Pablo CABEZA
BILBO

El disco libro «Oskorri. Hauxe da despedidia» complementa su adiós

El 16 de junio la promotora Bapo Bapo anunciaba que Oskorri se disolvía tras cuarenta y cinco años de actividad. La noticia removía conciencias, pero la decisión estaba ya tomada y las fechas de la gira de despedida hechas públicas. El 22 de noviembre del año pasado no fue un domingo cualquiera, al menos en Bilbo. El día final había llegado y el teatro Arriaga mostraba un lleno henchido de recuerdos, complicidad y una inevitable desesperanza.

No es común que un grupo en Euskal Herria perdure 45 años, pero Oskorri lo logró milimétricamente, pues ofrecía su primera actuación un 25 de marzo de 1971, en el paraninfo de la Universidad de Deusto. En aquella ocasión con una formación y sonoridad propia de los tiempos y muestra de la lógica evolución que conlleva el paso del tiempo. Aquel jueves Natxo de Felipe comentaba ante el micro: «Aunque algunos de nosotros no lo hablamos, cantamos en euskera porque este a de ser el modo de expresión del hombre vasco y nuestro pueblo, a pesar de la opresión, así lo entiende y exige». Continuaba De Felipe apuntando la falta de repertorio, por lo que se recurriría a canciones que anteriormente cantaba él mismo en solitario.

De aquel 1971 solo su creador completa el ciclo de vida del grupo, y le acompañan en longevidad Anton Latxa, que entraba dos años después, y Bixente Mart&bs;inez, incorporado en el 74, Cabe señalar asimismo a Xabier Zeberio, que con su violín y su nyckelharpa se integró en 1997. También cabe destacar la fidelidad técnica del músico de Iparralde Jean Phocas, con Oskorri desde 1982 y quien inauguraba con sus buenas manos los estudios Xoxoa en Galdakao a finales de los setenta.

La despedida de Oskorri alberga un tono amargo. Cabe pensar en la impotencia de seguir adelante con el grupo ante la diversidad estilística surgida en Euskal Herria en las dos últimas décadas, la fuerte competencia para repartir el dinero global destinado a la música, sea por la vía que sea, y el posible descuido de unos y otros en el oportuno cuidado o mimo de quienes representaban un tipo de canción que cabe catalogar como bien histórico. No obstante, Oskorri nunca se quedó en el formulario de sus primeros años: evolucionó, y prueba de este pulso con la estética sonora y la riqueza instrumental son los cerca de treinta músicos que han pasado por cada una de sus siete letras. Músicos que han aportado arreglos pop, folk o cosquilleos con el jazz. De hecho, el bajo de Gorka Escauziaza suena percutivo en todo el disco, en los directos de última generación.

Oskorri ha sido una banda dinámica, despierta, guiada con firmeza y crédito por Natxo de Felipe, a quien se le debe mucho. A ver quién se anima a escribir una apretada biografía. Elementos de interés sobran, análisis contextuales afloran de inmediato, mano alzada. Y músicos, canciones y singularidades surgen a nada que se presione.

De momento lo que queda, al margen de infinitos recuerdos, es un deuvedé testigo de la despedida, de excelente calidad; un cedé con las canciones que ha sido posible incluir, 19, va al máximo de capacidad y, de paso, un sorprendente segundo cedé colmado de interés histórico. Cuenta este con tres canciones del primer concierto, incluida una versión de Dylan; “Bilbao song”, la universal canción de (Bertolt Brecht y Kurt Weill) y otras once canciones más, parte tomadas de casetes guardadas por músicos ajenos (Maite Idirin) o amigos y que muestran una apasionante columna. También se recuperan canciones con buen sonido y escritas, ya avanzada su carrera, para diversas causas. La apuesta artística se encuentra en el primer cedé y el deuvedé, no es discutible, pero la peculiaridad, el extra sorprendente, lo marca este segundo cedé con sus 80 minutos.

El empaquetamiento en rectangular del disco-libro es espectacular, tanto por fuera como por dentro. Diseño de los siempre creativos y eficientes Paradox.