Ainara Lertxundi
GARAren edizio taldeko kidea / Miembro del equipo de edición de GARA
Elkarrizketa
Hala Shoman
Activista gazatí

«En ningún otro conflicto se han cometido tantas atrocidades»

Desde 2008, la gazatí Hala Shoman ha vivido siete ofensivas militares. Pocos días antes de que comenzara esta última, el 7 de octubre, viajó a Gran Bretaña. «Estar fuera en estas circunstancias es terrorífico», subraya a GARA. Su casa familiar en Gaza ha sido reducida a escombros.

La activista gazatí Hala Shoman, quien ha vivido siete ofensivas militares, salió de Gaza días antes de que comenzaran los bombardeos el 7 de octubre.
La activista gazatí Hala Shoman, quien ha vivido siete ofensivas militares, salió de Gaza días antes de que comenzaran los bombardeos el 7 de octubre. (NAIZ)

Hala Shoman salió de Gaza a principios de octubre, pocos días antes de que empezara la ofensiva militar israelí. Desde Gran Bretaña, donde cursa el tercer año del doctorado en Sociología y Ciencias Políticas, vive con extrema angustia los bombardeos, el asedio a hospitales, las muertes, una tras otra, de amigos, vecinos… Toda su familia y su marido permanecen en territorio gazatí.

Shoman trabajó como paramédico voluntaria durante la Gran Marcha del Retorno, que entre 2018 y 2019 dejó al menos 17 muertos y más de 1.400 heridos en Gaza.

En una entrevista a GARA en mayo de 2021 desde este enclave palestino, relató el impacto en sus vidas de la agresión militar que estaba ocurriendo en esos momentos.

Así lo narraba: «Si alguna vez te has preguntado qué se siente durante un bombardeo, reúne a tus hijos y abrázalos. Luego, imagina el ruido de los aviones de guerra F16. Su sonido es único. Todo gazatí sabe distinguirlo muy bien. Sientes una fuerte presión como si estuvieras a 200 metros de profundidad en el océano. Abre los ojos y observa cómo tu casa y tú misma os sacudís violentamente. Luego se produce un sonido ensordecedor».

Desde la diáspora y en una entrevista realizada en los días previos a la tregua, denuncia el genocidio que «Israel está cometiendo en Gaza con el apoyo de EEUU, Gran Bretaña...», y el silencio «cómplice» de la comunidad internacional.

Su hogar, «donde crecí, donde construí mi personalidad, donde decidí estudiar primero Odontología y luego, para hacer frente a la ocupación, Ciencias Políticas...» ya no existe. Un ataque aéreo lo redujo a escombros.

«Las memorias ligadas a un lugar se pueden volver a construir, pero nada ni nadie puede devolverles la vida a quienes han muerto», subraya Shoman.

Casi 15.000 gazatíes muertos desde el 7 de octubre, alrededor de 7.000 desaparecidos bajo los escombros. ¿Cómo afronta la frialdad de los números?

Es frustrante. Familias enteras han muerto y nadie podrá hablar de sus sueños, de sus ambiciones. Para cuando escribo sobre un amigo fallecido, diez más han muerto. No tenemos tiempo de escribir sobre ellos, de recordarlos. Es insano.

Mi amigo Maisara Alrayyes era médico. Obtuvo una beca Chevening, un premio que se otorga a líderes emergentes excepcionales de entre 160 países y que les permite cursar másteres de un año en el Reino Unido. E hizo un máster en Gestión Sanitaria en el King's College de Londres. Murió masacrado junto a siete familiares. Pasó más de 30 horas bajo los escombros. Dos días después, dos hermanos suyos murieron en otro bombardeo mientras intentaban rescatar los cuerpos de sus familiares, entre ellos el de Maisara.

Una madre con sus hijos. Fue refugiándose de casa en casa hasta que la vivienda donde estaban fue atacada. La madre resultó herida. Durante días estuvieron suplicando ayuda, pero Israel impidió que los servicios de emergencia se acercaran. Murió frente a sus hijos, que estuvieron al menos doce horas junto a su cadáver. Imagínate lo duro que tuvo haber sido para esos niños, especialmente cuando el cadáver de su madre empezó a descomponerse. Son solo dos situaciones entre miles.

 

«No han muerto a causa de un desastre natural, sino por un genocidio que tiene nombre propio: Israel. Y el mundo sigue en silencio»

No nos consideran seres humanos. Al inicio de esta agresión, Israel dijo que los palestinos somos ‘animales humanos’ y la comunidad internacional guardó silencio y lo aceptó. La ocupación israelí está masacrando a nuestros niños, mujeres y ancianos.

Los médicos que hicieron el juramento de proteger a sus pacientes ven cómo estos fallecen por falta de medios y tienen que ver cómo perros y pájaros se comen sus cuerpos en descomposición y ellos sin poder darles sepultura.

Israel está eliminando todo atisbo de vida y de esperanza. Está destruyendo todo lo que hace que una vida sea sostenible, que la gente pueda tener lo básico. Por eso han bombardeado paneles solares, bombas de agua, panaderías...

¿Cómo lo afronta desde la diáspora y con los cortes de las telecomunicaciones?

