Blancanieves y la gallina de los huevos de oro

La fórmula de querer perpetuar los cuentos clásicos con redobles de tambor infográfico, estrellas de Hollywood y tramas que parecen más descartes de otros proyectos, comienza a aburrir sobremanera. Buen ejemplo de ello es esta precuela cuyo aparatoso desarrollo argumental no es más que un remiendo de secuencias que parecen extraídas de “Frozen” o “Juego de Tronos”. Ni siquiera la presencia de una Charlize Theron dando rienda libre a su lado más pérfido consigue hacernos olvidar la excelente interpretación que Angelina Jolie hizo de sí misma en un proyecto de similares intenciones, “Maléfica”. Siguiendo la ruta que nos guía hasta “Blancanieves y los siete enanitos”, topamos con esta bifurcación que se adentra por sendas fantásticas carentes de emoción y donde lo siniestro –quizás lo único que puede justificar la realización de estos proyectos– se asoma con cuentagotas y sin excesiva originalidad. Dejando a un lado el festival de fuegos de artificio digitales, esta engañosa superproducción que nació debido al gran éxito comercial que cosechó «Blancanieves: la leyenda del cazador» en el año 2012, no es más que una puesta en práctica por parte de Hollywood de otro cuento clásico, «La gallina de los huevos de oro», y sus diversas maneras de exprimirla al máximo. Mención especial merece la casi injustificable presencia en el reparto de tres actrices de gran valía como Emily Blunt, Jessica Chastain y Charlize Theron metidas en este fregado digital que acapara todo el protagonismo de una historia que, fijándonos en los títulos de crédito, incluye en el guion a Craig Mazin, el encargado de perpetrar las disparatadas situaciones de una de las más ácidas y divertidas resacas de los últimos tiempos, «Resacón en Las Vegas». Vistos los resultados, es más que posible que esta franquicia ya no vuelva a asomarse a espejos mágicos de saldo en los que lo fantástico fue envenenado por manzanas digitales.

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