Ingo NIEBEL
colonia

Die Linke, atrapado entre ser partido de la oposición o de «la casta»

El partido socialista Die Linke (La Izquierda) se bate con la xenófoba Alternativa para Alemania (AfD) por ser la tercera fuerza política en el Bundestag. El domingo esta lucha pasará de las encuestas a las urnas. Entonces se verá mejor el futuro político de esta formación.

Si los institutos de sondeos han hecho bien su labor, Die Linke obtendrá cuatro puntos más que hace cuatro años, el 12% de los votos. En las mismas cifras se mueve la AfD es su peor rival, sobre todo en el este alemán. El territorio de la desaparecida República Demócrata Alemana (RDA), Die Linke suele estar entre las tres primeras fuerzas políticas. En los municipios incluso llega a ser la primera. Pero este respaldo también puede ser una carga cuando sus militantes se convierten en alcaldes o en ministro-presidentes como es el caso de Bodo Ramelow en Thuringia, donde gobierna junto con el Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD) y los Verdes ecologistas.

De esta forma adquiere involuntariamente el tinte de formar parte de la «casta». Al final de estas cooperaciones solía desangrarse en las elecciones. Parece que este 24 de setiembre podría frenar esta tendencia. En esta labor su peor enemigo es justamente la AfD que durante los últimos cuatro años ha crecido electoralmente porque ha sabido llevarse una parte de los votantes de Die Linke. Hasta la llegada de la Nueva Derecha, la Izquierda era la única fuerza que se preocupaba por aquellos ciudadanos que integran los perdedores de la unificación. Con la desaparición de la RDA y la demonización de su pasado perdieron su trabajo e incluso su patria política, convirtiéndose en una especie de desarraigados en el propio país. El mensaje nacionalista de la AfD engancha con este sentimiento al que se le une el deseo por la venganza: para golpear a «los de arriba» solo hay que votar a los ultras. Poco puede hacer contra eso Die Linke con su tradicional discurso antifascista y presentándose como defensor de la justicia social, porque para ello tendría que gobernar el país.

Una meta difícil porque su principal base electoral en el este alemán es la generación que vivió la RDA y las nuevas generaciones ya no se comprometen tanto, y en el oeste sigue siendo un partido minoritario.

Su auge en las encuestas se debe a la debilidad del SPD –atrapado en la Gran Coalición– mientras de los Verdes se ha llevado el estandarte del pacifismo rechazando la OTAN. Esta postura sigue siendo el mayor obstáculo para formar un tripartito a nivel nacional.

En su seno la Izquierda sigue dividida entre los «reformistas» que quieren acercarse a la socialdemocracia y los «izquierdistas» que en política exterior no dan el brazo a torcer. Los medios de comunicación tradicionales han querido meter cizaña entre los dos polos, pero esta vez han sabido lavar los trapos sucios en casa.

A pesar de las contradicciones que caracterizan a Die Linke, sigue siendo el partido que más defiende los derechos civiles y sociales y que se ha comprometido con una solución negociada del conflicto político entre el Estado español y Euskal Herria.