Mikel Zubimendi
CONFLICTO DE LA REPRESA DE SIVENS

París para la obra tras asumir que el ecologista murió por disparo policial

La prohibición del uso de granadas por parte de los cuerpos antidisturbios de la Policía francesa y la paralización de las obras de la represa de Sivens son las primeras consecuencias políticas a cuatro días de la muerte del joven 21 años Rémi Fraisse en una protesta en defensa del humedal del Testet. Las investigaciones niegan la primera versión oficial e indican que la causante de la muerte del jóven manifestante fue una granada lacrimógena de la Gendarmería .

El procurador de Albi, Claude Dérens, tuvo que retractarse y admitir ayer que el joven Rémi Fraisse habría muerto por el impacto de una granada lacrimógena -u ofensiva- lanzada por la Gendarmería durante los duros enfrentamientos que se produjeron la noche del sábado al domingo en relación al polémico proyecto de represa hidrológica de Sivens, en el departamento de Tars, situado en la región de Midi-Pirénées. El descubrimiento en la ropa de Fraisse de rastros de TNT, uno de los componentes de las cargas de las granadas, ha permitido determinar que murió a manos de la Gendarmería. Y ha obligado, a la luz de las evidencias y por la presión popular, a romper su silencio al presidente Hollande y al primer ministro Valls. Tras unos primeros días en los que ni siquiera se citaba por su nombre a Fraisse y se defendía a capa y espada a los gendarmes, ayer mostraron «sus condolencias» a la familia.

Precisamente la abogada de la familia, Arié Alimi, recordó que «la hipótesis que sosteníamos se confirma: es una granada de los gendarmes». Asimismo, defendió que «a la tragedia vivida por Rémi, su familia y sus allegados, se une un escándalo sin precedentes del que cada uno deberá sacar sus conclusiones, para que la violencia de Estado, en todas su formas, nunca más pueda ejercerse así».

Ante la conmoción general provocada por el caso, que en muchos casos se ha expresado en violentas protestas, el Ejecutivo francés se ha visto forzado a tomar medidas concretas. Por un lado, el muy criticado ministro de Interior, Bernard Cazeneuve, anunciaba que los antidisturbios dejarán de utilizar ese tipo de material. Por otro, la ministra de Ecología, Ségolène Royal, confirmaba la suspensión de las obras confiando en que «se sienten bases serenas» con el objetivo de buscar «soluciones equilibradas» que permitan «reconciliar la protección del medio ambiente con la creación de actividad económica».

Intereses y fuerte oposición

Huelgas de hambre, ocupación de terrenos, chabolas en los árboles... la contestación en forma de desobediencia hacia la represa había tomado todo tipo de formas. El proyecto, polémico desde su inicio hace años, pretendía crear una reserva de agua de 1,5 millones de metros cúbicos para regar tierras agrícolas.

Sus detractores afirman que destruiría más de 13 hectáreas de zonas húmedas, una reserva de biodiversidad de gran valor. Consideran «estúpido» el proyecto, con un coste-beneficio muy dudoso y que respondería a los intereses de unas decenas de agricultores y a un modelo de explotación intensivo.

De hecho, entre el lobby defensor de este proyecto se encuentra el sindicato agrario FDSEA y entre los opositores la Confédération Paysanne, que representan dos modelos diferentes de agricultura. El presidente de Consejo General, Thierry Carcenac, se habría alineado con el FDSEA. Intentó tirar adelante por la fuerza, al margen de todo debate público y usando el rodillo, lo que radicalizó aún más la protesta, que aunque se haya intentado caricaturizar por ciertos medios como algo de «hippies y perroflautas que no respetan nada», ha conseguido la adhesión y la simpatía de multitud de pequeños agricultores, ediles locales y jóvenes universitarios.

Quizá, en el fondo de este proyecto subyace el problema fundamental de intentar una vez más plegar la tierra a un modelo agrícola concreto en vez de adaptarse mejor al medioambiente que nos rodea. Un problema ciertamente antiguo, tan antiguo como el oficio del agricultor, pero que debe ser resuelto si se quiere evitar ir hacia una desaparición progresiva del mundo agrícola y de los ecosistemas naturales. Una senda suicida con episodios trágicos.

Rémi Fraisse, un joven lleno de vitalidad, era miembro de un grupo botánico y protector de la flor ranunculus ophioglossifolius, del género de los ranúnculos, que crecía justamente en los humedales que la presa de Sivens haría desaparecer. Murió defendiendo pacíficamente a su flor. Una metáfora llena de fuerza. Ya lo dijo la poeta Emily Dickinson: ser flor es una gran responsabilidad.