Christophe KOFFI
AFP

EL CAUCHO YA NO PRODUCE BENEFICIOS EN COSTA DE MARFIL

«¡Ya no hay más, y no tenemos nada!», exclama un cultivador de árboles de caucho de Costa de Marfil, el principal productor de África. En diez años, los productores de caucho han visto sus ingresos divididos por cinco, víctimas de una sobreproducción global.

Costa de Marfil produce el 60% del caucho de África y ocupa el séptimo lugar en el ranking mundial. Con 468.000 toneladas en 2016 y 603.000 en 2017, las previsiones apuntan a 720.000 toneladas en este ejercicio. Y a un incremento del 20% en los próximos tres años. Pero, pese a esa subida en la producción, los ingresos individuales están bajando.

La historia del caucho marfileño comenzó con una derrota: la de Francia en Dien Bien Phu, en 1954. Tras aquella debacle, el imperio colonial francés perdió Indochina y las inmensas plantaciones que suministraban al fabricante de neumáticos Michelin.

Las semillas de hevea fueron introducidas entonces en Costa de Marfil, pero la producción de látex fue insignificante hasta que se disparó a partir de 2009 gracias a un ambicioso plan, financiado por el Fondo de Desarrollo del Cultivo del Caucho (FDH por sus siglas en francés) con una suma de 26.000 millones de francos CFA (alrededor de 40 millones de euros) para nueve años.

En el periodo 2009-2018, este apoyo al sector ha permitido la aparición de 110.000 hectáreas de nuevas plantaciones, la apertura de pistas rurales y el impulso de la formación profesional en oficios relacionados con el caucho, especialmente el de los “sangradores” (extractores), cuya minuciosa labor consiste en hacer incisiones en los árboles para que la savia blanca fluya hacia los recipientes colgados en los troncos.

Caída de los precios

Los plantadores marfileños navegaron con el viento a favor de un mercado mundial en el que el látex alcanzó los 5.000 dólares por tonelada. Y el cacao, hasta entonces el gran tesoro de Costa de Marfil –es el primer productor mundial–, pagó por ello. Incluso en las regiones donde era el principal cultivo (el oeste y el este), los agricultores, atrapados por la fiebre del caucho, arrancaban sus viejos cacaoteros para dedicarse al hevea.

El árbol del caucho produce durante diez meses al año y «por tanto genera ingresos mensuales consistentes, al contrario que el cacao, que solo tiene dos cosechas al año», indica Justin Okingni, un productor.

Pero el éxito se convirtió en pesadilla en 2011. «Actualmente, la tonelada apenas se paga a 1.000 dólares», lamenta el presidente de Apromac, Eugène Kremien, antiguo funcionario que se convirtió en cultivador de hevea hace 35 años y que también es propietario de una planta industrial.

Desgraciadamente, para los 160.000 productores marfileños, los precios son fijados por el mercado del caucho de Singapur, sede del grupo Olam, uno de los gigantes del sector que tiene plantaciones por todo el mundo, sobre todo en Costa de Marfil.

La llegada a la madurez de 100.000 hectáreas de plantaciones en Malasia, que produce cerca del 90% del caucho mundial, ha perturbado fuertemente el mercado: la producción mundial ha pasado en tres años de 9 millones de toneladas a 13 millones en 2017, mientras que la demanda apenas ha subido.

Desánimo entre los agricultores

En Alépé, en el sudeste del país, los agricultores que arrancaron sus plantas de cacao para recolectar el látex están frustrados. «Ser plantador de hevea se ha convertido en sinónimo de pobreza», lamenta, con el semblante derrotado, Herbert Adou Bokpet, en su plantación de diez hectáreas.

Magloire Mambo, otro heveacultor, acusa al Estado: «El cultivador de caucho se empobrece a causa de los impuestos». En 2011, el Gobierno instituyó un impuesto suplementario del 5% sobre la cifra de negocio. «Generalmente no se grava la cifra de negocio, sino los beneficios», explica Eugène Kremien, que denuncia una decisión que «succionó la tesorería de los fabricantes y bloqueó su capacidad de transformación».

Apromac (Asociación de Profesionales del Caucho Natural), que supervisa a las organizaciones del sector, también denuncia los impuestos establecidos por el Estado.

La industria del país –que tiene capacidad para la transformación en semiacabado del 100% de la producción de caucho– está luchando para absorber toda la producción nacional desde la puesta en marcha de este impuesto. Por este motivo, Apromac exige su eliminación y pide exoneraciones fiscales para la importación de bienes industriales con el objetivo de poder materializar un sueño: «fabricar neumáticos ‘made in Costa de Marfil’ de aquí al año 2025».