Maite Ubiria

París baraja un «confinamiento híbrido» que no colapse la economía ni cierre las escuelas

Los alumnos de cuarto y quinto del colegio Piarres Larzabal se han quedado hoy en casa a causa del coronavirus. Como el de Zokoa, otros centros capean a diario las alarmas por covid. Mientras, París pergeña un «confinamiento híbrido», con restricciones, pero sin renunciar a la educación presencial.

París podría optar por prolongar las vacaciones para asegurar que luego abran los centros educativos. (Bob EDME)
París podría optar por prolongar las vacaciones para asegurar que luego abran los centros educativos. (Bob EDME)

«Una fórmula de confinamiento que tome en cuenta el sufrimiento de los jóvenes». Ese sería uno de los criterios seleccionados por el Gobierno francés a la hora de arbitrar nuevas medidas para frenar al virus.

Este sábado se cumplirán dos semanas de la implantación del toque de queda a las 18.00.

Dos miembros del Gobierno, Gabriel Attal, portavoz, y el titular de Sanidad, Olivier Véran, ya han dejado sentado a lo largo de la semana que esa medida por sí sola no vale para frenar el avance de la covid-19, menos aún cuando la rápida expansión de las nuevas variantes –2.000 de cada 10.000 nuevos casos– pone en un brete a la Sanidad francesa.

Descartado el mantener el statu quo, la pregunta es hasta dónde apretará el Gobierno galo.

Los intercambios que ha mantenido en los últimos días el primer ministro, Jean Castex, con representantes políticos y sociales han dejado pocas pistas.

La opción que más se repite es que Emmanuel Macron desgranará este fin de semana, o a más tardar el lunes, su plan. A partir de ahí, y para tratar de paliar el desgaste que implicaría la decisión, se plantea convocar un pleno que dejaría formalmente la última palabra al Parlamento.

Ello parece dar a entender que el Elíseo no se toma a la ligera la previsible contestación social que podría entrañar un anuncio de confinamiento «cerrado» como el de marzo, en el que solo abrían los comercios esenciales y las escuelas estaban cerradas.

Asegurar la educación presencial

Tampoco las noticias, cada vez más frecuentes en los medios de comunicación, sobre la precariedad que viven muchos estudiantes, que malviven pagando alquileres exorbitantes en ciudades que albergan campus universitarios hoy por hoy cerrados, confortan al Ejecutivo. La vuelta siquiera parcial a las aulas en el nivel universitario sería una opción preferente.

Además, los informes sobre sufrimiento psicológico de estudiantes de niveles escolares más bajos han encendido todas las alarmas. De ahí que se abra paso en París la idea de un confinamiento que se haga coincidir con las vacaciones escolares de febrero –que podría empezar unos días antes o, más probablemente, prolongarse al menos una semana más– para después garantizar que reabran las escuelas.

Ciertas fuentes apuntan a alguna fórmula de «confinamiento híbrido o adaptado», con actividad laboral –en parte presencial, en parte de teletrabajo– y educativa, combinando esas actividades con un encierro más o menos drástico, quizás solo el fin de semana.

Cada medida que se avoca, como filtración o cortina de humo, parece querer tomar la temperatura al malestar social, que preocupa cada vez más en los estamentos gubernamentales.

#Jenemeconfineraipas

De momento, la rebelión, de existir, se larva sobre todo en las redes, lo que no quiere decir que no haya un malestar creciente, en particular por la falta de perspectivas en sectores muy castigados, como son la cultura, la hostelería o, ahora mismo, todos los que rodean a los deportes de invierno.

No obstante, esas protestas sectoriales no se han deslizado, de momento, hacia otros fenómenos de contestación con reminiscencias más liberales cuando no concomitantes con la extrema derecha.

El hashtag #jenemeconfineraipas (yo no me confinaré), que desde el 22 de enero ha sido utilizado más de 15.000 veces en Twitter, toma como referencia la tribuna de opinión firmada por un médico generalista, Fabien Quedeville, que ha sido apoyada hasta ahora por 400 profesionales, entre los que hay médicos, científicos, pero también representantes de otros sectores profesionales.

La web baslesmasques (abajo las márcaras), que da cuenta de las distintas iniciativas que cuestionan las políticas gubernamentales para hacer frente a la covid-19, es la que alberga la campaña, con la que, según explica Quedeville, se quiere alertar de las consecuencias dramáticas que ha acarreado en términos de salud, física y psicológica, a muchos ciudadanos esta pandemia.

Pero más allá de ese objetivo, el médico y buena parte de sus apoyos cuestionan la progresión de la pandemia, ya que no se fían de las cifras oficiales, y hasta desmienten que haya saturación hospitalaria.

Fuera de la red, el ex número dos de Marine Le Pen y hoy impulsor del movimiento Patriotes, Florien Philippot, bajaba a la calle el 23 de enero tras convocar concentraciones para protestar por la «locura del coronavirus» y denunciar la limitación de libertades individuales.

Esas y otras propuestas de «desobediencia civil» reciben el apoyo entusiasta de usuarios en redes que adosan en sus perfiles una larga cola de banderas francesas y que, en unos casos desmienten a la ciencia y en otros vinculan la crisis sanitaria con la seguridad, entre mensajes antimigración.