La desconocida historia de las mujeres compositoras
La historia social de las mujeres compositoras, prácticamente invisibilizadas frente a sus colegas masculinos, es el tema central de «Los sonidos del silencio», la más reciente publicación de la pianista, compositora y arquitecta barcelonesa Anna Bofill Levi.

Pocas artes tienen a sus espaldas una historia de patriarcado tan dominante como la música. En la pintura o la literatura el número de mujeres que han logrado desarrollar carreras siempre ha sido muy inferior al de los hombres, pero en el ámbito de la música los nombres femeninos prácticamente desaparecen de cualquier lista de grandes compositores. Resulta paradójico, porque al ser la música un arte abstracto podría permanecer ajena a cualquier diatriba de género, pero la represión que la sociedad ha ejercido sobre las mujeres compositoras ha marcado profundamente el devenir de esta especialidad en occidente, Ese sexismo sigue, de hecho, muy vigente y afecta hasta a grandes estrellas como Björk, quien hace unos meses denunciaba la tendencia de los medios de comunicación a minimizar el peso de su trabajo creativo para acreditárselo a sus colaboradores masculinos, como si una mujer no pudiera sentarse frente a una mesa de mezclas sin tener a un hombre detrás que le diga lo que tiene que hacer.
La realidad, por supuesto, es que la historia está repleta de mujeres compositoras a las que se les negó la visibilidad que merecían. «Para entenderlo hay que remontarse a la condición social y económica de estas mujeres y al pensamiento filosófico y moral en torno a lo que era una mujer», explica Anna Bofill, autora de “Los sonidos del silencio”, un ensayo que repasa la creación musical de las mujeres a lo largo de la historia. «Tenían demasiados impedimentos: no podían estudiar y estaba muy mal visto que se ganaran la vida escribiendo música o dando conciertos. Se les cerraba el acceso al ámbito público y eran posesión y uso de sus consortes. Para ser compositoras debían entrar en los dominios de lo masculino y eso era muy complicado. Pocas compositoras lo consiguieron y se perdieron muchos talentos».
Aunque la musicología de género ha sacado a la luz a muchas compositoras en las últimas décadas, Bofill cree que aún queda mucho camino por recorrer. «Hay publicados libros parciales, generalmente compilaciones de artículos o actas de jornadas. También se han hecho tesis doctorales, especialmente en los Estados Unidos. Pero no existía ningún libro que aporte una visión general, desde los inicios de la música hasta el presente, de la mujer compositora y su ubicación en la sociedad». En esa dirección apunta el nuevo libro de Bofill, editado por Aresta, que es la conclusión de casi treinta años siguiendo el rastro de compositoras de todas las épocas. «Tenía mis hombres compositores favoritos, pero hasta finales de los 80 ni me había planteado que hubiese también mujeres compositoras», recuerda Bofill. «Desde entonces fui investigando el tema, al principio como un hobby, más tarde participando en congresos de musicología feminista. Recopilé gran cantidad de material que me ha llevado hasta el libro que presento ahora».
Grandes desconocidas
¿Quiénes fueron algunas de estas compositoras, y cómo tuvieron que vivir para poder satisfacer su pasión por la música? «Es complejo porque en cada época la situación es diferente», responde Bofill. «Hay momentos más brillantes, como el Renacimiento, en que las mujeres fueron más libres, pero en otras épocas prácticamente debían prostituirse, hacerse amantes de algún hombre influyente, para acceder a la cultura». Salvo en el Renacimiento, la mayoría de mujeres compositoras anteriores al siglo XX pudieron serlo porque eran ricas o de familia aristócratica. O de la alta burguesía, como Fanny Mendelssohn, hermana de Félix Mendelssohn, hijos ambos de un banquero en Hamburgo. «Ella no necesitaba ganar dinero –comenta Bofill–. Componía y daba conciertos los domingos en su casa, para familiares y amigos, con sus obras y las que escribía junto con Félix. Pero esas partituras se publicaron bajo el nombre de su hermano. Por eso, en la fundación Mendelssohn de Berlín actualmente dudan de la autoría de una buena parte del catálogo de Félix, que habría que considerarlo, como mínimo, obra conjunta».
Si hubo una compositora que sí fue un referente en su propia época, esa fue la abadesa Hildegarda de Bingen, «un equivalente a Leonardo Da Vinci», según Bofill. «Vivió entre los siglos XI y XII, se carteaba con el Papa y con los emperadores de la época, y además de música fue doctora en medicina, sabía de poesía, de literatura y de filosofía». Hildegarda de Bingen fue, además, la primera compositora que se ha estudiado realmente bien en tiempo modernos, abriendo la vereda a la recuperación de la obra de otras mujeres. «En el Renacimiento –prosigue Bofill–, en Italia destacan Francesca Caccini, cuya obra es muy valorada, o Maddalena Casulana, la primera mujer de la que se publicó una partitura. En el Barroco tenemos a Élisabeth Jacquet de la Guerre, francesa, contemporánea de Couperin y Lully, que a los 14 años escribió unos ballets que bailaba el Rey Sol. En la época de Haydn destacan Anna Bon, en Venecia, y Maddalena Lombardini. Y en el Romanticismo Clara Schumann y Fanny Mendelssohn, junto con otra gran mujer, Ethel Smyth, lesbiana y sufragista, que compuso el himno de este movimiento. Hacia finales del XIX hubo en Alemania más autoras, y en Francia, e incluso alguna vasca, como Emiliana de Zubeldia, ya entrado el siglo XX».
En los últimos 100 años el reconocimiento de las mujeres creadoras ha mejorado mucho, ¿pero sigue la composición siendo un terreno claramente patriarcal? «Depende de los sectores», puntualiza Bofill. «En España varía mucho en función de las políticas de cada autonomía, en algunas estamos más reconocidas que en otras. A nivel europeo destacan Alemania y los países nórdicos, donde las políticas de igualdad siempre han ido un paso por delante». La propia Bofill es compositora y conoce de primera mano los mecanismos de esta desigualdad, más sutiles que antaño. «Estamos menos programadas tanto por los intérpretes como por la oficialidad. La presencia de nuestra música en los conciertos no se corresponde con el porcentaje de mujeres que trabajamos en este mundo. En cualquier caso, estamos mucho mejor que hace 30 años», concluye Bofill. «Cuando yo empecé estaba prácticamente sola, pero ahora hay muchas más compositoras. Nos hemos empoderado».

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