Xandra  Romero
Nutricionista

La relación entre el sueño y el peso corporal

Siguiendo con las recomendaciones del verano, en esta ocasión toca hacer referencia a mi parte favorita de las vacaciones: el descanso. Dormir, placer entre placeres, no es sinónimo de perder el tiempo, como muchos creen, dormir y hacerlo bien es literalmente vital. Pero como este argumento es más viejo que la tierra, quizá uno más ‘atractivo’, sea su relación con el peso corporal.

En primer lugar, dormir lo suficiente es esencial para mantener un funcionamiento físico, mental y emocional saludable. La duración óptima del sueño está determinada por varias características intra e interindividuales pero una duración de 7 a 9 horas de sueño por noche se considera apropiada para mantener una buena salud en adultos de 18 a 60 años de edad, con un promedio óptimo de 7,5 horas

Sin embargo, el sueño a menudo se malinterpreta en cuanto a su impacto en muchas enfermedades crónicas, incluida la obesidad y es que la obesidad y el sueño reparador son procesos interconectados. Empezando por la infancia, la frecuencia de los trastornos del sueño es muy común en la población pediátrica, siendo entre ellos el insomnio el más prevalente. La evidencia científica actual señala a la reducción del tiempo de sueño como un hecho clave en la actual pandemia de sobrepeso y obesidad infantil.

Siguiendo con la etapa de la adolescencia, la falta de sueño está también muy extendida en esta población y tiene consecuencias en la dieta y la actividad que podría afectar a la obesidad infantil y el riesgo de enfermedades crónicas, especialmente si la falta de sueño prepara el escenario para patrones de comportamiento duraderos, de por vida, deficientes y relacionados con el peso.

Tras años de investigación sobre estos temas, parece que los nexos que conecten la deprivación de sueño y el peso corporal, está cada vez más claro.

Así, una revisión de 2018 de la revista ‘Obesity Reviews’ sobre el papel que el estrés mental podía desempeñar en la falta de sueño, el aumento del apetito y la disminución de la motivación para la actividad física, encontró que todos estos factores contribuyen al aumento de peso y la obesidad, posiblemente a través del estrés mental y es que el hecho de no descansar por estar estresado, favorece una situación de ‘pescadilla que se muerde la cola’ pues esto hace que aumente la hormona del estrés (cortisol) que agrava el insomnio y resulta además, especialmente grave a nivel emocional y también a nivel metabólico.

Según describe otra revisión de 2021, otra de las razones, parece ser la alteración a nivel metabólico, y es que dormir mal afecta negativamente a las hormonas clave de la regulación del peso y el apetito, lo que puede aumentar el peso a través de mecanismos que aumentan el hambre y reducen el metabolismo. Una reducción en la duración del sueño puede estar asociada con un aumento en las señales fisiológicas de hambre hasta un 24 % más, un aumento en el apetito y un aumento del 33% en el consumo de alimentos ultraprocesados.

Finalmente, una de las últimas revisiones de este mismo año sobre la conexión entre sueño y obesidad, concluye que la privación del sueño se asocia con un mayor riesgo de obesidad, un perfil pobre de lípidos y lipoproteínas (colesterol etc.), diabetes mellitus tipo 2, hipertensión y otras enfermedades cardiovasculares e incluso muerte prematura. Por lo tanto, para cualquier persona que quiera tener un estado de salud óptimo, la calidad y cantidad del sueño debe ser absolutamente indispensable