Mikel Insausti
Crítico cinematográfico

La trilogía del trabajo acaba con el patrón

Estado francés. 2021. 96’ Tit. Orig.: ‘Un autre monde’. Dtor.: Stéphane Brizé. Guion: Stéphane Brizé y Olivier Gorce. Prod.: Stéphane Brizé, Christophe Rossignon y Philip Boëphard.  Int.: Vincent Lindon, Sandrine Kiberlain, Anthony Bajon, Marie Drucker,

Sandrine Kiberlain y Vincent Lindon vuelven a trabajar juntos.
Sandrine Kiberlain y Vincent Lindon vuelven a trabajar juntos. (NAIZ)

La trilogía del trabajo de Stéphane Brizé llega a su capítulo final, siempre con Vincent Lindon como actor principal que ha ido desempeñando los distintos personajes claves del entramado laboral. En ‘La ley del mercado’ (2015) era un desempleado, en ‘En guerra’ (2018) un huelguista, y en ‘Un nuevo mundo’ (2021) es el patrón.

El tratamiento que Brizé da a la figura del jefe está exenta de la ironía con la que la ha tratado recientemente Fernando León de Aranoa, ya que responde a un planteamiento mucho más dramático, hasta el punto de que el perfil de este empresario acaba siendo el más duro de ver de todos los descritos hasta ahora. Seguramente debido a que el tal Lemesle es un auténtico desgraciado, al que de nada le vale ganar más dinero que sus empleados y empleadas, pues lleva una existencia miserable.

Esta es ya la quinta colaboración entre el director Stéphane Brizé y el actor Vincent Lindon, quien de nuevo vuelve a aparecer emparejado con Sandrine Kiberlain, su exposa en la vida real. Por lo que habrá tenido que ser delicado para la pareja hacer en la ficción de pareja en trámites de divorcio, por cuanto el protagonista lleva muy mal la concilación familiar y laboral, al haber antepuesto su trabajo a la convivencia en el hogar. A un matrimonio roto se suma el conflicto de un hijo que necesita atención siquiátrica. Se da un efecto dominó, y de los problemas en la oficina se derivan otros tantos en casa.

De nada le sirve a Lemesle mantener un acuerdo con sus trabajadores en aras de la productividad, porque desde la central en Estados Unidos le imponen una reestructuración en la filial, con despidos dentro de la plantilla. El capitalismo salvaje impone sus reglas del juego, según las cuales resulta imposible llevar una buena administración y ser leal con los suyos. No deja de ser un mero peón, una víctima del sistema corrupto.