Mikel INSAUSTI
CRÍTICA «¿Qué invadimos ahora?»

Conquistas sociales que sustituyen a las militares

Les guste o no a sus compatriotas, Michael Moore convence totalmente en pantalla como embajador de los EEUU, con su imagen de uniformado que ha ido adaptando el traje de campaña a un incontrolable sobrepeso made in McDonald’s. Y para que nadie dude de su misión, porta en su mano derecha la bandera de las barras y estrellas, dispuesto a plantarla en los territorios conquistados con un gesto orgulloso y nada sobreactuado, digno del viejo Clint Eastwood. Claro que el desembarco en Europa del documentalista no causa ninguna baja humana, porque ni siquiera pretende saquear el viejo continente o agotar sus reservas. Las conquistas que quiere llevarse en su viaje de vuelta son sociales, y en ningún caso militares.

Para que nadie pueda acusarle de no hacer bien las cosas, se presenta en el Pentágono antes de partir rumbo al viejo continente, porque el que avisa no es traidor a la patria. Así es cómo Michael Moore se convierte en la bomba H (umana), en un torpedo de los gordos, dispuesto a arrasar con todo. Y vaya qué si lo hace, porque deja a Europa sin sus más potentes armas de defensa, al tomar prestadas todas y cada una de las mejoras sociales que se encuentra en su triunfal gira europea. Su recorrido pasa por el Estado francés, Italia, Portugal, Alemania, Islandia, Noruega, Finlandia, Eslovenia y hasta Túnez. Se olvida de visitar la llamada piel de toro, seguramente debido a que no ha dado en ella con nada de valor exportable en materia de progreso.

Cada vez que hace un sorprendente hallazgo (dentro del sistema educativo, el penal, el económico, el sanitario, los derechos laborales, raciales, de la mujer o de la despenalización de las drogas), el descubrimiento en cuestión se convierte en un agravio comparativo hacia el país del tío Sam. Hasta el punto de que por pura acumulación acaba inflando la caricatura de un globo habitado por salvajes alejados de la civilización.