Desde 2008 he vivido siete agresiones israelíes, pero esta es la primera vez que estoy lejos de mi familia. En Gaza, hay quienes prefieren permanecer todos juntos y así en caso de un bombardeo morir juntos o dividirse y que sobreviva alguno. Mi familia está en ese primer grupo. Me resulta muy difícil comunicarme con ella, a veces lo consigo a la una de la madrugada. Tras cada uno de los apagones impuestos por Israel [antes de la tregua] ha habido muchos reportes de muertos y heridos.

Mi padre tiene una afección médica. Me pregunto cómo sobrevivirá en caso de que le pase algo y no puedan llamar a los servicios de emergencia.

Los medios locales también han sufrido estos apagones. Cuando eso sucede no podemos acceder a las noticias locales, a través de las cuales sabemos si han atacado zonas cercanas a nuestras familias. Es como si estuvieran desaparecidos, nunca sabes si están vivos o muertos.

El 22 de octubre, Israel bombardeó la casa de un amigo que está en Londres. Su familia estaba en el sur, una zona supuestamente ‘segura’, según la ocupación israelí. Su padre, de 75 años –su madre, que padecía un cáncer de pecho, falleció hace unos años porque Israel le negó el tratamiento–; su hermano mayor, junto a su mujer e hijos; su hermano menor, que estaba a punto de hacer una máster en Australia; sus tres hermanas, una de ellas estaba embarazada; y 14 sobrinas y sobrinos –la mayor de 14 años– murieron en el bombardeo. Y él está en Reino Unido, es una pesadilla.

 

«Familias enteras han muerto y nadie podrá hablar de sus sueños. Para cuando escribo sobre un amigo fallecido, diez más han muerto»

No puedo dormir, ni comer. Mis episodios de parálisis y pesadillas han aumentado. Estaba impartiendo clases en la universidad, pero he tenido que interrumpirlas. Estoy totalmente paralizada, no soy capaz de hacer nada más que ver las noticias, estar pendiente de las redes sociales, dar entrevistas, secundar movilizaciones a favor de un cese al fuego. Esto es lo más urgente.

Sus episodios de parálisis y pesadillas han aumentado. ¿Qué secuelas está dejando ya esta larga ofensiva?

Muchos me han recomendado que busque apoyo psicológico. Pero no existe terapia alguna para el trauma colectivo que estamos afrontando. Nuestras familias, amigos y cada una de las personas que amamos están siendo masacradas. No han muerto a causa de un desastre natural, sino por un genocidio que tiene nombre propio: Israel. Y el mundo sigue en silencio. 

¿Cómo van a sobrevivir después de esta agresión todos esos hombres, mujeres y niños que llevan más de un mes sin agua potable, duchándose con agua sucia y salada del mar?

Mi hermana está con su bebé de dos meses y dos hijos más en una húmeda tienda de campaña. Están congelados de frío, sin calefacción, sin mantas, sin comida. Sin nada. Nunca jamás volveremos a ser los mismos de antes.

Una de las miles de viviendas destruidas es la de su familia.

Aunque ha pasado en otros conflicto bélicos, no hay comparación con el grado de destrucción de Gaza. La casa en la que estudié Odontología, en la que viví mis primeros amores, todos mis recuerdos son ahora escombros.

Toda mi vida, literalmente, estaba en esa casa, el hogar que mis padres construyeron durante décadas. Es muy triste.

«Tras el bombardeo a una escuela de la ONU, un niño recogió la cabeza mutilada de su amigo, la unió a su cuerpo y lo envolvió en una sábana blanca»

Pero podemos construir nuevas memorias, nuevas paredes, nuevos colores; lo que no podemos es volver a la vida a todas las personas que han muerto. Desearía que hubieran destruido físicamente toda la Franja a cambio de que ni una sola persona hubiera muerto. Lo que busca Israel es expandirse y exterminar a los palestinos, y ha hecho de la Franja un campo de exterminio y de genocidio.

El secretario general de la ONU, António Guterres, ha denunciado la muerte sin «precedentes» de menores.

Nuestros niños están siendo testigos de situaciones totalmente inhumanas. Están viendo los cuerpos hechos pedazos de familiares, amigos vecinos.

Tras el bombardeo de una escuela de la ONU, un niño recogió la cabeza mutilada de su amigo, la unió a su cuerpo y lo envolvió en una sábana blanca para meterlo en una ambulancia y llevarlo al hospital.
Otro niño, bombardeado mientras jugaba a fútbol con su hermano y sus amigos, vio la masa encefálica de su amigo por el suelo. 

 

«Mis episodios de parálisis han aumentado, no soy capaz de hacer nada más que ver las noticias, atender a los medios, ir a movilizaciones»

Un término que se está generalizando en Gaza es el de ‘niño herido sin familiares supervivientes’. Algunos fallecen después de un duro viaje para ser tratados en un centro médico, otros logran sobrevivir sin saber aún que toda su familia está muerta. Exterminando a los niños, están exterminando la nación palestina.

¿Cómo valora el posicionamiento de Estados Unidos y de los países europeos?

Israel no hace nada sin el aval de EEUU y de países europeos como Gran Bretaña. Es por ello que bombardea escuelas, hospitales... Todo aquel que no condena la ocupación terrorista israelí y todo lo que está haciendo en contra de los palestinos en la Franja de Gaza es cómplice. Países, políticos y universidades permanecen en silencio. Estamos ante un genocidio, un holocausto. Apelo a la humanidad, si alguna vez ha existido, para parar esto. En ningún otro conflicto se han cometido tantas atrocidades.