No se puede comparar esta modesta producción de cine nórdico con la franquicia de Hollywood “Piratas del Caribe”, aunque el origen de ambas es algo similar. “Capitán Diente de Sable y el tesoro de Lama Rama” ha costado apenas siete millones de dólares, y aún así es la película más cara del género de aventuras infantiles en toda la historia del cine hecho en Noruega. Su competidor estadounidense nació como una atracción en Dinseyland, y el personaje de Kaptein Sabeltann fue creado para una función teatral por Terje Formoe, que empezó a representarse en un parque zoológico.

Los niños y niñas noruegos están muy identificados con esta figura imaginaria de la piratería, pero a nuestro ojos carece de toda esa mitología localista, puesto que “Capitán Diente de Sable y el tesoro de Lama Rama” es la primera entrega que nos llega de un fenómeno que nos pilla tan de lejos. Parece ser que, además de las representación teatrales, allí se ha hecho una serie de televisión, un largometraje de animación, y cuatro versiones filmadas de las obras de Formoe. Por no hablar de una línea completa de juegos, con su consiguiente merchandising.

Hay dos características principales en la película, que resultan comunes al cine escandinavo infantil. Los protagonistas siempre son menores, que acompañan al héroe en sus aventuras poniéndose a su mismo nivel, para que así el público de esa edad puede interactuar con ellos. Aquí es más fácil introducir a un niño como grumete, y quien hace dicha función se llama Pinky. Por aquello de la paridad le sigue una niña llamada Verónica, que es la hija de los dueños de una taberna de corsarios, y de ahí la amistad que establecen sin problemas. Luego está el elemento exótico, que no ha de faltar en un entretenimiento veraniego para climas fríos. Lama Rama es un paraíso que podría haber salido de la imaginación de Terry Gilliam.