Beñat ZARRABEITIA
EL REPORTAJE

Inglés en Iruñea, irlandés en Buenos Aires

La trayectoria de Michael Robinson en Osasuna, en una época en la que no había tantos extranjeros,deparó un sinfín de anécdotas. Un Robinson que nació en Leicester pero jugó 24 partidos con Irlanda.

El próximo mes de enero se cumplirán 30 años del fichaje de Michael Robinson por Osasuna. La entidad navarra, en horas bajas, acometió la contratación del exdelantero del Liverpool con intención de no bajar. Para ello hizo un importante desembolso para firmar a un jugador que había pedido su traspaso del Queens Park Rangers. A la orilla del Tamesis, con un césped sintético y enfrentado a su técnico Jim Smith, «Robo» –como era conocido en Inglaterra– buscaba jugar en un conjunto continental.

Después de haber mantenido contactos con el Pisa o el Génova, fue el propio entrenador del QPR el encargado de comunicarle la oferta rojilla. Eso sí, tal y como narra en el libro «Las cosas de Robin», Smith tuvo serias dificultades para pronunciar el nombre: «Os-Osa-On-Onse-Osa» eran las silabas que lograba articular. Finalmente lo pudo hacer, pronunció «Osa-su-na» y citó como referencia deportiva que los navarros habían eliminado al Glasgow Rangers de la UEFA en la temporada 85-86. Eso sí, ambos eran incapaces de ubicar el equipo en un mapa.

La entidad iruindarra realizó un gran esfuerzo y pagó 24 millones de las antiguas pesetas por el traspaso (alrededor de 150.000 euros) y Robinson ganaría un sueldo de 8 millones. El delantero llegaría para cubrir la baja de Javier Agirre, lesionado de larga duración y reemplazaría al danés Michael Pedersen. Curiosamente, el jugador escandinavo era el único futbolista de la plantilla de Osasuna que hablaba inglés.

Y es que el idioma fue la principal barrera para Robinson en sus primeros pasos por Iruñea. Tras volar del aeropuerto londinense de Gatwick a las antiguas pistas de Sondika, una vez en Nafarroa se instaló en un hotel del barrio de Donibane. Allí conoció a Pedro Mari Zabalza, a quien más que como entrenador identificó como director del establecimiento. Su sorpresa al verle en el entrenamiento del día siguiente fue mayúscula.

Su rodilla derecha estaba seriamente maltrecha, siendo un habitual de los quirófanos ingleses tras padecer varias lesiones. Tantas, que durante el reconocimiento médico al que fue sometido antes de fichar por el equipo rojillo, el doctor Ibarra le espetó que «tiene usted una inestabilidad tremenda en la rodilla izquierda». A lo que Robinson respondió que «esa es la buena».

Dos años en El Sadar

Con el equipo en la zona baja, debutó en un derbi disputado en San Mamés. Zabalza ordenó a su nuevo delantero cubrir a Genar Andrinua en los córners favorables al conjunto rojiblanco. El peligro era real, el defensa de Erromo se zafó en dos ocasiones del marcaje de Robinson para anotar sendos tantos. A la conclusión del partido, el delantero llamó a su padre para contarle que «no somos un equipo muy bueno, piensa que rezamos antes de los partidos».

Natural de Leicester y criado al norte de Inglaterra, en una zona minera, recientemente durante el curso de la Escuela de Ciudadanos de Manzanares se declaró un «agnóstico galopante». Algo en lo que influyó su infancia, ya que vivió en entorno al que describió como «un cisne se desliza con elegancia en el agua, pero lo que no vemos es que debajo de la superficie van dos patas trabajando de forma muy rápida; yo crecí entre esas dos patas que permiten que las altas esferas mantengan la elegancia, esas de las que se olvidó Margaret Thatcher».

Precisamente sus dificultades con el castellano y su escasa vinculación con la religión depararon una anécdota en la Catedral de Murcia. Los jugadores de Osasuna acudieron a la misma y al ver la hostia consagrada preguntó a ver de qué se trataba dicho elemento. Iñaki Ibáñez le respondió que se trataba de «la hostia». A lo que Robinson inmediatamente contestó «ah, la hostia puta». Los presentes le miraron y se santiguaron. El delantero estaba familiarizado con el término, ya que se lo escuchaba a muchos de sus compañeros cada vez que fallaban.

En su primera temporada en Osasuna, vivió la agonía de la salvación. Incluido un nuevo partido en San Mamés en el que al pasar a su lado, Andoni Goikoetxea le decía «jo, lo siento, lo siento». Lograda la permanencia, negoció una mejora de contrato. La situación se tensó e incluso “Egin” llegó a titular que «Robinson está cabreado”. Al final, el tema se recondujo y pudo formar una carismática dupla junto a Sammy Lee, con el que ya había compartido vestuario en el Liverpool.

