Anjel Ordóñez
Periodista
JO PUNTUA

Democracia y economía

El grupo textil Inditex se convirtió la semana pasada en el valor más capitalizado de la bolsa española, superados los 90.850 millones de euros. Tras revalorizarse un 3,48% el miércoles, Inditex adelantaba al Banco Santander después de presentar las cuentas de 2014, en las que reflejan unos beneficios de 2.500 millones de euros (incremento del 5% con respecto al ejercicio anterior). A los analistas del régimen les faltó tiempo para interpretar este dato como reflejo evidente de la recuperación económica española y adelantar que en 2015 la tendencia será de consolidación e incremento. Ya veremos. De momento, quien tiene resuelta la vida de toda su estirpe hasta que acabemos con el planeta es Amancio Ortega, el dueño del gigante textil. Sólo en dividendos, este leonés ingresa cada día 2,5 millones de euros. 110.000 cada hora. Más de 1.800 cada minuto. Las dimensiones de su patrimonio nadan a dos aguas entre la obscenidad y la impudicia.

Todo esto puede parecer una anécdota, y quizá lo sea. Pero sirve a la perfección para ilustrar la brecha insalvable que existe entre el actual modelo de economía de mercado y cualquier proyecto que se parezca o quiera parecerse a la democracia real. La soberanía jamás podrá residir en el pueblo si la riqueza -entendida no como lucro u opulencia, sino como conjunto de los activos para el desarrollo de cualquier sociedad- se concentra en grandes fortunas y centros de poder cuyo único objetivo es la retroalimentación a través de mecanismos que escapan indemnes al control del poder político. Un poder político vacío de contenido democrático, en el que la corrupción es solo la erupción purulenta de un sistema rendido, sumiso, que ha eliminado de facto cualquier frontera entre la administración pública y la rentabilidad privada.

La apuesta por la redistribución de la riqueza y por la soberanía en Euskal Herria, sin ser patrimonio exclusivo de nadie, ha caracterizado la lucha de una amplia y definida capa de la sociedad vasca en las últimas décadas, y ha cobrado un renovado impulso propiciando importantes avances en espacios institucionales, que pronto se enfrentarán a la ratificación de las urnas. Espacios insuficientes para dotar de profundidad al giro hacia la democracia real, pero necesarios en el estímulo de las dinámicas populares, el único motor legítimo y eficaz para una transformación real y ejecutiva.