Mikel ZUBIMENDI
DONOSTIA
ENTREVISTA

«Hay que hacer pueblo, no primero el mapa y luego ya veremos»

Beatriz Akizu y Mario Zubiaga, responsable y coordinador científico del área de Estructura Sociopolítica de Eusko Ikaskuntza, respectivamente, dirigen el proyecto del Libro Blanco de los territorios de Vasconia, proceso acumulativo enfocado a la sociedad y de largo alcance que intenta proponer una forma alternativa de entender la territorialidad.

Eusko Ikaskuntza se encuentra en vísperas de su centenario. Desde su creación en 1918, esta entidad científica y cultural se ha caracterizado por un espíritu y un compromiso de servicio al país. Sus aportaciones han sido vitales en el devenir de Euskal Herria: Euskaltzaindia, primer proyecto de universidad vasca, primeros libros de texto de las ikastolas, redacción del estatuto de autonomía vasco-navarro... Hasta que la guerra del 36 cortó su trayectoria, los frutos que dio fueron muchos y fecundos.

GARA se reúne con Beatriz Akizu y Mario Zubiaga para desgranar el proyecto ‘‘Cohesión y Solidaridad, Libro Blanco de los Territorios de Vasconia’’ que dinamizan y pretenden presentar, aunque no para darlo por terminado, en el marco del XVIII congreso que Eusko Ikaskuntza celebrará en 2018. Preguntamos a nuestros interlocutores si aquel compromiso fundacional puede encontrarse en este proyecto, si es un volver a los orígenes.

«Creemos que sí. En cierta forma Eusko Ikaskuntza intenta responder al reto que supone el tránsito del siglo XX al siglo XXI para los territorios de Euskal Herria. Cuando se creó, intentó ayudarlos a hacer el tránsito del siglo XIX al siglo XX. Eran años muy convulsos, surgieron nuevas ideologías, la revolución soviética, el paso de estructuras de tipo oligárquico a otras en las que se suponía que existía el sufragio universal. Además, en Euskal Herria veníamos de una situación de conflicto, del fin de la última guerra carlista, del fin del ciclo foral y la necesidad de adaptar la reivindicación de autogobierno a los procesos de democratización que se estaban dando en ese momento. Eusko Ikaskuntza les ayudó a adaptarse a la modernidad que suponía el siglo XX. Ahora, curiosamente, también se está cerrando un ciclo de conflicto, hay cierto paralelismo histórico. No es que seamos muy aficionados a la cíclica de la historia, pero es cierto que hay una cierta sintonía».

Zubiaga profundiza en la reflexión: «En cierta forma se intenta hacer casi lo mismo, ayudar a los territorios de Euskal Herria a adaptarse a los retos de no sé si llamarlo la posmodernidad o la ultramodernidad. Uno de ellos es la profundización del principio democrático como tendencia global. Eso explica que dirijamos nuestra labor a la sociedad civil. Intentamos proponer una especie de paraguas programático de todos los territorios que ya están institucionalizados, un elemento de cohesión y solidaridad. Eso da la oportunidad para que luego puedan convertirse en políticas públicas en función de las mayorías y la voluntad de la ciudadanía de cada ámbito».

Este proceso intenta atraer a un gran número de personas, conocimientos académicos y capacidades, es una dinámica progresiva y acumulativa. En 2018 quieren presentar a la sociedad vasca propuestas y escenarios de futuro, ofrecer unas buenas bases sobre las que estructurar debates de país y de futuro.

Libro Verde, Libro Blanco

Preguntamos sobre la metodología. «Hemos utilizado la del Libro Verde, Libro Blanco, que es muy usual, ahí está el Libro Blanco europeo, etc. Ahora estamos en el borrador del Libro Verde, que ya está elaborado; queremos ampliarlo más para darle el broche final en los cursos de verano de la UPV-EHU. Este básicamente elabora un mapa conceptual de las ideas que a nivel mundial se están trabajando en relación al concepto de territorio, su cohesión, ordenación... además de hacer un diagnóstico de cuál es la situación actual de los territorios vasco-navarros».

