«Ningún lugar está vacunado de la extrema derecha, ni Euskal Herria»
Xavier Torrens, profesor en la Universitat de Barcelona, analiza las claves que han permitido a Aliança Catalana asentarse y sostiene que, aunque en Euskal Herria el independentismo ha sabido diseñar políticas que eviten que prospere, ningún lugar está vacunado contra la extrema derecha.

Si en Catalunya se celebrasen hoy elecciones, Aliança Catalana obtendría 19 escaños en el Parlament. Así lo indica una reciente encuesta que ha levantado las alarmas por la consolidación de un partido que, bajo el carisma de la alcaldesa de Ripoll, Sílvia Orriols, crece al calor del nacionalpopulismo que arraiga en la mayor parte de Occidente.
Xavier Torrens, profesor de Ciencia Política en la Universitat de Barcelona, analiza en “Salvar Catalunya” (Pòrtic Edicions, 2024) las claves que han permitido a dicha formación asentarse con un discurso chovinista que señala la inmigración, pero también la incapacidad de los partidos soberanistas para alcanzar la independencia, como los chivos expiatorios de los problemas de la sociedad catalana.
A tenor de la última encuesta de ‘La Vanguardia’, Aliança Catalana pasaría de 2 a 19 diputados. ¿Qué lectura hace?
Su ascenso obedece a varios factores. De entrada, el crecimiento de los partidos de derecha radical-populista en todo el mundo. Son primera fuerza en Italia, Francia, Hungría, los Países Bajos y Estados Unidos. Y, según auguran las encuestas, podría serlo en el Reino Unido mediante Reform UK, el partido de Nigel Farage. Del mismo modo que son segunda fuerza en Alemania, Portugal y tercera en el Estado español, representada por Vox. La tendencia juega a su favor.
¿En qué consiste el discurso de Aliança Catalana?
Gravita en torno a un enemigo a quien hace responsable de poner en riesgo la identidad, la seguridad y el bienestar.
Un recetario inspirado en dos figuras antagónicas que ha sabido juntar. Uno es el jurista y activista nazi Carl Schmitt, que establece la dicotomía del amigo versus un enemigo al que hay que destruir. En su caso, se trataría de la inmigración y la comunidad musulmana, de ahí su mensaje xenófobo e islamófobo. Y el otro es Antonio Gramsci, del cual adopta el concepto de hegemonía cultural, tal y como ha hecho el asesor de Donald Trump, Steve Bannon, con el fin de obtener la hegemonía cultural frente a este supuesto enemigo.
Si hasta ahora no había irrumpido en el panorama catalán, ¿a qué lo atribuye?
El procés retrasó su aparición gracias al entusiasmo colectivo que despertó la idea de obtener un Estado independiente, lo cual fortalecía aquel catalanismo inclusivo basado en la idea de que «cualquier persona que vive en Catalunya es catalana». Cuando el procés se desvaneció tras el referéndum del 1-O, las emociones que atizaba Aliança, como eran el resentimiento contra las personas migrantes y el miedo a la inseguridad, no encontraron freno y eso ha hecho que suban hasta las cotas actuales. Y también ha influido la entrada de Sílvia Orriols como diputada en el Parlament, con el altavoz que ello conlleva, y el uso inteligente y masivo que hace de las redes sociales.
¿Todo ello es suficiente para que arrastre tantos votantes?
No únicamente. Subrayaría también la ineficacia de las políticas públicas, que tanto preocupan a las clases medias y a las más desfavorecidas. Un hecho que ha sido empleado por Aliança Catalana para atribuirlo a la llegada de inmigrantes. No es extraño que, ante esta carencia, obtenga apoyos en los barrios ricos, pero también en los obreros, ya sean catalanohablantes o castellanohablantes. Del mismo modo que se nutre de votantes provenientes de Junts, como de ERC e incluso de la CUP, que ante el descalabro que supuso el 1-O, han encontrado en Orriols la encarnación de aquel independentismo radical por el cual apostaban.
Otro dato remarcable de la encuesta es que, a diferencia de Vox, Aliança recaba votos de todas las generaciones, no solo de los jóvenes. ¿Se trata de un proyecto más sólido?
