XANDRA ROMERO
SALUD

Redes sociales y trastornos alimentarios

El que las redes sociales se han apoderado de nuestro tiempo es un hecho. Es cierto que tienen aspectos positivos, como que sirven para estar conectados con los que tenemos lejos y también para compartir contenido de índole profesional, por ejemplo. Sin embargo, en este “compartir” olvidamos que es más fácil también que aquellos temas o asuntos que pueden resultar dañinos para ciertos sectores de la población lleguen fácilmente, siendo casi imposible tenerlos controlados.

Una de las redes sociales más utilizada por jóvenes y adolescentes y que se basa en contenido fotográfico es Instagram. Esta red social, para los que no la conozcan, permite compartir fotografías unidas a un hashtag, un término que hace referencia a cuestiones que desean ser indexadas, insertando el símbolo de numeral (#) antes de la palabra, frase o expresión. Cuando la combinación (foto y frase con hashtag) es publicada, se transforma en un hyperlink que lleva a una página con otras publicaciones relacionadas al mismo tema. De este modo, estas fotos llegan a muchísimo público en poco tiempo.

Uno de los problemas a los que ha tenido que hacer frente recientemente Instagram son los escasos recursos de la red social para frenar o controlar el contenido que promueve y glorifica los trastornos alimentarios. Así una investigación de la BBC reveló que muchas personas con anorexia y bulimia a menudo usan esta red social para compartir experiencias y “fórmulas” para adelgazar, usando algunos hashtags para hacer más accesible dicho contenido. La investigación encontró que la red social ofrecía hasta 38 alternativas de un término popular entre personas que padecían bulimia y anorexia en la plataforma e incluso que, a partir de estas búsquedas, la red sugería opciones alternativas usadas por personas que tratan de fomentar esos hábitos.

A pesar de que desde su inicio Instagram ha hecho que algunos términos no puedan ser buscados, como sucede con la mayor parte de las redes sociales, ésta no usa moderadores que busquen de manera voluntaria las cuestiones peligrosas o que vayan contra sus normas, si no que solo dispone de opciones para que seamos los propios usuarios quienes lo denunciemos. Es solo entonces cuando los moderadores revisan dichas “denuncias”.

Pero aunque la red social tenga una lista de hashtags que no se pueden usar porque promueven malos hábitos alimenticios, los usuarios logran pasar por alto esos filtros de contenido escribiendo mal deliberadamente el nombre de la etiqueta que van a usar, por ejemplo.

Después de que todo esto haya salido a la luz, la plataforma ha añadido algunos hashtags populares a la lista de etiquetas bloqueadas, además de activar advertencias que explican el peligro de acceder a ciertos contenidos.

A pesar de que la red social asegura que sigue trabajando para restringir este tipo de actividades en su sitio web y que está buscando la colaboración de “expertos” en trastornos alimenticios, el problema es tan sumamente complejo que debe ser labor de todos. Por un lado, Instagram debería trabajar estandarizando los algoritmos basados en las búsquedas de los usuarios y detectar las diferencias entre sugerencias positivas y el contenido potencialmente dañino que nos ofrece. Por otro lado, personalmente creo que esa no es la solución completa puesto que quien quiera acceder a este tipo de contenidos lo puede hacer en otra plataforma.

De modo que solo nos queda cultivar un espíritu crítico. Es crucial evitar acceder a internet cuando necesitemos respuestas, consulta o tratamiento médico pues la mayoría de las veces solo encontraremos pseudotratamientos sin ninguna evidencia científica. Y es que este mal hábito cada vez nos aleja más del mensaje de la necesaria educación alimentaria, y en ella la formación de buenos hábitos brindada por los adecuados profesionales de la salud llega obsoleta y con poca fuerza.