Anjel Ordóñez
Periodista
JO PUNTUA

Osasuna

Sin duda, el mazazo que más duele es el descrédito que ahora mancha la imagen de Osasuna, otrora marca indeleble de esfuerzo y nobleza

Me acerco a Osasuna a través de las últimas noticias, no precisamente de carácter deportivo, en la portadas de los periódicos. Agentes de la Policía española detenían el pasado jueves a los exdirectivos Miguel Archanco, Txuma Peralta y Angel Vizcay, acusados de presuntos delitos económicos (apropiación indebida, societario y falsedad documental) cometidos durante su mandato al frente del club rojillo. La confesión de Vizcay -gerente del club durante 24 años- ante la Liga de Fútbol Profesional, que apuntaba a amaños de partidos en la recta final de la pasada temporada, era el detonante de la actuación judicial, cuyos detalles se encuentran bajo el secreto de sumario. Los hechos son graves. Muy graves.

El asunto resulta tan complejo como irritante, especialmente para los socios, aficionados y simpatizantes (entre estos últimos me incluyo) de un club que se acerca a su centenario en uno de los peores momentos de su historia y con escasas ganas de celebración. El juez busca 3,7 millones de euros desaparecidos de las cuentas del club. Es mucho dinero para esconder y los supuestos pagos por la compra de partidos parecen ser apenas la punta del iceberg. Entre 2011 y 2014, Miguel Archanco, Angel Vizcay y Patxi Izco gastaron en dietas y viajes más de 150.000 euros. Trabajadores, futbolistas e incluso familiares recibían parte de sus salarios en efectivo, sin sujeción a retenciones, controles ni impuestos. Se realizaban pagos, complementos y compensaciones sin registro contable oficial alguno. Un descontrol total, bajo el, una vez más, indolente e irresponsable paraguas institucional del Ejecutivo navarro, con cuya Hacienda el club mantiene una deuda de 55 millones de euros (cifra que se acerca a los 80 millones sumadas las cantidades que esperan los bancos y otros acreedores). Un montante que jamás se debió tolerar, y menos sin el aval de una gestión impoluta que garantizase la salida del agujero.

Osasuna se asoma ahora a varios abismos: el legal, el financiero y, por supuesto, el deportivo (el descenso a Segunda B sería un disparo imparable). Cualquiera de ellos podría hundir al club, provocar su desaparición. Pero, sin duda, el mazazo que más duele es el descrédito que ahora mancha la imagen de Osasuna, otrora marca indeleble de esfuerzo y nobleza. En un mundo necesitado de referentes, la impudicia de unos impresentables no solo roba dinero, también ilusiones.