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El exprefecto Morvan tampoco interpretó Luhuso como «un acto de terrorismo»

Éric Morvan era prefecto de Pirineos Atlánticos en el periodo del desarme de ETA. Entrevistado por el diario ‘Sud-Ouest’, muestra su convicción de que Luhuso «no fue un acto de terrorismo». Tras el exprocurador Samuel Vuelta-Simon, es el segundo representante estatal en tomar la palabra.

Éric Morvan, a la derecha del entonces ministro de Exteriores francés, Jean-Marc Ayrault, durante una comparecencia relativa a la Cumbre del G7 en Biarritz.
Éric Morvan, a la derecha del entonces ministro de Exteriores francés, Jean-Marc Ayrault, durante una comparecencia relativa a la Cumbre del G7 en Biarritz. (Bob EDME)

El papel jugado por Éric Morvan en el proceso de desarme de ETA se conocía por boca de terceros, aunque no al detalle, ya que hasta la fecha no se había pronunciado en una entrevista.

A la espera de lo que depare su declaración, la semana próxima en el Tribunal Correccional de París, al figurar en la lista de testigos presentada por las defensas de los imputados, Béatrice Molle-Haran y Jean-Noël Etxeberri, quien fuera promovido a dirección general de la Policía gala detalla a periodista de ‘Sud-Ouest’ Pierre Penin cómo actuó, en tanto que interlocutor privilegiado de los artesanos de la paz durante el desarme de ETA con el concurso de la sociedad civil.

Siguiendo la estela de Samuel Vuelta-Simon, el exprocurador de Baiona a quien entrevistó días atrás ‘Mediabask’, Morvan asegura que solo tuvo conocimiento de la operación llevada a cabo por la Policía francesa el 16 de diciembre de 2016 en Luhuso a título informativo, ya que la misma fue pilotada en exclusiva desde París.

Sin embargo, viene a reconocer que, por el conocimiento y trato que tenía con las personas detenidas, tuvo desde el principio la convicción de que «no era un acto de terrorismo». Esa idea se asentó con el diálogo que se abrió a partir de entonces con quienes serían rebautizados como artesanos de la paz.

Siete años y medio después, el alto funcionario, ya retirado, reconoce que al principio sintió algunas dudas sobre los planteamientos que se pusieron sobre la mesa.

«Aprobaba la iniciativa en tanto que ciudadano, pero era consciente, al mismo tiempo, de las limitaciones de mi cargo en tanto que funcionario del Estado», explica.

Añade que «durante mucho tiempo» se sintió solo porque no percibía que «nadie tuviera ganas de mojarse en el asunto».

En la cúspide del Estado se miraba con recelo «que se dibujara un esquema que podría estar en el límite desde el punto de vista puro y duro del Derecho», resume Morvan.

No se desalentó al pensar que «merecía la pena esforzarse en que aquello llegara a buen puerto, actuando con pragmatismo y evitando la rigidez jurídica».

Lo que estaba en juego, retirar armas de la circulación, no era baladí, «en un contexto de amenaza terrorista», justifica, en referencia indirecta a los atentados yihadistas que golpearon en localidades galas como Toulouse o Niza.

No percibía gran entusiasmo en plaza Beauvau, pero tampoco le llegó una prohibición clara de la sede del Ministerio de Interior.

«Me dicen pura y simplemente que siga adelante y les tenga al corriente», acota el exprefecto de Pirineos Atlánticos.

Depositar las armas sin que hubiera detenciones

La principal complejidad se centraba en la cuestión de las garantías que planteaban con insistencia los artesanos de la paz, que querían evitar a toda costa que las personas que participaran en el transporte y depósito de las armas de ETA terminaran en comisaría.

Morvan sorteó la espinosa cuestión trasladando el tema al procurador Vuelta-Simon que elevó consultas al procurador de París competente en materia de terrorismo, François Molins.

De acuerdo al exprefecto Morvan entre el procurador de Baiona y el de París «se decidió la actitud a adoptar respecto a la demanda de los artesanos de la paz».

Saluda, en todo caso, que ambos servidores estatales actuaron «con el pragmatismo necesario».

A la pregunta de si se dieron garantías de que no habría arrestos, Éric Morvan explica que en ese tipo de situaciones se dicen «cosas a medias».

Constata que «la inteligencia» que requiere responder a un momento como el que le tocó vivir puede frustrarse con «una visión obtusa de la ley».

«Cada cual era consciente de estar en el límite de lo legal, nadie puso nada por escrito. Todo reposaba en la confianza entre las personas, pero el 8 de abril, como se puso constatar, nadie fue detenido», completa Morvan.

Contacto con fuerzas vivas locales

Su experiencia previa de dos años como subprefecto de Baiona le permitió conocer al ahora imputado Txetx Etxeberri, pero también al fallecido Mixel Berhokoirigoin, de quien dice «era una personalidad destacada por más que nos enzarzáramos en las cuestiones agrícolas».

Se sintió reconfortado, por otra parte, por el aliento permanente que recibió del primer ministro Bernard Cazenave, con quien le unía una relación de confianza desde el paso de ambos por Interior y que, según destaca en la entrevista de ‘Sud-Ouest’, solo le puso la condición de que «se tratara todo de forma transparente con la autoridad judicial».

Le atormentaba, confiesa, una ubicación dispersa de las armas. Una llamada que recibió, en la misma mañana del 8 de abril, de una voz que le decía que «estuviese tranquilo, porque todos los depósitos de armas se situarían en Pirineos Atlánticos», le permitió respirar con cierto alivio.

Sin embargo, a diferencia de las miles de personas que abarrotaron por la tarde la plaza San Andrés de Baiona para saludar de manera solemne el hito histórico de esa jornada de desarme del 8 de abril de 2017, la tranquilidad para Éric Morvan no fue completa, confiesa hasta que «llegó el final operativo, con la destrucción de los explosivos en la cantera de Erango».

La relación de confianza tejida en esos días permitió que, según confirma el exprefecto Éric Morvan, se diesen «con mayor facilidad» varias entregas más de armas en meses posteriores.