«No queremos –prosiguen– dinámicas de enmienda. Buscamos aportación, una visión poliédrica de sensibilidades y procedencias distintas en torno a cuatro bloques temáticos: Historia, mapa del euskara, geopolítica, paisaje; articulación político-institucional interna y externa de los territorios y gobernanza democrática interna; capital social, gestión de la diversidad, territorio digital, narrativas territoriales, «nation branding» o marca país, cuestiones más de tipo cultural y simbólico; ordenación del territorio, de la tierra, del espacio físico, sostenibilidad».

El Libro Blanco les llevará todo el año 2018, pero su perspectiva es a más largo plazo. «Entrará ya en el ámbito propositivo, con escenarios posibles, pero no será cerrado ni definirá un futuro claro. Dará relieve a un suelo común, básicamente consensuado, con otros ejes que, sin ser consensuados, pueden servir de referencia para todos los territorios de Vasconia».

Cuando hablan de territorialidad, aluden al conocimiento mutuo entre territorios y la creación de sinergias. Les invitamos a reflexionar sobre el hecho de que para muchos compatriotas es algo unido a un mapa, como diría Jorge Oteiza, a la recuperación del cromlech que compacta nuestra comunidad y la arma espiritualmente.

«Ha habido una cierta exacerbación de la visión político-institucional de la territorialidad. Una especie de colonización respecto a dimensiones que siempre han estado presentes, desde muy antiguo, que son muy profundas y han sido relativamente pacíficas, de forma que podías ser de izquierda o derecha, abertzale o no, unionista o no, pero se aceptaba que había unos territorios vasco-navarros y la terminología de Vasconia; en euskara, Euskal Herria».

«Eusko Ikaskuntza quiere partir de ahí –profundizan–. No aparta la cuestión político-institucional, pero quiere llegar a ella en función de esas dimensiones, que son pacíficas y que todos entienden que conforman una escala muy adecuada para responder a las necesidades que definen la globalización y la aceleración de la modernidad: agarrarse a algo, y eso, en todo el mundo, es el territorio, la tierra y la comunidad. Eso no puede ser sinónimo de muro, frontera; tiene que hacerse desde la justicia social, la igualdad, el desarrollo humanamente sostenible, valores que entroncan muy bien con esa territorialidad profunda, como el auzolan, la defensa de lo común, que no sintonizan con las tendencias más perversas de la globalización».

Potencial de lo democrático

Todo ello, siguen nuestros interlocutores, «nos llevará a una concepción político-institucional y a un mapa. No sabemos si será de siete, de cinco o de dos, irá conformándose progresivamente en función de que vayamos asumiendo y compartiendo un suelo común sobre las sinergias y los ejes que se irán solapando de forma que definan en los territorios de Euskal Herria un espacio densificado. Y esa densificación necesitará en momentos concretos una cristalización política. Así se permite que tomen parte distintas sensibilidades, partir desde abajo, acumulativamente».

Hasta ahora territorialidad se conjugaba con unidad; en singular («Euskal Herria, bat, batua eta bakarra munduan»); Akizu y Zubiaga hablan de cooperación; en plural («Lurraldearen territorioak»).

«Hay diferentes narrativas, imaginarios, partes de sentimientos distintos, hay que conjugar voluntades ciudadanas para definir el futuro, los grados de articulación, de autogobierno que van a tener esos territorios. La potencialidad de lo democrático es enorme, la gente quiere decidir también sobre eso, sintonizando así con lo que en el mundo se entiende que es el modelo político éticamente más defendible y avanzado», continúan.

La referencia a un suelo común resulta constante. Insisten en una idea: «Los territorios vasco-navarros tienen una escala perfecta para resistir frente a las perversidades de la globalización, porque son un huerto ecológico. Una escala relativamente pequeña, muchas especies, muchas lenguas y culturas... eso es un capital, no un problema. La cuestión es seguir gestionándolo de forma ecológica para que las especies que tienes, que te dan esa pluralidad, esa capacidad de resistencia frente a la plaga, se mantengan en su variedad».