Las finanzas marcan la pauta de los precios, no el mercado
La entrada masiva de grandes fondos de inversión en todo tipo de mercados está provocando una escalada sin precedentes en todo tipo de precios, des de materias primas a alquileres. Y su larga mano ya llega hasta el fútbol. Nada bueno se puede esperar.

El lunes 20 de abril del año pasado, el precio del petróleo fue negativo por primera vez en la historia. El barril de West Texas Intermediate cotizaba a -37,63 dólares por unidad. Eso quiere decir que los especuladores pagaban por que alguien les comprara el petróleo. En caso contrario tenía que hacerse cargo del producto físico para lo que probablemente carecían de medios. En esa tesitura prefirieron pagar porque otros se llevaran el petróleo que habían comprado.
Este episodio ilustra perfectamente cuáles son los hilos que mueven la economía en la actualidad. Los precios de las materias primas se fijan cada vez más en los mercados de derivados en los que se negocian futuros, opciones, etc... Básicamente son contratos a plazo en los que se establecen todos los detalles de la compraventa en el momento del acuerdo, mientras que el intercambio efectivo se produce en un momento futuro. Una vez firmados esos contratos adquieren vida propia, se compran y se venden, y cotizan como cualquier otra acción o bono.
Aunque la mayoría de contratos de suministro de materias primas se suelen firmar para periodos largos y con precio fijo, estos mercados de derivados se han convertido en la referencia a la hora de fijar los precios de las materias primas. Esto es así porque los que controlan los productos tienen un interés especial en que la referencia válida sea la que sale de estas transacciones, ya que, teóricamente, en estos mercados se suelen negociar compras de última hora, que siempre salen más caras. De este modo han conseguido que el precio de referencia no sea el precio medio, sino ese de última hora, cuando el comprador ya está «pillado».
Para inflar todavía más ese precio del último minuto se ha permitido –como muestra el ejemplo del petróleo Texas– que en esos mercados participen no solamente compradores, vendedores e intermediarios especializados en materias primas, sino que se han abierto las puertas a todo tipo de fondos buitre, empresas de capital riesgo y toda clase de compañías que se podrían clasificar dentro del apartado de banca en la sombra. De este modo, se ha admitido que jueguen con las cosas de comer aquellas compañías que pasan pocos controles, asumen grandes riesgos y acumulan enormes beneficios o pérdidas; a los especuladores más potentes.
En este momento se está especulando con la mayoría de las materias primas, y entre ellas, especialmente con el gas. Han logrado que su precio se dispare en el mercado de futuros y, aunque la mayor parte del suministro se esté haciendo a precios menores fijados en contratos a largo plazo, como los que se firman con Argelia o con la Federación Rusa, los grandes monopolios se aprovechan de esa referencia especulativa para subir precios y redondear beneficios. Y las eléctricas también.
De esta forma, ya no es el mercado donde la oferta y la demanda de un producto determina el precio, sino que son las finanzas las que establecen el precio de las cosas, dependiendo de la presión especulativa que se ejerza en un momento u otro. La economía se ha financiarizado completamente y son los movimientos financieros los que dominan el mercado, lo mismo da que sea petróleo, gas o viviendas para alquiler.
Hasta en LaLiga
Los tiburones de las finanzas han llegado ya a la liga española de la mano del fondo de inversión CVC que acaba de comprar una participación en el negocio. Del mismo modo que ocurre ahora con el gas, los especuladores llegan para hacer mucho dinero y rápidamente se verá el alcance de haber metido al zorro en el gallinero.
En Gran Bretaña, el Gobierno conservador de Boris Johnson ha comprendido que el fútbol es algo más que un negocio ordinario, que un equipo transmite estatus a una ciudad y desempeña un papel social, cívico y cultural en su comunidad. Por esa razón –en contra de los dogmas del pensamiento conservador– aboga por regular su actividad. Tracey Crouch, responsable del proyecto, ha dicho que los clubes necesitan estar protegidos, «a veces de sus propietarios que, después de todo, son simplemente los custodios actuales de un bien de la comunidad».
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