Txisko FERNÁNDEZ
Donostia

Salzburgo, una fortaleza a las puertas de los Alpes

Más de dos mil aficionados de la Real viajan esta semana a Salzburgo con la esperanza de ver a su equipo asaltar el Red Bull Arena, la inevitable puerta que hay que franquear para acceder a los octavos de final de la Europe League. Previamente, pueden dar un paseo por la ciudad.

El estadio de los Rotten Bullen (toros rojos) queda fuera de la ciudad, muy cerca del pequeño aeropuerto que da acceso a Salzburgo desde el aire si no se ha optado por aterrizar en el mucho más frecuentado de Munich, ubicado a apenas 140 kilómetros y con el que tiene excelentes conexiones tanto por ferrocarril como por carretera. El equipo txuri urdin tiene como misión asaltar el campo del Salzburgo y hay que esperar que no sea una misión tan complicada como lo fue, durante siglos, entrar sin ser invitado en la fortaleza que domina el casco histórico desde la proa del Festungsberg, una de las elevaciones que abrazan al río que atraviesa esta localidad austriaca.

La Fortaleza (Festung, en alemán) Hohensalzburg es más que un castillo; es un amplio recinto amurallado con austeros edificios palaciegos, antiguas caballerizas, plazas, donde hoy se puede degustar la cocina tradicional, por ejemplo, en un restaurante “colgado” de la muralla sobre el precipicio que se abre hacia la llanura del sur de la ciudad, por donde se esparcen zonas ajardinadas, lagunas y mansiones palaciegas que requieren una visita más prolongada.

Ascender a la Festung es sencillo si tomamos el funicular que parte desde una callejuela situada detrás de la Kapitelplatz. Si, tras adquirir el billete, la espera se nos hace un poco larga o ya al descender, en la misma calle se puede visitar el pequeño y curioso cementerio de la abadía de San Pedro (Petersfriedhof). Para quienes prefieran deleitarse con las vistas mientras suben a pie, un par de advertencias: por un lado, aunque no es muy larga, la pendiente es considerable en algunos tramos y es mejor llevar buen calzado; por otro, llegar por la calzada no te evita pagar el peaje de tránsito, ya que en la puerta medieval hay otra taquilla. Según la web de la oficina de turismo, en estas fechas la fortaleza se puede visitar de 9.30 a 17.00.

De la música a la mesa

Haber comenzando la visita por las alturas nos ha servido para dar un rodeo antes de tocar el tema más atractivo para los cerca de diez millones de turistas que llegan cada año a Salzburgo: la música y, más concretamente, la que compuso Wolfgang Amadeus Mozart. El gran compositor del Clasicismo nació aquí en 1756; su casa natal se conserva en la Getreidegasse, convertida en la principal calle comercial de la zona barroca, por la que hay que pasear atentos a los pasajes que llevan hasta unos cuidados patios de vecinos o hacia escondidas plazoletas.

Aunque este es el lado más monumental, conviene cruzar el Salzach por el Staatsbrücke, el puente central, y cambiar de ambiente. Aquí los bares y las cafeterías son más fáciles de encontrar, y los precios quizás sean un poco más asequibles para nuestros bolsillos. Los más intrépidos pueden penetrar por la Steingasse, una estrecha calle paralela al río y situada bajo otra de las colinas principales, la Kapuzinerberg, donde hay algunos bares de ambientes más alternativos.

En esta orilla del río, pero hacia el otro lado del puente, volvemos a encontrarnos de bruces con la música clásica, en esta ocasión con la casa natal de Herbert von Karajan, el director de orquesta fallecido en 1989, y con otra de las pequeñas joyas de la ciudad, como es el Teatro de las Marionetas, donde se puede disfrutar de la ópera a cualquier edad con una perspectiva muy divertida.

Para concluir, una mínima guía gastronómica. Como estamos a las puertas de los Alpes Bávaros y del Tirol, si queremos menú completo, lo habitual es que nos sirvan platos potentes, muy adecuados para calentarnos en esta temporada invernal (durante estas jornadas amanecerá con temperaturas bajo cero y no se alcanzarán valores positivos salvo al mediodía). También podemos recurrir a las típicas variedades de salchichas en plan perrito caliente o a la jarra de cerveza acompañada de bretzels (esa especie de rosquillas de pan salado entrelazadas). Y para merendar, recomendamos el nockerln, un soufflé local que puede endulzar la visita a una ciudad que también carga con la herencia del musical hollywoodiense “The Sound of Music” (“Sonrisas y Lágrimas”).