Sara Gómez Armas (Efe)

La violencia y las diferencias internas ponen al Gobierno israelí en la cuerda floja

El Ejecutivo de Naftai Bennett se encuentra en una situación difícil, con duros enfrentamientos en los territorios palestinos ocupados y críticas en el seno del Gobierno de coalición.

El ministro de Exteriores, Yair Lapid, junto al primer ministro, Naftali Bennett.
El ministro de Exteriores, Yair Lapid, junto al primer ministro, Naftali Bennett. (Maya ALLERUZZO | AFP)

Israel retoma este lunes la actividad política tras un receso legislativo de casi dos meses con el Gobierno de coalición sumido en su mayor crisis hasta la fecha, después de haber perdido la mayoría parlamentaria, con grandes discrepancias internas y acechado por el aumento de la violencia con los palestinos.

Durante el parón, Israel ha sufrido seis ataques cometidos por palestinos o árabes-israelíes, con un saldo de 18 muertos, además de producirse violentos enfrentamientos en la Explanada de las Mezquitas en Ramadán; lo que ha tensado la situación de seguridad y enarbolado a los sectores más radicales del arco político.

El partido árabe islamista Raam, que aporta a la coalición cuatro diputados, anunció hace tres semanas que «congelaba» su participación en el Ejecutivo presionado por su electorado a raíz de los choques violentos en la Explanada de las Mezquitas en el segundo viernes de Ramadán, que dejaron 150 palestinos heridos y más de 400 detenidos, incidentes que se han repetido cada viernes.

Raam no ha modificado aún esa postura, y varios de sus diputados creen que no deben permanecer en un Gobierno que no respeta el statu quo en el recinto –la Policía israelí entró en la mezquita de Al Aqsa, algo que enerva a los palestinos y al mundo árabe–; aunque su líder, Mansur Abbas, sí parece dispuesto a mantener a flote la coalición.

«Queremos ver logros políticos y fortalecer la posición política de nuestra sociedad árabe, por lo que hemos sido muy pacientes dentro de la coalición», indicó Abbas este fin de semana en una entrevista a un periódico saudí, consciente de que su electorado tiene más que ganar dentro del Gobierno que fuera.

Dividida y condicionada por el movimiento islamista al que está adscrito el partido, la ejecutiva de Raam tiene previsto reunirse este viernes para decidir si se desmarcan o retornan a la coalición. Si la decisión es salirse, el Ejecutivo quedará en clara minoría en el Parlamento imposible para gobernar.

«Creo que llegaremos hasta el reinicio del curso político, y luego tendrá que preguntarme otra vez», dijo el ministro de Exteriores y próximo primer ministro rotatorio, Yair Lapid, a Efe pocos días después de que Raam pausara su vinculación con el Gobierno, un plazo de supervivencia que expira hoy, cuando Israel vuelve a sumirse en las arenas movedizas de la incertidumbre política.

El Gobierno ya perdió su mayoría el pasado 6 de abril, cuando la diputada Idit Silman, del partido nacionalista Yamina –el del primer ministro Naftai Bennett– se desligó del Ejecutivo, con lo que cualquier pugna legislativa en la Knesset, el Parlamento israelí, queda ahora con un empate técnico entre el bando gubernamental y la oposición de 60-60, lo que obliga a la coalición a buscar aliados en otros partidos para sacar leyes adelante.

El riesgo deserciones dentro del Gobierno no solo viene del lado árabe, sino también del extremo más a la derecha, ya que Silman está tratando de seducir a otros dos diputados de Yamina para seguir sus pasos, Abir Kara y Nir Orbach, aparentemente descontentos porque la coalición no estaría avanzando leyes que contenten a sus votantes, la mayoría de ellos colonos.

La polémica decisión del Gobierno, que se hará efectiva el jueves, de aprobar 4.000 nuevas viviendas en colonias judías en la Cisjordania ocupada, algo que ya han protestado los socios más a la izquierda e incluso EEUU, tendría como objetivo evitar más desbandadas por la derecha en el seno del Ejecutivo, según medios hebreos.

Ofensiva de la oposición

El ala derechista que conforma la oposición, liderada por el Likud del ex primer ministro Benjamin Netanyahu junto con partidos ultraortodoxos, también se está movilizando para tumbar al Gobierno y se espera que hoy mismo lleven a la Knesset una moción de confianza, que sin embargo, es difícil que prospere.

«El Gobierno ha perdido su mayoría en la Knesset, no tiene legitimidad», indicó ayer en un comunicado conjunto la oposición, reunida en la sede de Likud en Tel Aviv, donde se comprometieron a emprender «una lucha decidida y unificada» contra el Ejecutivo de Benet-Lapid.

La prensa hebrea publica que la oposición también tiene previsto presentar el miércoles un proyecto de ley para derrocar el Gobierno, aunque para que sea efectivo tendrá que aprobarse en tres lecturas en futuras sesiones parlamentarias.

Un proyecto de ley para disolver la Knesset requiere 61 votos, lo que significa que la oposición también necesitaría asegurar otro desertor de la coalición, algo que aún no ha logrado pese a haberlo intentado insistentemente.

La crisis del Gobierno se produce en medio de una ola de violencia en el país, con decenas de muertos, la mayoría palestinos. La oposición también está utilizando esta situación para vender la imagen de un Gobierno débil.