Elkarrizketa
Ahoztar Zelaieta
Periodista y autor de ‘La Ertzaintza que viene’

«Es muy pronto para saber si la Ertzaintza se ha diferenciado respecto a las demás policías»

El periodista y criminólogo Ahoztar Zelaieta (Bilbo, 1972) analiza en ‘La Ertzaintza que viene. Tecnología de hipervigilancia y capitalismo de consultoría’ el modelo policial aplicado a la Policía autonómica desde el Gobierno de Lakua durante la última década.

Ahoztar Zelaieta, durante la pasada edición de la Feria de Durango.
Ahoztar Zelaieta, durante la pasada edición de la Feria de Durango. (Jon URBE | FOKU)

Inteligencia artificial, algoritmos, intervención de las comunicaciones, identificación biométrica… La Ertzaintza ha gastado desde 2013 miles de millones de euros destinados a la modernización de sus sistemas de vigilancia y predicción. Ahoztar Zelaieta ha investigado cientos de contratos para descubrir de la mano de qué empresas se ha llevado a cabo este proceso, dejándolo plasmado en ‘La Ertzaintza que viene. Tecnología de hipervigilancia y capitalismo de consultoría’. Fue el libro más vendido en el stand de la editorial Txalaparta durante la pasada Feria de Durango.

¿Cuándo y cómo comienza el proceso de modernización de la Ertzaintza descrito en el libro?

En 2013, cuando Iñigo Urkullu alcanza la Lehendakaritza, se hace una reflexión sobre el modelo policial vigente, que en ese momento llevaba la impronta del anterior Gobierno del PSE. Lo que se pretende entonces es no quedarse al margen de lo que estaba pasando en Europa, donde había un cambio sustancial del modelo policial, mucho más tecnificado. La Ertzaintza entiende que tiene que estar en la onda y comienza a incorporarse a distintos proyectos europeos, a trabajar con policías de otros países y entidades públicas y privadas. Ese modelo europeo defiende el protagonismo de las empresas privadas, que pasan a ser muy importantes también en la Ertzaintza. En el libro explico cuáles son las consecuencias de este proceso de modernización, entre 2013 y 2023.

Ha calculado que el gasto público para la Ertzaintza entre 2018 y 2024 ha sido de casi 5.000 millones de euros. ¿Adónde va ese dinero?

Además de ese gasto público destinado a la Ertzaintza, me he fijado también en que entre 2013 y 2023 se ejecutaron miles de contratos con empresas que venden tecnología punta. Estas empresas corresponden a un perfil muy concreto, algunas de ellas ya aparecían en las noticias porque su tecnología había sido utilizada, por ejemplo, contra el independentismo catalán o en contra distintas minorías, como periodistas y activistas. Por tanto, está claro que el arsenal tecnológico y el perfil «poco ético» de esas empresas no eran desconocidos por parte de la Ertzaintza.

Apunta al PNV como cerebro del plan de esta «hipervigilancia». ¿Qué se pretende con la implantación de este modelo?

El PNV no ha inventado nada, sino que bebe de un modelo de gestión neoliberal generalizado a nivel europeo, impulsado por las grandes empresas del sector privado y apoyado por entidades públicas. Con todo, es cierto que la Ertzaintza ha sido pionera en videovigilancia, desde los 90 y durante la siguiente década, y en crear bases con muestras de ADN. Es una vieja obsesión a la que el nuevo modelo no podía pasarle por encima. Hay una obsesión panóptica global, de tenerlo todo vigilado. No solo a la hora de recoger datos fisiológicos, sino también de comportamiento. El discurso es que cuantos más datos se acumulen, más preventiva va a poder ser la policía.

¿Desde cuándo se extiende la relación de la Ertzaintza con empresas israelíes, como Verint Systems?

