Mikel INSAUSTI
CRÍTICA «Passengers»

Una pareja de náufragos perdidos en el espacio

La cuestión no es si “Passengers” es una película original o no, genéricamente hablando, porque su cruce de drama romántico, suspense y ciencia-ficción acaba siendo un híbrido al no profundizar en ninguna de las posibilidades que trata de abarcar y amalgamar. A pesar del novedoso combinado que propone, que diríase preparado y servido por el camarero androide que interpreta Michael Sheen de cintura para arriba, ofrece en conjunto una sensación de “déjà vu”. Y es que el costoso diseño artístico de esta película que ronda los 150 millones de dólares no propone nada distinto o que no se haya visto antes, y como la mayoría de títulos del género sigue sometido a la poderosa e inagotable influencia del clásico “2001” (1968) de Stanley Kubrick.

El vuelo estelar promovido por una empresa privada hace una mínima referencia al futuro de la colonización de planetas en cuanto extensión del mercado capitalista, motivo por el que el interior de la nave Avalon se corresponde con los decorados de cualquier crucero de lujo, en el que hay pasajeros de primera clase que tienen un mejor servicio que el resto. No se entiende muy bien dicha disposición, si tanto unos como otros realizan el viaje en cámaras de hibernación. Es como si alguien hubiera previsto que alguno de ellos vaya a despertarse, cuando el guion asegura que tal circunstancia no estaba contemplada, para así poner a prueba la capacidad de superviviencia del único que ve interrumpido su largo sueño por culpa de un fallo técnico a causa del choque con un asteroide.

La estructura narrativa no puede ser más esquemática: en la primera parte el protagonista masculino está solo, en la segunda encuentra compañera, y en la tercera aparece el jefe de la tripulación. Por lo tanto el eje central lo constituye el romance de la pareja de náufragos, cuya pretendida dimensión épica a lo “Titanic” (1997) sólo alcanza para “El lago azul” (1980).