Mikel Zubimendi
PRIMER DEBATE TRUMP-CLINTON

El erizo y el zorro de Arquíloco se enfrentan en un debate crucial

El primer debate televisado entre Donald Trump y Hillary Clinton se presentaba abierto, cada uno con su estilo pero ambos preocupados por la imagen negativa que les persigue en muchos nichos de votantes potenciales. Demostrar más allá de sus incondicionales que son solventes, de fiar y que tienen el carácter necesario para ser presidente era clave.

Esta pasada madrugada, a 43 días de las elecciones, y con muy poco margen para alterar la tendencia que una derrota clara tendría en la carrera presidencial, Trump y Clinton se veían las caras en la Universidad de Hofstra (Nueva York) durante hora y media, sin anuncios publicitarios, en un debate emitido en directo por las cadenas NBC, ABC, Fox News, CNN, PBS y CBS. Un duelo que, al parecer, iba a ser el más visto de la historia de la televisión. Un combate entre una de las mujeres más famosas contra una de las figuras más reconocibles de EEUU, donde celebridad y política van de la mano.

El debate llegaba tras la última encuesta del "The Wall Street Journal" que otorgaba una ventaja global de seis puntos a Clinton, que sube hasta catorce entre el voto femenino, aunque Trump le aventaja en dos puntos en el voto de los hombres y en dieciocho entre el de los blancos sin educación superior. Los datos confirmaban algo que los dos intentaron revertir en el debate: la visión marcadamente negativa que muchos estadounidenses tienen sobre ambos y, más allá de sus incondicionales, demostrar al gran público que son aspirantes solventes y creíbles a la Casa Blanca.

Dos categorías sociales preocupaban especialmente a los candidatos: el votante urbano republicano, de estudios superiores, reacio a alinearse con Trump; y los jóvenes votantes potencialmente demócratas que amenazan con rechazar a Clinton y apoyar a candidatos de partidos pequeños como Jill Stein (Partido Verde) y Gary Johnson (Partido Libertario).

Más que posiciones políticas, se esperaba un enfrentamiento entre temperamentos. Trump no tiene que enseñar lo rimbombante o astuto que es. Como showman ha demostrado tener un talento incendiario para tocar el nervio de muchos estadounidenses angustiados por los efectos de la globalización y las guerras prolongadas en el exterior. Su reto era otro: mostrar que es serio y apto, que tiene el carácter necesario para ser presidente en tiempos difíciles.

Clinton tiene temperamento y experiencia, pero, ¿es de fiar? ¿puede establecerse contacto emocional con ella? Más que un cuerpo a cuerpo, una cacofonía infantil del «…y tú más», su desafío era el de conectar con tantos votantes potencialmente demócratas reacios a votarle. Y, además, demostrar que tiene poder para desquiciar a Trump y presentarlo como un inepto.

El poeta griego Arquíloco dijo que «mientras que el zorro sabe de muchas cosas, el erizo sabe mucho de una sola cosa». El filósofo Isaiah Berlin le tomó la idea para escribir su conocido ensayo "El erizo y el zorro". En él, los erizos simplifican la complejidad del mundo y reúnen su diversidad en una única idea; los zorros, por su parte, son incapaces de reducir el mundo en una sola idea y se mueven siempre entre una gran variedad de ideas y de experiencias.

Como apunta John Cassidy en el semanal “The New Yorker”, Trump con eslóganes punzantes martillea un solo clavo «fuera musulmanes», «construir una valla», «caña a China»…. En otras palabras, es el erizo que a golpe de repetir una idea hace que esta entre: EEUU y el mundo se van al carajo y se necesita un «hombre fuerte», un líder carismático como él para evitarlo. Clinton, por contra, es el zorro, sabe de muchas cosas, su discurso tiene amplitud de temáticas y de públicos.

El problema, especialmente para ella, es que los debate televisivos no son la mejor plaza para la discusión política argumentada. Se parecen más a un combate de gladiadores en el que el objetivo es herir al adversario, sacarlo de sus casillas, intentar ridiculizarlo, conectando emocionalmente con la audiencia y evitando ser herido.

Y como estrella de la televisión y de sus realities, Trump ha demostrado con creces –particularmente en los debates entre candidatos de las primarias republicanas– tener una buen látigo. La clave del debate estará en ver como evita el zorro ser pinchado por el erizo.