Miguel FERNÁNDEZ IBÁÑEZ

El sorpasso de Albin Kurti, representante de la indignación social en Kosovo

Los kosovares están convocados este domingo a las urnas en las elecciones legislativas anticipadas. Las encuestas dan como favorito a Albin Kurti, el representante anti-establishment y líder de VV, y auguran un descalabro de los partidos que han dominado el país desde el fin de la guerra en 1999.

La presidenta interina de Kosovo, Vjosa Osmani, y el líder de VV, Albin Kurti, en un cartel electoral. (Armend NIMANI / AFP)
La presidenta interina de Kosovo, Vjosa Osmani, y el líder de VV, Albin Kurti, en un cartel electoral. (Armend NIMANI / AFP)

Kosovo celebra este domingo nuevas elecciones anticipadas para elegir a los 120 diputados del Parlamento. La sociedad acude a votar dividida entre los partidos tradicionales y Vetëvendosje (VV), la formación que representa el hastío social y que, desde 2017, es la principal fuerza del Parlamento y oposición al gobierno. Con mucha polémica, demasiada, incluso, para los estándares de Kosovo, mañan podría comenzar el sorpasso: por primera vez, las encuentas vaticinan que VV podría rozar o conquistar la mayoría absoluta.

«Esperamos obtener más de 60 escaños y nos dirigimos hacia un gobierno constitucional, y las minorías formarán parte de él. Le hablo de bosnios, turcos, romaníes, egiptianos, ashkalíes, también de los partidos serbios que no sean Lista Srpska [formación controlada por Belgrado y que obtiene los diez diputados que corresponden a la comunidad serbokosovar]», dice confiado Sami Kurteshi, miembro de VV, al ser preguntado por una posible coalición.

«Son unas elecciones extrañas en las que solo dudamos de si VV superará el 51%. Soy escéptico: hay un sistema proporcional que favorece a los partidos pequeños y, además, hay 20 escaños reservados para las minorías. VV está movilizando muy bien a la diáspora, pero creo que necesitará formar una alianza con Haradinaj y con los partidos de las minorías. Ya cooperaron cuando eran oposición y se discutía la aprobación del acuerdo de demarcación territorial con Montenegro», considera Gëzim Krasniqi, experto en nacionalismo y sociología política de la Universidad de Edimburgo.

«Sin embargo, esta coalición sería un problema para VV: tendría que justificar su colaboración con uno de los partidos más corruptos de Kosovo», añade sobre Alianza para el Futuro de Kosovo (AAK), dirigido por Ramush Haradinaj, exlíder militar de la guerrilla albanesa del Ejército de Liberación de Kosovo (UÇK) y, como político, ejemplo de pragmatismo.

Fundado por un grupo de activistas en 2005, VV se dio a conocer por su resistencia activa en las calles contra la presencia de la comunidad internacional y el diálogo con Serbia, y su lema, «Jo Negotiata, Vetëvendosje» («No a la negociación, Autodeterminación»), se popularizó como reflejo de la desesperación durante el proceso de independencia y reconocimiento.

Más tarde, sus quejas apuntaron a los corruptos políticos locales, que no han logrado mejorar las condiciones de vida de la sociedad: además de la falta de oportunidades laborales, aún no ha llegado el prometido reconocimiento internacional, ni siquiera la liberalización de visados turísticos en la UE; es un problema común en todos los estados de los Balcanes, se estima que más del 30% de los kosovares reside de forma temporal o permanente fuera del país; y, además, Kosovo ocupa el puesto 104 en el Índice de Corrupción elaborado por Transparencia Internacional.

El fracaso de todos estos actores ha impulsado el ascenso de VV, que ha ido aglutinando el descontento de quienes confiaron en llegar a tener un país próspero y que estaban y están en la periferia de la estructura clientelar que rige el país. Desde 2017, VV es la primera fuerza política. Sin embargo, apenas ha gobernado 51 días.

Si en los comicios de 2019 las tres primeras fuerzas (LDK, PDK y VV) quedaron igualadas en torno al 25%, las encuestas vaticinan que VV no bajaría del 41% y que la Liga Democrática de Kosovo (LDK) de Avdullah Hoti, y el Partido Democrático de Kosovo (PDK), encabezado por Enver Hoxhaj, perderían cerca de 10 puntos. La sociedad, así, castigaría a los dos partidos que han dominado el país desde que acabó la guerra en 1999 y refrendaría su apuesta por el representante anti-establishment Albin Kurti, líder de VV. Su propuesta electoral tan simple como ambigua, es lo que pide la sociedad: luchar contra la corrupción, igualdad ante la justicia e intentar resolver el conflicto con Serbia sin ceder territorios ni autonomía a Belgrado.

Con independencia de la configuración del futuro gobierno en Kosovo, y salvo sorpresa, se puede afirmar que la mayoría de los 1,8 millones de kosovares quiere intentarlo con Kurti, un líder astuto, tan pragmático como incendiario, que representa uno de los escasos ejemplos mundiales del triunfo político de la indignación social.

Constante inestabilidad política desde la independencia de 2008

Desde la independencia, ningún gobierno ha finalizado su mandato en Kosovo. Ni siquiera lo consiguió Hashim Thaçi, recientemente imputado por crímenes de guerra. En 2020, en plena pandemia, hubo hasta dos ejecutivos. El primero lo dirigió Kurti en coalición con la LDK y, debido a desavenencias en el proceso de diálogo con Serbia, duró 51 días; el segundo, tras una moción de censura favorable, lo comandó la LDK junto a otros partidos del viejo sistema. Hubo irregularidades en el proceso, y debido a una demanda interpuesta por VV, la justicia anuló la moción: uno de los diputados que la apoyó tenía una sentencia condenatoria reciente, y la Constitución prohíbe en el Parlamento a los condenados en los últimos tres años. Por tanto, de nuevo, elecciones.

Como un boomerang, este proceso se vuelve ahora contra Kurti: la Junta Electoral ha desestimado su candidatura por una condena de octubre de 2018 por un ataque con gas en el Parlamento. Kurti no podrá ser diputado, pero según Kurteshi, no existe impedimento legal para que sea primer ministro. Para llegar a la investidura, no obstante, antes habrá que elegir presidente. Y se avecina polémica, alerta Krasniqi: el proceso podría alargarse, o incluso provocar unos nuevos comicios, porque para la elección del presidente se necesita un apoyo de las dos terceras partes del Parlamento.