Víctor ESQUIROL
REY ARTURO: LA LEYENDA DE EXCALIBUR

Los señores del acero y de los diamantes

Los plebeyos se amontonan en una cola kilométrica. Les han hecho venir desde todos los rincones del reino para que logren lo imposible: sacar de un pedrusco la espada más poderosa del mundo. Aquella que, blandida por la mano adecuada, hará que el bien (o el mal, depende) se imponga a todas las demás fuerzas. De modo que ahí están los candidatos, fracasando uno detrás del otro, provocando las burlas de los soldados que presencian tan lamentable espectáculo.

Hasta que por fin llega el elegido. Aquel que fue prometido, y avanza firme y decidido hacia su destino, y va y lo saca de su rocosa funda. Hasta aquí todo bien. Todo en orden. Todo visto... si no fuera por ese detalle que a lo mejor se nos haya pasado. Atención, porque uno de los soldados es ni más ni menos que David Beckham. ¿Imposible? No. En manos de Guy Ritchie, desde luego que no.

El visionario director inglés prueba el más-difícil-todavía y adapta, muy a su manera, la Materia Británica. La leyenda del rey Arturo y los caballeros de la mesa redonda adquiere así el ritmo videoclipero y el acabado visual delirante que exigía (¿seguro?) el siglo XXI. Si la versión que nos ofreció Antoine Fuqua en 2004 te pareció una blasfemia, espera a ver lo que ha hecho el autor de “Snatch. Cerdos y diamantes”. Su nueva película es un totum revolutum en el que la acción anabolizada a lo Zack Snyder se encuentra con las más desmadradas revisiones medievales de genios como Paul Verhoeven. Un cóctel explosivo y, ciertamente, muy inestable.