El entendimiento entre el Gobierno Vasco y el Estado de Israel empieza varias décadas atrás, y uno de sus principales puntos es en el apartado de seguridad. En la década de los 90, instituciones públicas y privadas israelíes estuvieron impartiendo formación práctica en la Ertzaintza. Luego, empresas israelíes se han encargado de la seguridad privada de Arkaute, de los supercuarteles, juzgados…

¿Para qué dice necesitar la Ertzaintza este tipo de tecnología?

El Gobierno Vasco presume de contar con unos índices de transparencia muy altos y de tener «una de las policías más democráticas de Europa», pero al mismo tiempo deciden esconder algunos de estos contratos, clasificándolos como secretos. Es muy pronto para saber si la Ertzaintza y el Gobierno Vasco se han diferenciado respecto a las demás policías y gobiernos, y si han tenido un suelo ético más alto a la hora de utilizar este tipo de tecnologías. Es algo que se debería explicar: ¿Por qué se ha comprado esa tecnología? ¿Cómo se está empleando? ¿Con qué garantías cuenta? ¿Existe un organismo independiente y vigilado que vele por el buen uso de ese tipo de tecnologías?

Desde la muerte de Iñigo Cabacas en 2012, ¿cuál ha sido la política de la Ertzaintza a la hora de adquirir suministros de munición «menos letal»?

La muerte de Iñigo Cabacas fue uno de los episodios que impulsó el cambio policial en 2013. Uno de los efectos fue que en los contratos se pasara a calificar ciertas compras como «munición no letal», como por ejemplo las balas de foam, que sustituyeron a las pelotas de goma. Pero es que se están comprando lanzagranadas y granadas aturdidoras de fabricación israelí que también se consideran «munición no letal». Luego hay otros eufemismos, como «herramientas paralizantes», referido a las pistolas Taser. Es decir, se sigue comprando aparatería represiva clásica. Es uno de los temas que trato en un episodio del libro.

¿Por qué esta faceta de la Ertzaintza, la de la hipervigilancia, está tan aceptada entre la ciudadanía?

Los comportamientos sociales han cambiado. No voluntaria ni naturalmente, sino inducidos por el contexto dirigido al control de las comunicaciones. Un ejemplo de ello son los grandes eventos. Antes, la gente iba a conciertos en salas pequeñas, pero desde la administración se empezó a penalizar estos comportamientos, favoreciendo otro tipo de eventos financiados con dinero público, como el BBK Live Festival, u otros como la Final Four de la Euroliga en Gasteiz o la de la Copa de Campeones Europea de rugby en Bilbo. Y claro, como son espacios a los que va una muchedumbre, hay que garantizar su seguridad, por ejemplo con drones de la Ertzaintza. Algo que la gente agradece y entiende como normal. El cambio de comportamiento es lo que ha generado que la gente «trague».

¿Son estos métodos de hipervigilancia compatibles con el derecho a la intimidad de las personas y los Derechos Humanos en general?

Hay estudios que afirman que no, que no es nada compatible, especialmente con algunas minorías, como los inmigrantes. Asociaciones han podido evidenciar que toda esta tecnología que hemos analizado, como el reconocimiento facial o la captura de datos del teléfono móvil, se emplea en las fronteras y es totalmente contraria a la doctrina internacional. Estas tácticas contra los inmigrantes, si no se les pone freno, se van ampliando a otros espacios y colectivos. Entonces, si desde el resto de la sociedad permitimos que a una parte de la comunidad se le vulneren sus derechos, es fácil que en el futuro seamos víctimas de eso a lo que no hicimos frente.

En su libro, habla del «Gran Hermano de Euskadi». ¿En qué nos asemejamos a esa distopía?

Seguimos siendo una de las poblaciones con mayor densidad policial de Europa, si no la que más; gastamos un dineral en tecnologías que se ha probado que han sido utilizadas para vulnerar derechos humanos y civiles… Sin embargo, los datos del último Deustobarómetro muestran que la población tiene sensación de inseguridad, una falsa inseguridad diría, ya que estamos en uno de los países europeos con más policía, sumado a la hipervigilancia. Es una percepción que no responde a la realidad.