Ramses II, Ucrania y propaganda

En un momento donde parecen imperar las «fake news» y la propaganda política, la batalla de Qadesh nos recuerda que no son fenómenos nuevos

Año 1274 a.c., el Ejército del imperio nuevo de Egipto, gobernado por Ramsés II, y el imperio hitita, gobernado por Muwatalli II, miden sus fuerzas en la histórica batalla de Qadesh, cerca de la frontera de Siria con el Líbano. El objetivo aparente es hacerse con el control de una zona estratégica tanto por su posición militar como por su importancia en el comercio mundial. En un principio, la contienda parece resolverse a favor de los hititas, pero los egipcios logran recomponerse y, tras un efectivo contraataque, termina en empate, según afirman ahora los historiadores.

Sin embargo, Ramses II, que tras la batalla había tenido que renunciar a sus pretensiones sobre el Levante mediterráneo, manda hacer varios murales donde aparecen él y su ejército como claros vencedores de la guerra. Con esto, engañaba a sus súbditos reforzando su poder. También engañaba a la historia, ya que, al ver el mural en Abu Simbel, su versión ha sido la oficial hasta hace bien poco.

En un momento donde parecen imperar las fake news y la propaganda política, Qadesh nos recuerda que no son fenómenos nuevos, y que han sido utilizados por los poderosos durante toda la historia.

No es la única similitud del presente con aquella batalla de hace 3.000 años. La OTAN (con el Gobierno ucraniano como punta de lanza) y Rusia se enfrentan por poner bajo su influencia a un país estratégico en la geopolítica mundial. Se arrasan pueblos, se detienen periodistas, se prohiben medios, se deshumaniza al enemigo... También se repiten las declaraciones de los líderes sobre las bajas y daños que causan en el rival, intentando convencer a su gente de que van ganando.

Más allá de la historia oficial sobre los vencedores, la que se escriba ahora o dentro de tres mil años, los perdedores está claro quienes son. Como dice una canción de Ska-P, «los muertos los pone el pueblo». La gente que, sin comerlo ni beberlo, se ha visto envuelta en una guerra por intereses de gobernantes o empresas armamentísticas que tienen que seguir dando salida a sus stocks.