Yahvé M. DE LA CAVADA
JAZZ

Padres e hijos (musicales)

Empecemos por el final. Un final de los de grata coincidencia y astros alineados, de los que quedan para el recuerdo, y para la historia del festival.

Termina en La Trinidad el fabuloso concierto de Steve Coleman and Five Elements y el público pide el consabido bis. Coleman no es hombre de concesiones ni de propinas innecesarias –su concierto ya lo había dado todo–, pero el público no flaqueaba y las circunstancias eran propicias. La banda sale de nuevo al escenario y, con ellos, el saxofonista Ravi Coltrane, que había actuado en la primera parte junto a Jack DeJohnette. ¿Casualidad? Ninguna: Coltrane fue parte de los Five Elements en los años 90, y a día de hoy aún no ha renunciado a la enorme influencia que Coleman ejerció sobre él. Y siguen alineándose los astros: Coleman y los suyos eligen un bis recurrente para ellos: “Grand Central”, el tema de John Coltrane aparecido en el disco “Cannonball Adderley Quintet in Chicago”, grabado en 1959, un mes antes que “Kind Of Blue”, con la misma formación del mítico disco (sin Miles Davis, claro, y con Wynton Kelly en todos los temas). John es, por supuesto, el padre de Ravi. Y aún hay más: el primer grupo de Coltrane hijo, allá por el año 93, era un quinteto con otros jóvenes valores de la época como Antoine Roney y Jacky Terrasson llamado (¿lo adivinan?) Grand Central. El círculo se cierra: más de 20 años después de su formación en los Five Elements de Steve Coleman, Ravi Coltrane vuelve al escenario con su maestro. Padres e hijos musicales. Generaciones creciendo y evolucionando de forma imparable.

El abuelo, en este caso, sería Jack DeJohnette (que también tocó con Coleman a mediados de los 80 en el trío de Dave Holland), que presentaba su nuevo y muy recomendable disco en La Trinidad, en trío con dos hijos ilustres (por apellido) que pueden alardear de haber sabido alejarse de la sombra musical de sus padres. El primero es Coltrane, un saxofonista que ha crecido enormemente en los últimos quince años, eludiendo el influjo directo de su padre y nutriéndose de otras influencias para construir una carrera que le ha otorgado el mejor título que alguien como él podría desear: ser Ravi, no el hijo de John. El segundo es Matthew Garrison, hijo del contrabajista del legendario cuarteto de John Coltrane, que tomó la vía del bajo eléctrico en un estilo muy alejado del de su padre. Ambos músicos, junto al maestro DeJohnette, han construido un proyecto emocionante que en directo se viene arriba, con los tres solistas construyendo música independiente que cristaliza en contacto con la de los demás. En Donostia empezaron y terminaron por Coltrane padre, con “Alabama” y “Wise One” respectivamente, consagrando el resto del recital a algunos originales, desarrollados en largas e incendiarias improvisaciones, y un precioso “Blue In Green” a dúo con DeJohnette al piano y Coltrane al saxo tenor, que habría hecho enorgullecer a los propios John Coltrane, Bill Evans e incluso al cascarrabias Miles Davis.

Después salió al escenario Coleman y ocurrió lo que tenía que ocurrir. El saxofonista, de la misma forma que otros genios como Thelonious Monk o Anthony Braxton antes que él, no toca jazz, sino su propia forma de jazz. Creada y patentada por él, en un influyente universo que no deja de expandirse. Escucharlo en directo es dejarse arrastrar por los múltiples ritmos que se amontonan uno sobre otro, métricas imposibles que en manos de Coleman y los suyos funcionan como un mecanismo perfecto, absorbente y centrípeto, en una ceremonia musical de primer orden, única e inolvidable. Esa es la palabra, sí. Lo del sábado en Jazzaldia fue una doble sesión inolvidable.

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