
La investidura del presidente español se adentra en una incierta guerra táctica. Por la mañana, Pablo Iglesias lanzaba una oferta de gobierno tripartito con Pedro Sánchez de presidente, él mismo como segundo e incluyendo a Izquierda Unida. El secretario general del PSOE, atónito y visiblemente incómodo, toreaba como podía la rueda de prensa posterior. Se limitó a intentar ganar tiempo al instar al todavía presidente, Mariano Rajoy, a presentarse ante el Congreso para ser vapuleado. El inquilino de Moncloa, que tiene fama de ser previsible, respondió quebrando la cintura de Sánchez. No se presentará ante la Cámara Baja para ser reelegido ya que no cuenta «por ahora» con los votos suficientes y deja la pelota en el tejado de Ferraz. Al final, el único líder que no fue capaz de marcar línea política durante todo el día es el que tiene el mandato para intentar ser presidente. Aunque se trate de un regalo envenenado.
Si alguien hubiese vaticinado a primera hora de la mañana qué es lo que iba a ocurrir a lo largo de la maratoniana jornada hubiese sido tachado de lunático. Así que es mejor relatarlo por orden cronológico. Pasadas las 12.00, Iglesias irrumpía en la sala del Congreso acompañado por su plana mayor: Iñigo Errejón, Carolina Bescansa, Irene Montero, Julio Rodríguez, Victoria Rosell y Xabi Doménech, de En Comú Podem. Puesta en escena solemne para lanzar una propuesta de gobierno «de cambio» compuesto por PSOE, Podemos y UP. Quienes acompañaban al aspirante a vicepresidente representaban al equipo que el partido morado querría colocar en carteras.
Composición gubernamental al margen, Iglesias desgranó sus condiciones: cien días de plan de choque social y cambios constitucionales en términos de «defensa de la justicia social, blindaje ante la corrupción, reforma de la Justicia, reforma del sistema electoral y defensa de la unidad de España desde la plurinacionalidad». Este último punto, que es el centrado en Catalunya, se plasma en un ministerio del ramo, que Iglesias querría que Doménech dirigiese. También en la propuesta de referéndum aunque «por lo bajini». Podemos está intentando sacar del debate la consulta en Catalunya para evitar que se convierta en el arma de Ferraz con la que culparle de la frustración que podría generar un pacto de difícil plasmación. Los votos del hipotético tripartito no suman. Se necesitarían los apoyos de PNV o ERC, lo cual sitúa la cuestión de las naciones sin Estado en el centro del debate.
Se entera a través del Borbón
Mientras Iglesias hablaba, Sánchez se encontraba reunido con Felipe de Borbón. Allí, en Zarzuela, se enteró el secretario general de que había sido propuesto como presidente. Una jugada que pilló a contrapié a todo Ferraz. Quedó en evidencia por los barones citados por diversos medios y quedó todavía más claro cuando el secretario general del PSOE abrió la boca. «Respetar los plazos» fue la fórmula empleada por Sánchez para intentar ganar tiempo y confiar en que Rajoy se lanzase a una investidura que tenía imposible. Presentó ocho «grandes acuerdos» que no son más que lo que el PSOE defendió en campaña y dejó que transcurriese el tiempo intentando decir lo menos posible. Únicamente, que solo empezaría a negociar cuando el actual inquilino de la Moncloa fracasase en su intentona.
Con esto Sánchez ganaba margen, sí, pero también se condenaba a un diálogo contrarreloj. Desde el momento en el que se celebra el primer debate de investidura comienza el plazo de dos meses que, si se cierra sin acuerdo, obliga a convocar nuevas elecciones. Su único titular: está dispuesto a que las negociaciones con Podemos se emitan por streaming. Es poco bagaje, pero tampoco se puede olvidar que todo lo que haga está condicionado por una resolución del Comité Federal que sitúa la demanda de una consulta como «línea roja» antes de siquiera sentarse a hablar y que tiene previsto el sábado 30 otro cónclave donde sus díscolos, pero poderosos, barones le esperan para marcarle el terreno.
López fue pactado con el PP
A la espera de que Mariano Rajoy compareciese, el plan de Iglesias había cumplido su objetivo: comerse cualquier mensaje que Sánchez quisiese colocar en la prensa y dejarle acorralado. La puntilla se la dio Mariano Rajoy. Hacia las 20.00, un mensaje de la jefatura del Estado anunciaba que el presidente en funciones no presentaría su candidatura a ser investido. Lo único que tenía Sánchez era tiempo y el líder del PP decidió arrebatárselo. No renuncia a repetir como jefe de Gobierno, pero asume que, por ahora, no tiene mayoría suficiente.
«Que decida Pedro» es la consigna, tanto en Génova como en Princesa (sede de Podemos). Tras el órdago de Iglesias, Rajoy dejó clara la alternativa: tripartito con PSOE y Ciudadanos, en el formato que ellos quieran, y con él como presidente. Además, dejó dos recados. El primero, que si otro intenta gobernar lo tendrá muy difícil ya que el Senado está controlado por el PP. El segundo, obvio pero directo contra Sánchez, que la elección de Patxi López como presidente del Congreso no fue gratis. Que hubo acuerdo también con ellos, aunque Ferraz intente negarlo. Con todo en el aire, vuelta a empezar. El lunes, López se verá con Felipe de Borbón y el miércoles empieza otra ronda.
Aunque es evidente que el encuentro más importante será el Comité Federal del PSOE del sábado. Ahí se juega todo. Escuchando a César Luena a última hora es evidente que en Ferraz todavía no han digerido el día.
El debate sobre la consulta, en la indefinición de siempre
Si la consulta catalana es una «línea roja» para Podemos supone una de las preguntas más veces formuladas desde el 20D. Y la indefinición sigue ahí. Ninguno de sus portavoces ha dicho que lo sea para sentarse a hablar, tal y como especifica la resolución del Comité Federal del PSOE. Otra cosa es si podría ser sacrificada para lograr un acuerdo con Ferraz. Ayer Pablo Iglesias insistió en que preguntar a los catalanes sigue siendo su apuesta. E insistió en que En Comú Podemos ganó las elecciones estatales en el Principat con esa propuesta. Sin embargo, siempre se insiste en no ubicarla como barrera para hablar con el PSOE. Lo que sí que se empezó a desgranar es el plan para el cambio constitucional en el Estado. Algo que afecta, ya que Podemos siempre ha ubicado ambos procesos en paralelo con la convicción de que «una España diferente» permitiría seducir a quien hoy es independentista. Iglesias explicó que, para atraer al PP, que es reacio a los cambios, propondría una consulta en todo el Estado preguntando si hay que bambiar la Carta Magna. Quizás en ese momento intentarían colocar la pregunta en Catalunya. Dos pájaros de un tiro.A.P.

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