Andoni LUBAKI
Rabouni
NEGOCIACIONES ENTRE MARRUECOS Y EL FRENTE POLISARIO (II)

LA DIPLOMACIA SAHARAUI SE FÍA PESE A LA VOLATILIDAD POLÍTICA ARGELINA

El Polisario no ve peligrar sus acuerdos con Argelia pese a lo inestable de la situación en el país norteafricano, que acoge a más de 75.000 refugiados y financia en gran parte su precaria administración.

Los lazos no son algo puntual. Son lazos de hermandad, de amistad. Argelia es un país hermano», asegura Hama Salama, miembro del secretariado nacional y secretario de la organización política del Frente Polisario. El segundo hombre al mando del gobierno en el exilio saharaui afirma tajante que «la ayuda de Argelia es desinteresada. Está implícita en su forma de ser. Históricamente así ha sido. No vemos que peligre nuestra convivencia de ninguna manera. Nuestra lucha por la justicia es justa y Argelia ha apoyado siempre a los pueblos en sus reivindicaciones, no solo con nosotros» añade desde su despacho en Rabouni.

Sin embargo, el delicado estado de salud del actual presidente argelino Bouteflika abre varias interrogantes. Hombre de estado por antonomasia, el mandatario ocupa el sillón presidencial desde 1999. Tras más de 10 años de guerra civil entre salafistas del GIA, varios grupos insurgentes yihadistas y los militares, Bouteflika llegó con un programa de reconciliación nacional y con un plan para los saharauis, que se encontraban en un impasse tras el alto el fuego del 91 y la celebración del referéndum que no llegó.

«Bouteflika no podía obviar un elemento tan importante como los saharauis en la política nacional. Muchas veces son instrumentalizados como elemento de propaganda del partido del presidente. Incluso se inmiscuye en su política interna y condiciona su presencia en suelo argelino al cumplimiento de ciertas normas», explica Fethi Azem, nombre ficticio utilizado por un estudiante de periodismo amazigh que colabora asiduamente con varios medios en internet que hablan sin tapujos sobre la política argelina. «Una de esas condiciones es que no puede ser presidente alguien que no haya participado activamente en la guerra contra Marruecos. En los despachos de Argel se sabía que un candidato idóneo para ocupar la presidencia polisaria y que entrara aire fresco en una estrategia que parece enquistada era Hama Salama. Mucho más joven que el actual presidente, Brahim Galli, y con un apoyo popular como pocos políticos en África. Un perfil mucho más político», asegura el joven periodista.

«En los últimos años hay discrepancias internas sobre el tema saharaui», añade. «Argelia está otra vez en una encrucijada. Depende totalmente de la venta de materias primas (gas natural y otros derivados del petróleo) a terceros y los mercados exigen apertura. Es como si estuviéramos aislados internacionalmente. Al este tenemos a Libia, que no ha sido un gran mercado para nosotros, al sur desierto y países pobres. Al oeste, y el que más quebraderos de cabeza da, tenemos a Marruecos con los que la frontera sigue cerrada desde hace muchos años. Es imposible crear un mercado en esas condiciones. Por eso dentro del Gobierno y del Parlamento hay voces que apuntan a que la frontera con Marruecos debería de abrirse para favorecer la economía. Pero eso implicaría que el «problema saharaui» (término que utilizan muchos opositores a la política de Bouteflika para referirse al conflicto) debería solucionarse, más ahora que Marruecos está en la Unión Africana».

Argelia es un polvorín político&hTab;

La situación política argelina dista mucho de ser un remanso de paz como lo fue en años anteriores. Las elecciones presidenciales son en abril y el partido del presidente Bouteflika todavía no ha decidido si le presenta, por su enorme apoyo popular, o si opta por otro candidato que no tendrá ni tendría la devoción que muchos sectores de la sociedad, desde la más popular hasta las élites, le profesan. El actual mandatario se encuentra gravemente enfermo después de que en el año 2013 sufriera un ictus y varios ataques al corazón. Esto le obliga a reposar y a estar internado durante largas temporadas en hospitales de Suiza a espaldas de la opinión pública argelina.

