Iñaki IRIONDO

Llamémosle justicia poética (II)

Es en el ámbito internacional donde la izquierda independentista está recibiendo el reconocimiento a su labor política que el Estado español no solo le niega, sino que además criminaliza. En vísperas de la Conferencia Internacional de Aiete escribí lo que de «llamémosle justicia poética» tenía que tras dos años de encarcelamientos por Bateragune, mientras Arnaldo Otegi, Rafa Díez, Sonia Jacinto, Miren Zabaleta y Arkaitz Rodríguez estaban entre rejas, mandatarios de relevancia mundial estuvieran llegando a Euskal Herria en vuelos privados para ser recibidos por los máximos responsables institucionales de Donostia y Gipuzkoa, que precisamente eran de Bildu. Del corazón de la Europa comunitaria había llegado también la Declaración de Bruselas que elogiaba «el nuevo compromiso público de la izquierda abertzale» con la firma, entre otros, de la Fundación de Nelson Mandela, el arzobispo Desmond Tutu y Frederik Willem de Klerk. Aquel escrito fue, indirectamente, un bofetón a la jueza Ángela Murillo, que en otra condena de prisión contra Arnaldo Otegi (también luego anulada) quiso dar lecciones de política internacional asegurando que cualquier relación entre un preso político vasco y Nelson Mandela era «impropia y manifiestamente falsa», pues el expresidente sudafricano fue –según su sentencia– «un auténtico héroe, que permaneció en prisión por motivos ideológicos, exclusivamente por eso, pero jamás utilizó la violencia ni la apoyó en pos de conseguir la supresión del apartheid».

El TEDH sigue repartiendo estopa poética y en su sentencia de ayer, a través de la parcialidad de Ángela Murillo, cuestiona la actuación de todos cuantos desde distintos aparatos del Estado contribuyeron a que se produjera un juicio injusto que no solo vulneró la Convención Europea sino –aunque esto no lo dice la Corte de Estrasburgo– también el más elemental sentido común. Y la noticia le llegó a Arnaldo Otegi participando en unas jornadas políticas en el Parlamento Europeo. Recordemos que desde el proceso de Bateragune, Baltasar Garzón ya está fuera de la Audiencia Nacional y Alfredo Pérez Rubalcaba tuvo que dejar, fracasado, la política. Llamémosle justicia poética (II).