Raimundo Fitero
DE REOJO

Capirotes

Criticamos al fundamentalismo islamista mientras nos picamos las espaldas con un látigo de siete puntas saltando sobre brasas como corderitos lechales o asustamos a los niños con nuestros capirotes procesionales. Los dioses verdaderos tienen esas facultades, convertir a los otros en nuestro espejo, pero estigmatizándolos y demonizando. Las mantillas bordadas de la iconografía cristiana no se consideran nada pecaminoso ni telúrico, ni las faldas de los curas esconden pecados ya confesados. Vemos lo nuestro como un punto máximo de la civilización y se dice con una facilidad culposa que los demás son unos incivilizados. Así nos va.

En estos días se han producido ataques en diferentes lugares de oriente medio y África que han multiplicado por seis o siete las víctimas de Bruselas. Pues nuestros medios de incomunicación se han dedicado a rebozarse en las mismas mentiras, a todas las ocurrencias de distracción que han ido apareciendo de los cuatrocientos novelistas del Ministerio de Interior belga, muy bien asistido por el capirote del ministro español del ramo. Detienen, identifican de manera apresurada, suponen rangos y funciones, les vuelven a otorgar filiación, encuentran huellas dactilares en los supuestos suicidas, pero tienen todavía a siete cadáveres sin identificar. Un ritual intoxicador que nos coloca en el medievo democrático. Peor, los capirotes se suceden, los refritos, las torrijas televisivas y de repente, en un descuido paso por “La Sexta noche” y me da la impresión de que era una reposición. Algo de hace dos meses, pero parece ser que no, que siguen ahí los mimos, desde hace semanas, diciendo lo mismo, en una suerte de maratón de las naderías políticas. Estamos atentos a las reacciones de los medios fanatizados a este Aberri Eguna tan voluntarista y electoral.