Iñaki Zaratiegi

Minuciosa pasión militante por el dibujo rebelde y disfrutón

El XIV Salón del Cómic de Nafarroa acoge, en el Condestable de Iruñea, la obra de Paco López. Fallecido hace quince años, dejó una extensa colección de carteles para todo tipo de causas sociales, sus colaboraciones en ‘TMEO’ y una rebelde colección de calendarios para el movimiento ecologista.

Cartel de Paco López.
Cartel de Paco López. (NAIZ)

En aquel acomodado hogar de la capital navarra donde en el año de 1947 nació Francisco López López debía reinar un orden conservador, pero el chaval desarrolló particulares gustos personales. No era muy deportivo y tenía un amplio campo de intereses: la paleontología y los dinosaurios, la biología y zoología, los fósiles y minerales. Y de adolescente se dedicó a coleccionar sellos o monedas, después libros y discos y con el tiempo sables japoneses. Pero, sobre todo, dibujó desde niño de modo casi obsesivo, lo que le rodeaba o lo que imaginaba. Estudió Medicina y ejerció nada menos que en la antigua cárcel provincial, una experiencia que le gustó y donde dejó buen sabor de boca entre la población reclusa.

Aficionado al Arte, la Historia, la música y notable lector, fue sobre todo un entusiasta de los cómics y los coleccionaba de todo tipo y estilos. Ejerció ocasionalmente de encuadernador y, como reza la presentación biográfica del XIV Salón del Cómic de Nafarroa, «en su mano siempre: un libro, un sable o una pluma para dibujar».

Su pareja Txus Elizondo Yaniz (Iruñea, 1948), veterana feminista de aquellas que saltaron al encierro cuando estaba prohibido para las mujeres, y enfermera de profesión ya jubilada, ha sido la recopiladora del material y alma mater de la exposición que el Salón ha organizado durante este mes y ha compartido la mesa de debate con su hija Nerea y el responsable de las jornadas, Javier Pérez de Zabalza.

Ilustrador compulsivo

Dibujante autodidacta, aunque pasó tardíamente por la Escuela de Artes y Oficios, Paco López, fallecido en 2008, trabajó desde los años ochenta en el mundo de la publicidad, con variedad de encargos: etiquetas para botellas, postales, agendas, un manual de educación sexual, ilustraciones para la ‘Gran Enciclopedia Navarra’ o una baraja para Pacharán Zoco que no se llegó a publicar.

Aunque fue un directo cronista de la realidad urbana de los años 80-90 y sus dibujos tuvieron un indudable eco social, fue una especie de dibujante anónimo para el gran público porque mayormente ni siquiera firmaba con su nombre o apellido (le gustaba despistar con el dibujo de la firma de Alberro Durero y otros trucos). Una especie de outsider que fue colaborador habitual de la rompedora publicación en cómic ‘TMEO’, creada literalmente a orillas del Arga y que emigraría después a Gasteiz, de la mano del incombustible ribero Enrique Murillo, ‘Simónides’ y un grupo de colaboradores.

Practicaba el dibujo efímero por puro disfrute, en manteles, servilletas… Hizo de modo altruista carteles para diferentes movimientos sociales, vecinales o ecologistas. Y dejó también su marca en al menos cuatro calendarios y un póster para el suplemento cultural de ‘El Diario Vasco’, ‘Devórame’.

Autorretrato.

Algunos de esos calendarios se exponen en la muestra del Salón y con la perspectiva que da el paso el tiempo son hoy una impagable crónica gráfica sobre la revuelta cultural que vivió Euskal Herria en tiempos del llamado Rock Radikal Vasco. Parece difícil que un periódico conservador publicara ahora semejante explosión de crítica social, irreverencia y provocación. Con las nuevas presiones legales de la censura, podría además ser objeto de querella por cualquier grupo ultramontano.

La saga de los calendarios

El trabajo más destacado y celebrado del ilustrador pamplonés fueron los populares calendarios que ilustró para los Comités Antinucleares y Ecologistas entre los años 1982 y 1990. Con la estrecha colaboración del también fallecido Iñaki García Urbina, destacado activista del movimiento alternativo navarro, Paco López dibujó con destreza y abundancia de detalles la sociedad (real o imaginaria) del momento, personalizando entre las muchedumbres a muchas gentes cercanas o conocidas socialmente, con encuadres o fondos que retrataban lugares y paisajes con paciente detallismo. Un reflejo urbano de las tesis del fallecido sociólogo Mario Gaviria y colegas en su estudio sobre el Casco Viejo, ‘El espacio de la fiesta y la subversión’.

