Dabid LAZKANOITURBURU

Encendido debate en EEUU sobre un bloqueo contra Cuba que dura ya 53 años

Tabú hace pocos años, el debate en torno a la necesidad de normalizar relaciones con Cuba concita cada vez más adhesiones en los círculos políticos y mediáticos de EEUU. El bloqueo es visto como obsoleto y económicamente contraproducente para una potencia que no vive precisamente sus mejores tiempos.

El diario «The New York Times» ha publicado recientemente cinco editoriales en otros tantos fines de semana en los que aboga por el final del embargo y por la normalización de relaciones bilaterales, lo que incluiría el intercambio de prisioneros y la retirada de la isla caribeña de la lista de países «patrocinadores del terrorismo».

Esta apelación a la restauración de las relaciones diplomáticas bilaterales, rotas por Washington tras el derrocamiento en 1960 del dictador Fulgencio Batista, no es nueva en ese diario. Sí su insistencia, que cobra especial relieve habida cuenta de que es considerado uno de los más influyentes en los círculos políticos de Washington, sin obviar su repercusión mundial. Otra cosa es su influencia -escasa- en EEUU.

En plena efervescencia del debate, cobra nueva luz el saludo que intercambiaron los presidentes de EEUU, Barack Obama, y de Cuba, Raúl Castro, en las exequias en homenaje a Nelson Mandela el 10 de diciembre de 2013. El apretón de manos entre los responsables políticos de dos enemigos históricos, ¿fue algo improvisado? ¿O un guiño diplomático previamente concertado?

Hay razones de peso, como el sentido común, para excluir las improvisaciones, por otro lado raras en diplomacia. EEUU tardó 30 años en restaurar relaciones con China, 20 para reconocer a Vietnam y 16 para asumir la realidad de la ya extinta URSS. Y mantiene desde 1961 un embargo contra una isla de la que le separan 90 millas. 53 años.

Pero subyacen razones más egoístas que el sentido común. Y es que EEUU mira con preocupación el creciente ascendiente de China, su gran rival, en Latimoamérica. El gigante asiático es el tercer socio comercial de Cuba, por detrás de la UE y Venezuela. Y es evidente el interés de la «nueva Rusia» en profundizar sus relaciones con la isla, debilitadas tras la extinción de la URSS.

Destacan a su vez las crecientes dificultades de EEUU para justificar su política contra Cuba y el coste que tiene ésta para su relación con el continente latinoamericano, sin olvidar los insistentes llamamientos de Naciones Unidas (ya van 22 votaciones) exigiendo el fin del embargo. Los países latinoamericanos podrían boicotear la Cumbre de las Américas de abril en Panamá si EEUU insiste en impedir la presencia de Cuba, invitada por el país anfitrión.

Hay quien ve en el tiempo que queda para esa cita una oportunidad inmejorable para que la Casa Blanca dé siquiera inicio a un proceso de deshielo de relaciones. Más cuando el debate sobre el final del bloqueo a Cuba es cada vez más transversal y concita el acuerdo tanto de demócratas como de republicanos. Entre estos últimos destaca el nombre de Patrick Buchanan, excandidato a la Presidencia y quien en su día redactaba los discursos del desaparecido Reagan, uno de los presidentes de EEUU más agresivos contra Cuba. Más, si cabe, sorprende el llamamiento a promover relaciones e intercambios con Cuba que firmó, entre otros, John Negroponte, mano derecha de Kissinger en la operación Cóndor chilena y quien, desde su Embajada en Honduras, dirigió a la Contra en su guerra frente a la Nicaragua sandinista para ser nombrado jefe de la CIA por George W. Bush tras el 11-S.

Ello no quiere decir que las posturas ultramontanas hayan desaparecido. Y son igualmente bipartidistas, aunque coinciden en su adscripción al universo de los grupos anticastristas. Ted Cruz y Marco Rubio, posibles candidatos republicanos a la Casa Blanca, van de la mano con representantes demócratas como Joe García o Robert Menéndez.

Estos últimos confían en que la derrota demócrata en la elecciones de medio mandato ate de manos a Obama y le impida tomar iniciativa alguna en este tema. Por de pronto el final del embargo debería ser aprobado por el Congreso de EEUU, en manos de los republicanos.

No será fácil, pero parece irreversible, y más cuando EEUU no está geopolíticamente para perpetuar problemas en un mundo cada vez más multipolar y cuando la UE ha abandonado la política de acoso contra Cuba que lideró el expresidente español Aznar. Como recordaron los senadores Leahly (demócrata) y Flake (republicano), «en lugar de aislar a Cuba no hemos hecho otra cosa que aislar a nuestro país con prácticas obsoletas». El intercambio de prisioneros entre los tres que quedan del Grupo de los Cinco y Alan Gross, que cumplió ayer cinco años preso en Cuba, sería un buen principio.

La lucha contra el ébola une a dos enemigos históricos

A principios de noviembre el anticastrista Diario de Cuba se hacía eco de una información sobre la inauguración en la capital de Liberia, Monrovia, de un centro de tratamiento del ébola financiado por la Agencia Estadounidense para el Desarrollo Internacional (la famosa USAID).

La noticia no tendría mayor relieve, más allá del sanitario y teniendo en cuenta la histórica y estrecha dependencia de Liberia respecto a EEUU, si no fuera porque en el centro de la USAID trabajan médicos y personal cubanos.

La colaboración sobre el terreno entre Cuba y EEUU contra una epidemia que corre el riesgo de convertirse en pandemia en el oeste de África ha levantado ampollas en los medios anticastristas, que han llegado a acusar de hipocresía a La Habana por colaborar con una agencia, la USAID, a la que acusa históricamente de utilizar la ayuda humanitaria con objetivos de desestabilización política. D.L.