Carlos Gil
Analista cultural

Palabras menores

Obra: ‘Amistad’. Autor: Juan Mayorga.
Intérpretes: Ginés García Millán, José Luis García-Pérez, Daniel Albaladejo. Espacio escénico y vestuario: Alessio Meloni. Diseño iluminación: Pedro Yagüe. Dirección: José Luis García-Pérez. Fecha y lugar: eatro Arriaga (bilbo), 1-3-2023.

Ginés García Millán, José Luis García-Pérez y Daniel Albaladejo, en ‘Amistad’.
Ginés García Millán, José Luis García-Pérez y Daniel Albaladejo, en ‘Amistad’. (Javier NAVAL )

Una situación forzada desde la autoría: tres amigos desde la infancia juegan a hacerse el muerto, literal, para poder escuchar qué piensan los otros. Un espacio escénico con un ataúd donde cada vez se mete uno de los amigos se convierte en una rueda de confesiones que, conforme avanza la obra, se torna más reducida su capacidad de sorpresa.

Lo que planteado como una situación humorística parece que acaba en recursos muy tópicos, en lugares comunes, en soluciones que, si bien están de acuerdo con el planteamiento primigenio, es decir, usar un lenguaje reconocible, de tres varones que se explayan, que se hieren con palabras menores, chascarrillos, secretos de juventud, que dibujan una masculinidad dentro del orden establecido y que no acaba nunca de romper ese estadio confuso, que roza lo vulgar, se queda en un dibujo de unas amistades disueltas en la evolución.

Es una de esas obras en las que todo parece encajar, pero que deja sin convencer y que quizás se espere mucho más de la convocatoria. Lo que ofrece no es engañoso, pero creemos que es insuficiente dada la autoría de un Juan Mayorga, quien ha conseguido siempre, partiendo de la situación escénica que sea, unos textos que ajustados a los objetivos dramatúrgicos vuelen con una mayor capacidad y no se queden en chascarrillos, en vocabulario de amigos de instituto.

Y hay que decir que la dirección lo que hace es subrayar esa situación, no busca ningún alarde, porque confía que la situación en un supuesto tanatorio, unos diálogos chocantes, y el reparto es material suficiente para lograr tanto las risas, como el beneplácito de las plateas, cosa que indudablemente se consigue, pero que nos deja con una sensación de estar bajo mínimos y de que es una obra demasiado parecida a lo que es un teatro comercial ramplón. Y eso es un mal síntoma.