Era un enamorado de pintores como el mentado Durero y la biografía que publica el Salón sitúa a López en «la tradición de otros dibujantes de multitudes como el tarraconense Ricardo Opisso, el jienense Antonio Bellón, el madrileño José Luis Martín Mena o el barcelonés Josep María Blanco» y explica que «plagó de personajes y ocurrencias, añadiendo, en su caso, grandes dosis de crítica social. El navarro se adelantó en varios años al ‘¿Dónde está Wally?’ de Martin Hanford, invitando a la observación detenida de sus calendarios».

Decorador de hogares

En el nutrido encuentro público que reunió en el Civivox Condestable a gentes que compartieron aquellos militantes años se subrayó que López usó una buena variedad de registros como ilustrador, con una influencia estilística de la llamada línea blanca y el cómic franco-belga o italiano de esa época y de la segura influencia del underground usamericano (Crumb y cía) o catalán (Makoki, ‘El Víbora’).

El Salón explica en su presentación que el dibujante, vecino del Casco Viejo, «tenía una habilidad natural para el retrato e incluyó en sus composiciones a políticos, músicos y otras figuras reconocibles del momento, a personajes de la cultura popular, e incluso a gentes de su entorno, individuos anónimos y únicamente identificables por su círculo más íntimo. Tampoco faltaron guiños y mensajes ocultos imposibles de descifrar».

Y recuerda que el conjunto de ilustraciones «decoraron innumerables hogares navarros y es, sin lugar a dudas, parte fundamental de nuestro patrimonio gráfico, así como una crónica impagable de la realidad de aquellos años».

Apasionado de la vida y el arte bélico

Solía Francisco López incluir al borde de sus dibujos, a modo de pasatiempo, delicados esbozos de edificios, autorretratos o dibujos de sables y puñales. Puede sorprender que a quien trazara tantos motivos antimilitaristas le enamoraran los objetos bélicos. Pero las armas japonesas fueron su pasión y coleccionó hasta 35 valiosos ejemplares de diversas medidas (Katana, Tachi, Wakizashi, Tanto, Kubi-Kiri, Aikuchi, Hamidachi...) además de una especializada bibliografía sobre el particular.

Su viuda Txus recopiló toda esa información en el libro ‘El Sable Japonés (Manual del coleccionista)’, firmado conjuntamente por López y ella misma y publicado en febrero de 2016 por la editorial especializada barcelonesa Alas. Con 192 páginas y más de 400 ilustraciones/fotografías, la obra muestra y explica su colección particular.

En la oferta del libro que aparece en las redes sociales se destacan ideas de la obra como «En ninguna parte del mundo ha ocupado el sable un lugar tan importante como en Japón, donde llegó a ser objeto de veneración y casi de culto...». Se describen sensaciones como «Cuando un sable es desenvainado en un largo corredor, una fría brisa de invierno recorre la gran casa…». Se presenta a López como «coleccionista ilustrado de armas japonesas que reunió y utilizó una excepcional biblioteca sobre el nihontô y adquirió y catalogó una colección de piezas de especial interés y belleza».

Y se afirma que el contenido del libro «es fruto de un estudio apasionado y sistemático de las armas japonesas que, sin duda, proporcionará placer y herramientas de estudio al lector aficionado al coleccionismo de arte bélico nipón». Paco llegó a apuntarse a clases de japonés para poder descifrar las firmas y mensajes de autor en el metal de los sables.

Fuera de su entorno más cercano, esa parecía ser la cara B de alguien que fue contradictoriamente rico como persona. Para Txus Elizondo era en el fondo un tímido, reservado y amante de su intimidad (aunque en ‘TMEO’ se introdujo a sí mismo como personaje), pero disfrutón y apasionado de la vida, erudito pero bromista de humor ácido, ácrata, hedonista, amante del placer y del buen rollo, pero muy trabajador. Txus aplica la letra C para calificarle de «culto, curioso, creativo, cronista, crítico, cáustico, comprometido y coleccionista». Y en propia autodefinición de Paco, él era «un alma festiva».