El desarme de los palestinos en Líbano, ¿mensaje a Hizbulah?
El Gobierno libanés y la Autoridad Palestina en Cisjordania han acordado el desarme de los campos de refugiados palestinos a partir del domingo. Un plan que genera divisiones. Muchos palestinos sienten que se les usa como campo de pruebas para algo más explosivo para Beirut: el desarme de Hizbulah.

Fue un acontecimiento casi desapercibido en el País de los Cedros: el presidente de la Autoridad Palestina (ANP), Mahmud Abbas, viajó a finales de mayo a Beirut para reunirse con el nuevo jefe del Estado libanés, Joseph Aoun, con el objetivo de tratar la vieja y espinosa cuestión de los campos de refugiados palestinos, relegada durante años en la agenda política nacional.
Doce campos dispersos en todo el país, construidos tras la expulsión de los palestinos de su territorio en 1948, que con el paso del tiempo se han transformado en enclaves precarios, sin ley ni Estado. Cerca de 220.000 palestinos viven allí prácticamente aislados, excluidos de casi todos los derechos. Tienen prohibido ejercer decenas de profesiones, no pueden adquirir bienes inmuebles fuera de los campos ni tampoco beneficiarse de la seguridad social. Su condición jurídica de extranjeros perpetuos los mantiene en una situación de precariedad estructural.
Una situación enquistada desde hace décadas, agravada por un vacío de seguridad heredado de los Acuerdos de El Cairo firmados en 1969 entre el Gobierno libanés y la OLP, según los cuales el Ejército libanés no puede ingresar a los campos.
Estos espacios quedaron así bajo control autónomo, administrados de facto por las facciones armadas palestinas.
UN CONTEXTO DIFERENTE
Hoy, el contexto regional y nacional abre una ventana de oportunidad para el nuevo Ejecutivo libanés. El frágil alto el fuego entre Hizbulah e Israel, el debilitamiento del Partido de Dios -históricamente hostil a cualquier cuestionamiento del orden de seguridad en los campamentos-, y una creciente presión internacional, han permitido a Joseph Aoun mover ficha.
El presidente libanés y Abbas crearon un comité conjunto libanopalestino para definir un calendario y las condiciones para la retirada de las armas pesadas de los campos.
El calendario es ambicioso. Los tres campos de Beirut -Chatila, Mar Elias y Burj el-Barajneh- deberían estar desarmados a partir del 15 de junio. Luego vendrá el turno de los demás, especialmente los del sur del país, más densamente poblados y políticamente sensibles.
Una fuente de una ONG internacional activa en los campamentos resume el dilema: «La idea tiene sentido si se acompaña de una mejora real de los derechos de los refugiados. Pero será extremadamente difícil de aplicar. Fatah, que domina políticamente en muchos campos, impulsa el acuerdo. Pero ni Hamas ni la Yihad Islámica fueron consultados. Y ambas lo rechazan».
El analista Khaldoun al-Cherif añade: «La estructura política de los campos es compleja. Fatah domina en Beirut, gracias a su red y a sus recursos. Pero en el sur, los vínculos históricos con el Eje de la Resistencia hacen que Hamas y otros grupos hayan ganado terreno, sobre todo desde el 7 de octubre».
El foco está puesto en Ain el-Heloue, al sur de Saida. Con más de 60.000 habitantes, es el campo más grande del país y, tras la destrucción de Yarmouk en Damasco, el principal centro de refugiados palestinos. Cercado por un muro de seguridad, ha sido escenario frecuente de enfrentamientos armados entre facciones, como ocurrió en el verano de 2023.
Una fuente local bien informada es contundente: «Desarmar Ain el-Heloue es una quimera. Hamas, la Yihad Islámica y los otros grupos no lo permitirán. Además, dentro de Fatah hay fisuras, si los demás no entregan las armas, muchos no ven por qué ellos deberían hacerlo».
Y advierte: «El anuncio ha llegado en el peor momento. En Gaza y Cisjordania, Israel está demostrando estar dispuesto a todo para eliminar a los palestinos. Aquí, sentimos que pronto nos tocará a nosotros. Nuestras armas son lo único que nos protege. Nadie cree que el Ejército libanés vaya a salir en nuestra defensa».
Muchos palestinos creen que el Estado libanés está poniendo a prueba su autoridad con ellos, antes de atreverse con Hizbulah. Mientras la ANP insiste en que el proceso es viable, en los campos del sur nadie lo cree.
«Quizás funcione en Beirut. Harán ceremonias, discursos, fotos oficiales... Pero más al sur, será otra historia. O eso o se fingirá que se ha cumplido, aunque la realidad sea otra», concluye nuestra fuente en Ain el-Heloue.

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