Isidro Esnaola
Iritzi saileko erredaktorea, ekonomian espezializatua / redactor de opinión, especializado en economía

Países pobres, países empobrecidos

En el magnicidio del anterior jefe de Estado de Haití participaron mercenarios de nada menos que cinco países. Demasiado interés para ser un erial en medio del Caribe

Mientras los talibanes entraban en Kabul, un terremoto ha sacudido Haití causando, al menos, un millar de muertos. Inmediatamente, la comunidad internacional ha mostrado su disposición a hacer llegar ayuda humanitaria al que, sin excepción, califican como uno de los países más pobres del mundo o el país más pobre de América o del hemisferio occidental. Da la impresión de que la pobreza formara parte de la esencia de Haití, de su aportación a la humanidad; como si su destino fuera el de ser receptor de la caridad del resto del mundo. Caridad sí, pero con las sobras: Haití apenas ha recibido 1.000 vacunas contra la covid.

Lo cierto es que los países no son pobres; en líneas generales, todos poseen riquezas y las personas que los habitan cuentan con las suficientes habilidades como para llevar una vida digna. Que esto no sea así, generalmente, se debe a una débil organización social, la mayoría de las veces a causa de injerencias exteriores. Baste recordar que en el magnicidio del anterior jefe de Estado de Haití –hace ahora algo más de un mes– participaron mercenarios de nada menos que de cinco países. Demasiado interés para ser un erial en medio del Caribe.

Quizás fuera más correcto hablar de país empobrecido, pero en ese caso, se reconoce la presencia de un actor ajeno que es el sujeto que empobrece. Se estaría asumiendo que el país es objeto de rapiña, algo poco adecuado cuando se trata de esconder relaciones de dependencia. Para eso se inventan los eufemismos entre los que “países en vías de desarrollo” es el más utilizado. Apunta a que hay otros países desarrollados que parece ser el objetivo último al que todos los demás deberían aspirar, aunque la emergencia climática ya ha dejado claro los límites de ese desarrollo, que no es más que consumo desmesurado.

Para la OMC son países menos adelantados, como si los países se movieran con una hoja de ruta clara. Tal vez si empezáramos a nombrar las cosas con propiedad vislumbraríamos mejor hacia dónde caminar.