Indica que tiene más capacidad de crecer y asentarse. Recordemos que, junto al nacionalpopulismo escandinavo o de la Europa central, representa la corriente más abierta en valores morales. Por ejemplo: si Vox nunca colgaría una bandera LGTBI+ en la fachada de un ayuntamiento, en el caso de Aliança no ha tenido reparos en exhibirla; hasta el punto de que su ideólogo, el concejal de Manresa Jordi Aragonès y otros líderes, manifiestan en público su homosexualidad, lo cual es impensable en el partido de Santiago Abascal. De igual manera que se reivindica antifranquista, defiende el derecho al aborto y las conquistas logradas por las mujeres, una postura que también le aleja de Vox, cuya imagen se asemeja al viejo patriarcado. De esta manera, con un discurso moderno y contemporáneo, es como va ampliando su electorado.
Por ahora, ha logrado introducir en la agenda el debate migratorio. ¿Este es su principal mérito?
No habría sido malo si Junts -o el PNV en su caso- lo hubieran aprovechado para pedir únicamente la delegación de competencias en inmigración o legislar contra los delincuentes multirreincidentes. A la postre, son políticas públicas y se pueden defender en términos de fortalecer el autogobierno. Pero han cometido el error -lo están haciendo algunos alcaldes de Junts- de querer competir con la idea que asocia inmigración con delincuencia. Una teoría que, además de falsa, electoralmente les va a la contra, pues la gente siempre acaba votando al partido más radical, como es Aliança Catalana. Así ha ocurrido en muchos países de Europa.
¿La solución es fortalecer las políticas públicas?
Ahí radica la clave. Cuando ERC o Bildu ofrecen propuestas para el acceso a la vivienda, están atendiendo el abandono que ha sentido la ciudadanía en esta materia. Cubren ese vacío y, en cierto modo, ayudan a frenar los mensajes populistas de Aliança centrados en responsabilizar del problema a la ocupación. Y lo mismo ocurre con el descenso del uso del catalán: en lugar de debatir si la culpa es del aumento de la inmigración, entienden que la solución es invertir recursos para favorecer su aprendizaje.
¿Hasta qué punto ha ayudado a Orriols manejar un mensaje cercano a la ciudadanía?
Esta es otra de sus virtudes, presumir de vivir en un piso de 70 m² con cinco hijos, lo que muchos políticos no están en condiciones de decir. Y si añades que, cuando tiene oportunidad, desnuda la corrupción y el clientelismo que hay en la «casta política», o que se rodea de personas de otras procedencias, como Anthony Corey Sànchez, de origen hondureño, o el activista argelino Brahim Yaabed, pues la convierte en alguien próxima. En ese sentido, se asemeja a Alice Wiedel, la líder del partido ultra Alternativa para Alemania (AfD), que es lesbiana y su pareja es inmigrante de piel oscura. Ese perfil biográfico les permite a ambas rebatir argumentos de otros políticos y hacerse creíble a un amplio espectro del electorado.
¿Por qué los cordones sanitarios no han llegado a funcionar en estos casos?
Porque le han servido para presentarse como víctima, cuando la forma más eficaz para aislarla es ser indiferente ante su discurso. No lo olvidemos: de la confrontación siempre surge la polarización, de la cual Aliança ha sabido beneficiarse.
¿Qué errores más le han ayudado a catapultarse?
Por ejemplo, atribuirle la condición de «fascista», pues sus electores no se reconocen en esa etiqueta, además de que Sílvia Orriols no responde a esta categoría: ni ha cometido un genocidio, ni ha creado un sistema político como el Tercer Reich, ni es una líder hitleriana, ni tampoco ha escrito un libro como “Mein Kampf”. Por eso digo que los medios tendrían que presentar este fenómeno de forma contextualizada, no descalificadora, y los políticos, en lugar de rebatirle las proclamas, dedicarse a elaborar políticas públicas.
En Euskal Herria no existe una formación análoga. ¿Cómo lo explica?
Creo que, desde el independentismo vasco, se ha tenido la virtud de diseñar políticas públicas que han tenido un importante impacto social, aparte de que no ha caído en la tentación de competir con aquellos sectores que vinculan la inmigración con la inseguridad. Si es consciente de ello, sabe atender a los sectores más reivindicativos y estar presente en las redes sociales, es difícil que las tesis ultras prosperen. De todas formas, ningún lugar está vacunado de la extrema derecha, tampoco Euskal Herria.

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