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Quim Arrufat
Diputado de la CUP en el Parlament

«Todo lo que no sea convocar una consulta nos hace sospechar»

Junto a David Fernández y Georgina Rieradevall, Quim Arrufat forma el trío de diputados de la CUP que en las últimas elecciones se colaron por primera vez en el Parlament. Desde allí, abogan por devolver el protagonismo del proceso soberanista a la sociedad civil y convocar la consulta cuanto antes.

Quim Arrufat
Quim Arrufat

Ante la Declaración de Soberanía, la CUP decidió dar un sí crítico en forma de un sí y dos abstenciones. ¿Puede explicarlo?
Nuestra visión crítica responde, para resumirlo en una frase, a que no nos fiamos de que CiU nos vaya a llevar a la independencia si no tiene una presión detrás. Además, nos hace tener cierto reparo en avalar su estrategia el hecho de que hayan vinculado el proceso soberanista a un acuerdo concreto de gobierno. Nadie nos ha explicado la estrategia pactada, cuando entendemos que el principal mandato de las elecciones fue el de marcar fecha, hora y colegios electorales de la consulta. La traducción en votos de un voto a favor y dos abstenciones respondía más a la pluralidad de opiniones expresadas en el consejo político de la CUP.

¿Qué les parece la hoja de ruta planteada públicamente por CiU y ERC? ¿Cuál es su alternativa?
Todo lo que no sea convocar una consulta nos hace sospechar. Entendemos que una vez el Parlament se proclama soberano, la consecuencia lógica y democrática del mandato surgido de las elecciones es convocar la consulta unilateralmente por el Parlament. Y, en base a eso, poniendo la pelota en el tejado de la legitimidad popular, ir a negociar. Y no al revés; no ir a negociar en base a tener la pelota dentro del Govern y por tanto vincular el éxito del Gobierno al éxito de la consulta.

Cuando se agote el recorrido de la consulta legal, ¿qué escenario político prevén?
No hay un mecanismo democrático a nivel mundial que habilite que un pueblo se proclame soberano. Esto se gana y se impulsa con todas las cartas encima de la mesa y mostrando una mayoría social favorable y un proyecto político democrático perfectamente viable en el concierto internacional. Pero entendemos que esa no es la estrategia que está planteada ahora mismo, que pasa más por acuerdos bilaterales con algunas determinadas potencias que ordenan el mundo. Nosotros defendemos la idea de que la independencia es el instrumento que nos tiene que permitir gobernarnos a nosotros mismos, un concepto que choca con quien solo quiere la independencia como la tiene el Estado español ahora mismo, para hacer exactamente lo mismo. Que no nos busquen firmando una independencia que suponga una rendición en términos de soberanía popular, de soberanía democrática.

Se ha hablado de convocar nuevas elecciones plebiscitarias si no hay manera de convocar la consulta. ¿Qué les parece?
En el marco de unas elecciones europeas, además. Ahora mismo, es la manera más fácil de dividir a la izquierda de este país. Entendemos que tiene que ir todo limpio y claro, y eso pasa por el Parlament, y no por el Govern, y pasa sobre todo por convocar a la gente a que se exprese y por defender el derecho a la gente de que se exprese frente a quien haga falta.

Y desde el Estado, ¿qué reacción esperan si todo esto sigue adelante?
La acción represiva del Estado español, que la tenemos muy presente, tiene un recorrido muy breve; no puede suspender la autonomía, ilegalizar los partidos y mandar al Ejército. Podrá hacer alguna de estas cosas e inmediatamente rectificar, o si no será un escándalo internacional. Si lo hace, tendremos media partida ganada, con lo cual, ojalá empiecen a demostrar cuál es su talante. Sabemos que se opondrán a todo, pero el Estado español es un marco que debemos superar.

¿Qué papel le corresponde a la sociedad civil?
Un papel crítico, que tendrá que desempeñar por necesidad en los próximos meses, cuando tenga la intuición de que lo que es una evidencia en la calle, resulta un camino tortuoso y lleno de operaciones políticas cuando pasa a las instituciones. Además, la sociedad civil tiene que cumplir una función básica que es ir a explicar, allí donde no es evidente, el voto independentista, la necesidad de ser independientes. Ahí es donde se pueden encontrar dificultades dependiendo de lo que haga el Govern. Porque en determinados barrios populares, ¿cómo vamos a explicar las bondades de un proceso abierto y democrático si quien lo está liderando está destruyendo el Estado de bienestar?

Están de estreno parlamentario, ¿cómo gestionan un funcionamiento asambleario con el ritmo de la actividad parlamentaria?
Somos un movimiento municipalista que dio el salto al Parlament no como un partido convencional, sino con una red horizontal de trabajo en el territorio, junto a los movimientos sociales. De hecho, intentamos invertir la lógica, de manera que sean los movimientos sociales los que asuman trabajo político y no se dejen representar por las CUP. Sobre el funcionamiento, estamos trabajando en la construcción de una estructura democrática que permita hacer el seguimiento y dar instrucciones al grupo parlamentario.

En todo este proceso son prácticamente los únicos que parecen acordarse de los Països Catalans. ¿Cómo lo ven?
En determinado nuevo independentismo se ha instaurado una cultura en la que todo es renunciable por el bien de la independencia. Es una cultura muy propia de la transición. Nosotros no abandonamos en ningún momento el hecho de que no somos catalanes porque vivamos en las cuatro provincias que conforman la comunidad autónoma de Catalunya, sino porque pertenecemos a un pueblo que se llama Països Catalans. Otra cosa es que seamos conscientes de que quien va a ejercer la soberanía en primer término va a ser el Principat, porque es donde ha habido en los últimos años un proceso mayor de concienciación nacional.

¿Todo el proceso que se está viviendo aquí puede tener consecuencias políticas en Euskal Herria, teniendo en cuenta la crisis estructural del Estado?
En el proceso de Euskal Herria va a tener consecuencias igual que el de Escocia está teniendo consecuencias en el de Catalunya. Van a ser vasos comunicantes. Si el de Escocia no sale bien y se quedan con un pacto fiscal, enseguida van a cambiar las expectativas sobre el de Catalunya. Y el éxito, o no, del proyecto en Catalunya o en Escocia va a repercutir automáticamente en las posibilidades reales de éxito y de realización del proyecto nacional en el País Vasco.