Bouteflika ha sido un aliado sólido de los saharauis, como lo fueron los anteriores presidentes argelinos. Ha defendido los intereses del Polisario tanto internamente como de fronteras para fuera. Pero la política argelina es más que Bouteflika. Si echamos la vista atrás 20 años (los que lleva en la presidencia) vemos que los islamistas del FIS han estado siempre presentes en sus discursos. Si bien no están representados por un partido legal, los salafistas siguen teniendo base social suficiente como para marcar la agenda política en ciertos momentos.

«Los islamistas siempre han sido críticos con los saharauis. La visión de estado del FIS no es la misma que la que puedan tener otros partidos El islam no entiende de fronteras políticas, solo puede entender de fronteras religiosas. Mira si no lo que hizo el Estado Islámico en Siria e Irak. La política del FIS no es muy diferente a la del ISIS», explica Fethi. »Una de las propuestas de los islamistas en las elecciones que provocaron a la guerra civil en los años 80/90 era la apertura de fronteras entre Argelia y Marruecos. Hecho que sería devastador para los saharauis. Y no es una propuesta que la sociedad argelina descarte. Recordemos que en las elecciones del 89 en la ciudad de Tinduf, los islamistas cosecharon muy buenos resultado, pese a que muchos de sus habitantes son familiares de militares que trabajan en la zona. Y eso que supuestamente los funcionarios del estado votaron a partidos que no eran islamistas» añade.

En los años 2000, la prensa internacional señaló a Marruecos como uno de los financiadores, junto con Qatar y Arabia Saudí, de los islamistas del GIA (Grupo Islamista Armado), que luego se convertiría en AQMI (Al Qaeda en el Magreb Islámico). Muchos terminaron en el exilio tras los acuerdos de paz del 99. Varios fueron detenidos en Marruecos por las presiones internacionales a Mohamed VI, como es el caso de Abdelhak Layada (jefe militar del GIA hasta el 93-94).

Un clima enrarecido

«Los saharauis han perdido sin embargo gran credibilidad como fuerza de liberación. Solo hace falta ver su posición con la creación de Azawad (país tuareg del norte de Mali declarado independiente de facto en el año 2012). No hicieron ninguna declaración de apoyo a un movimiento de liberación que, según la ONU, tiene el mismo derecho a la independencia que los saharauis», se queja Hocine Azem, representante del Consejo Mundial Amazigh en Argelia. Azem, que milita en el opositor grupo URK (Unión de la República de la Kabilia), hoy ilegal, es claro al decir que «si bien los saharauis tienen derecho a reclamar en referéndum su estatus como país soberano, la opinión popular está cambiando su opinión. En un momento en el que la economía del país va decreciendo la gente se pregunta hasta cuándo los refugiados de Tinduf van a suponer un coste a las arcas del Estado. Ese descontento lo están capitalizando muy bien muchos partidos en la oposición. Puede ser que se no sea muy ético señalar a una población que depende de la ayuda y que en definitiva es una víctima de la política represiva colonial internacional, pero lo están haciendo y con bastantes buenos resultados. Hay partidos que quieren incluir esto en el programa político electoral», explica Azem.

Para los saharauis, Argelia es mucho más que un país de acogida, porque les garantiza un mínimo bienestar. Les da pasaportes de apátrida para que puedan viajar, estudiar o trabajar, les ayuda económicamente en la guerra cibernética en las redes sociales, da educación gratuita en los institutos y universidades, etc. Por eso no es de extrañar que el Polisario reitere su gratitud.

Sin embargo, el populismo de algunos argelinos y las fuerzas conservadoras e islamistas son el enemigo para los saharauis. Los islamistas hicieron un pacto con el presidente Bouteflika, y los analistas auguran que podrían darlo por muerto si el presidente no opta a la reelección o, en su caso, exigir su revisión. Esto haría tambalear la política interna argelina y en esas aguas turbulentas los saharauis deberían nadar con esfuerzo con corrientes en contra.

Casi con el mismo esfuerzo que los partidos que han hecho del país mediterráneo un país estable en los últimos 20 años. Con la ventaja de que ahora, tanto los saharauis como los argelinos saben nadar mejor que hace unos años. «Nadie, excepto los islamistas, quiere volver a la inestabilidad de los años 90», augura Fethi.