Maite Ubiria

Como Macron, Sánchez se apunta a poner urnas a la sombra de la presidencia europea

Los eurodiputados franceses replicaron con asuntos de «política nacional» a la comparecencia de Emmanuel Macron en el Parlamento Europeo el 19 de enero de 2022. Le reprocharon que fusionara la campaña presidencial con el semestre de presidencia gala de la UE. Un precedente para Pedro Sánchez.

Macron y Sánchez, en Barcelona el pasado mes de enero.
Macron y Sánchez, en Barcelona el pasado mes de enero. (David ZORRAKINO | EUROPA PRESS)

La comparecencia de Emmanuel Macron ante la Eurocámara, el 19 de enero de 2022, estaba consagrada a la exposición por el presidente francés de los objetivos de la presidencia de turno francesa de la Unión Europea.

Por más que en su discurso en Estrasburgo Macron se explayara sobre los valores fundacionales y los retos del club de Bruselas, la oposición gala, tanto de izquierda como, sobre todo, de ultraderecha, no dudó en exportar a la Cámara europea los debates internos franceses.

En el turno de réplica, Manon Aubry, copresidenta del Grupo de Izquierda Unitaria, le recordó que, por más que fijara entre sus prioridades la lucha contra el cambio climático, no podía ocultar que su Gobierno acababa de ser condenado por la Justicia gala por su «su inacción climática».

«¿Cómo va a hacer en Europa lo contrario de lo que usted ha hecho en Francia?», le recriminó a Macron tras aludir a la crisis social puesta de manifiesto por el Movimiento de Chalecos Amarillos.

No una elección sino dos

La presidencia francesa arrancó el 1 de enero de 2022, lo que sirvió de excusa a un Emmanuel Macron que ya acusaba un desgaste para dar la espalda al debate electoral y acudir a la elección presidencial, que se dirimió entre el 10 y el 24 de abril, con el aura de líder europeísta.

Por más que en su ceremonia de la victoria sonara el Himno de la Alegría, en otro guiño a esa escenografía europeísta, lo cierto es que el reclamo macronista de presentarse como un «referente para sus socios europeos» no rindió todo lo que se esperaba.

Sin gran sorpresa, Macron ganó a Marine Le Pen en la segunda vuelta, pero la líder de la ultraderecha acortó a la mitad la distancia que le endosó el líder liberal cinco años antes.

Un mes después se pusieron las urnas para renovar la Asamblea Nacional y, en ese nuevo asalto electoral, Macron se dejó otras cuantas plumas, al perder la holgada mayoría absoluta con la que gobernó en su primer mandato.

Los electores le dieron a Macron una mayoría insuficiente que, aunque en no pocas votaciones ha podido suplir con la muleta de la derecha (Les Républicains), en temas mayores, como la reforma de pensiones, ha convertido su gestión en un calvario.

La otrora rutilante estrella europeísta se ha convertido, un año después de su reelección, en un espejo al que no mirarse para los socios de Bruselas, que asisten atónitos a la incapacidad de Macron para canalizar la crisis causada por la aprobación por decreto de una reforma de las pensiones que promulgó con nocturnidad nada más recibir el aval del Consejo Constitucional.

Sánchez y la «paz social en España»

Pedro Sánchez ha reivindicado la «paz social en España» en contraposición a las nutridas movilizaciones ciudadanas que desde finales de enero recorren las calles del Hexágono.

También «europeísta convencido», el mandatario español ha zarandeado, a su vez, el calendario de la Unió Europea, no para poner en el centro los menesteres del club de los 27, sino para tratar de recomponer su exigua mayoría, lo que le ha llevado a poner las urnas nada más estrenar la presidencia europea.

Con la «bestia parda» cabalgando de Suecia a Italia, la eurocracia contiene el aliento. Y cruza los dedos.

La diplomacia española ha mandado a Bruselas un copia y pega del mensaje que remitió la francesa. Ello a fin de tratar a los mandatarios comunitarios con el cliché de que «el presidente no desatenderá sus obligaciones» con la UE, cuando asuma el bastón de mando europeo, el próximo 1 de julio, apenas quince días antes de que se lance oficialmente la campaña electoral.

A la vista de los acalorados debates «nacionales» que los eurodiputados hexagonales protagonizaron coincidiendo con la ya citada presentación por Macron en de los objetivos de la presidencia francesa de la UE, Bruselas se tienta la ropa.

¿Quién está a salvo de imágenes similares, o hasta más abruptas, en una campaña que, antes de arrancar, ya desgrana mensajes y tonos del gusto de una ultraderecha que se mueve con soltura en cada vez más cámaras estatales y por descontado en la de Bruselas?

Aplazar el discurso a setiembre

El espectáculo sobre Doñana, último de una larga lista de querellas internas externalizadas, ya ha dejado claro hasta dónde puede ir el consorcio de la derecha-ultraderecha hispana.

Todo un riesgo cara al discurso de Sánchez como presidente de turno de la Unión, previsto para el 13 de julio en Estrasburgo.

El PP no ha perdido tiempo a la hora de mover ficha. Ha exigido ya, vía el grupo de los populares europeos, que se aplace ese discurso para que lo pueda pronunciar el presidente que salga de las urnas del 23 de julio. 

Retropedaleo en Moncloa. Las agencias españolas avanzan que el Gobierno se ha dirigido ya a Bruselas para proponer que el discurso se aplace a setiembre, lo que, de ser aceptado por la Unión, llevaría al hecho insólito de que ¿una presidencia de turno arranque sin que el responsable del gobierno en cuestión exponga sus objetivos? ¡Vaya con la excepción ibérica!

A la espera de que el Parlamento Europeo decida cómo salir del entuerto en que le ha metido Madrid, se podrían citar otros puntos débiles cara a ese semestre español al frente de los mandos europeos.

Europa es el flanco más débil de la «nueva política» de Sánchez para Catalunya, como atestigua el hecho de que su estancia en Moncloa no haya cambiado el hecho, inconmensurablemente grave, de que haya políticos catalanes exilados.

¿Y dónde quedará la pretensión del lehendakari Iñigo Urkullu de hacer remar a la presidencia española de la UE en favor de ese «arco atlántico» que dibujó junto a Alfonso Rueda, Adrián Barbón y Miguel Ángel Revilla –el coche de éste último sufrió un quizás premonitorio pinchazo en la A8 camino de Gasteiz– dote de impulso a ese Tren de Alta Velocidad que sigue en vía muerta?

Mejor de ensoñaciones hablamos otro día, ya que este comentario solo aspira a dejar constancia de la pérdida de credibilidad que se deriva de la actitud de unos líderes que, por más que reivindiquen fervientemente a Europa, a la hora de la verdad, anteponen sistemáticamente sus agendas electorales a los retos de un proyecto común.

Si es preciso, quitando foco –y esfuerzo de solución política– a una guerra que desangra a Ucrania y Rusia y, por descontado, pasando de puntillas también sobre ese naufragio moral –y de los valores europeístas– que implica la muerte consentida de migrantes en las aguas del Mediterráneo.