a los Premios del Cine Europeo, incluida la de Mejor Película. Todo eso tras llevarse en Cannes el Premio de Mejor Guion y en Sevilla el de Mejor Fotografía para Mikhail Krichman. En su nueva realización abarca más géneros, combinando el drama familia y la tragedia, con la denuncia social y el humor satírico.
Oligarcas rusos
Tal como avanza el propio título, «Leviatán» utiliza fuertes metáforas visuales para identificar a la nueva Rusia con el monstruo marino de la Biblia, ya que los escenarios de la película son los desolados paisajes costeros del Mar de Barents. Y, en especial, la imagen rotunda de una gran ballena varada en la playa, de la que queda visible su osamenta.
Una fuerza ambiental que simboliza la oxidación de todo lo expuesto a los temporales y mareas, también de los habitantes del lugar. Y ahí entra la parte realista del cuadro humano, con una demoledora crítica del sistema de poder ruso y sus oligarcas. Quien los representa en una extraordinaria e impactante caracterización del actor Roman Madyanov es el alcalde, dispuesto a expropiar la casa y el taller del protagonista mediante amaños legales. El sufrido mecánico no estará dispuesto a renunciar a su privilegiada atalaya con vistas al mar, por lo que luchará judicialmente junto a un abogado moscovita.
El gélido panorama hace que unos y otos ahoguen sus penas en vodka, sin conseguir mitigar la desesperanza y la tristeza ambiental. Asimismo se desfogan disparando a las botellas vacías, o en su defecto a los retratos de los antiguos líderes, con broma incluida sobre Yeltsin. Putin no está por la falta de perspectiva histórica, y es que las notas de humor cínico no faltan en tan completa obra maestra.

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