Dos antiguos ganadores de la Copa de Europa en El Sadar junto a jóvenes de la casa como Bustingorri, Ibáñez, Unzue y, sobre todo, Jon Andoni Goikoetxea. El jugador al que Robinson había elegido para que le pusiera los centros desde la banda. La 87-88 Osasuna firmó un curso excelente alcanzando la quinta posición y disputando las semis de Copa. La rodilla del delantero inglés no estaba para muchos trotes, pero continuó jugando. Hasta que dijo basta. Algo que ocurrió el 15 de enero de 1989 en el minuto 31 del partido ante el Betis en El Sadar. Allí se acabó la carrera de Michael Robinson, en el estadio que había acabado por considerar «el jardín de mi casa».

Las Malvinas, con Irlanda

Su posterior carrera televisiva es popularmente conocida. Sin embargo, no tanta gente sabe que fue internacional en 24 ocasiones con la República de Irlanda. Su debut se produjo en 1980, con 21 años y la citación llegó debido al origen irlandés de su abuelo. Con la camiseta verde llegaba a transformarse en «Hulk» según sus palabras. No pudo disputar el Mundial de 1982 después de caer derrotados por Francia en la fase de clasificación en unos encuentros marcados por el mal arbitraje del colegiado español Augusto Lama Castillo.

Debido a la ausencia en la copa del mundo, la federación irlandesa (FAI) organizó una gira por diversos países sudamericanos. En un principio, debían disputar encuentros ante Chile, Argentina, Brasil y Perú pero los planes se vieron alterados por la Guerra de las Malvinas. El primer destino era Santiago, pero el avión hizo escala en Buenos Aires. En el instante en el que los pasajeros debían bajar del mismo, 14 militares armados entraron en la aeronave.

La flota británica había salido dos días antes para recuperar el enclave y la armada argentina quiso identificar a los ingleses que estaban en el avión. De aquel equipo irlandés, más de una decena de jugadores habían nacido en territorio inglés. Robinson tenía un pasaporte irlandés escrito en gaélico. En el mismo, su lugar de nacimiento constaba como «Leicester-Sansa». En gaélico, «Sansa» es Inglaterra.

Alrededor de 10 futbolistas se quedaron dentro de la nave. El resto, en el aeropuerto, sin hablar una palabra de castellano. Pasaron 14 horas y muchas cervezas hasta que les dejaron reencontrarse, de por medio mil conjeturas. El trance no había sido para tanto, los jugadores que habían estado dentro del avión no habían sido interrogados y estaban «muy aburridos, somnolientos y hambrientos».

La gira fue un auténtico desastre. El partido ante Argentina quedó cancelado y Perú hizo lo propio, por lo que los ingresos derivados de las taquillas se desplomaron. Ante Chile, los irlandeses perdieron y La Roja se empleó con suma dureza. Robinson cayó lesionado y pidió retornar a Inglaterra. La FAI no puso pegas, únicamente le pidió que se pagase el billete de su bolsillo, 2.000 dólares de gastos.

Los problemas aumentaron en Brasil, donde el autobús del equipo fue apedreado en medio de un ambiente sumamente hostil. Asimismo, la federación irlandesa se quedó sin dinero para regresar a casa y pagar el hotel. Los gastos superaban a los ingresos y el equipo estuvo un par de semanas sin poder salir de Río. Finalmente, pudo acordar un doble enfrentamiento con Trinidad y Tobago con el que poder afrontar los pagos. El Inter de Milán, equipo propietario de Liam Brady, fue clave para desbloquear la situación.

No fue la única aventura de la selección irlandesa, ya que dos años antes disputó un encuentro en Gdansk, coincidiendo con la convocatoria de huelga de los trabajadores de los astilleros de la ciudad polaca convocada por el sindicato Solidaridad y su líder Lech Walesa. Los jugadores se quedaron solos en el hotel, abandonados. Si salían, percibían los incidentes, dentro hurgaban en la despensa en busca de comida. Finalmente, jugaron ante 55.000 espectadores.

En aquella época, además de los citados Robinson o Brady, Frank Stapleton, Mark Lawrenson, David O’Leary, Ronnie Whelan o Pat Bonner eran algunos de los futbolistas del conjunto del trébol. El exdelantero de Osasuna jugó hasta 1986 con la elástica verde, anotando un total de 4 tantos. Su sueño hubiera sido ser el nueve de Inglaterra, al tiempo que reconocía su pena «por no haber nacido en Irlanda».