Mikel INSAUSTI
CRÍTICA «Oker»

El perro pastor que salvó a los pingüinos de la extinción

El cine australiano, como buen cine de las Antípodas que es, siempre nos sorprende con historias curiosas, y también en su vertiente infantil. Pero el extraño caso real que recrea “Oddball” se presta a una lectura didáctica, que no desaprovecha la película. Su mensaje ecologista no puede ser más ocurrente y sincero, por lo que se sale de los habituales documentales y programas que llevan el sello internacional de National Geographic.

La anécdota relatada debió ocurrir hace unos diez años, cuando al suroeste de Australia, en la costa de Victoria, y más concretamente en Middle Island, islote situado en la bahía de Stingray frente al pueblo marinero de Warrnambool, la colonia de pequeños pingüinos que poblaba el lugar descendió alarmantemente de varios millares a apenas una veintena de ejemplares. El equipo de biólogos local no sabía cómo poner freno al imparable peligro de extinción, causado al parecer por manadas de zorros que habían cruzado la lengua de mar cercana a tierra.

La solución encontrada in extremis fue del todo accidental, y se debió a que un ganadero de la zona comprobó que de la misma forma que su perro pastor cuidaba de las ovejas también podía hacerlo con los pingüinos, alejando el peligro representado por las raposas. En la ficción el perro pastor habita en un entorno más entrañable y relacionado con los cuentos infantiles, pues vigila en un gallinero para que los zorros no se lleven a las ponedoras. De esta forma su entrenamiento resulta más divertido, porque el bueno de Odd es presentado como un animal juguetón y causante a su pesar de un sinfín de líos en el pueblo, así que el abuelo granjero tendrá que adiestrarlo con la ayuda de su nieta.

Pronto se verá que Odd es mucho más que una mascota, y que posee un instinto especial para interactuar con todos los seres vivos, sirviendo de ejemplo para otros perros en el salvamento de especies amenazadas.