Ainara LERTXUNDI
Elkarrizketa
RAQUEL MARTÍ
DIRECTORA EJECUTIVA DE UNRWA EN EL ESTADO ESPAÑOL

«Trump está haciendo un uso político de la ayuda humanitaria»

Raquel Martí, directora ejecutiva de la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados Palestinos (Unrwa), valora en esta entrevista la situación del organismo tras la decisión de Trump de cortar todos los fondos y de los 5,4 millones de refugiados.

La Agencia de la ONU para la población refugiada de Palestina en Oriente Medio (Unrwa) se enfrentó en 2018 a «un déficit sin precedentes y a una crisis existencial» tras la decisión del Gobierno de EEUU, su mayor donante, de cancelar todos los fondos que destinaba anualmente. Para poder seguir ofreciendo servicios básicos y ayuda humanitaria a 5,4 millones de refugiados en 2019 necesitará 1.200 millones de dólares.

En entrevista telefónica con GARA, su directora ejecutiva en el Estado español, Raquel Martí, lamenta que el presidente, Donald Trump, haya hecho «un uso político de la ayuda humanitaria» dejando «en una situación totalmente precaria tanto a la Agencia como a los refugiados de Palestina, que no deberían de pagar por las decisiones de los políticos». «No se puede mantener a una población durante 70 años bajo el estatus de refugiado. ¿Cuántos años más cree la comunidad internacional que pueden seguir viviendo de esta manera?», subraya.

En la presentación de las necesidades financieras de Unrwa para 2019, el comisionado general de la Agencia, Pierre Krähenbühl, agradeció la respuesta de la comunidad internacional después de que el Gobierno de Donald Trump anunciara su decisión de no seguir aportando fondos para sus programas, lo que generó «un déficit sin precedentes». ¿Qué consecuencias ha tenido?

Unrwa es una agencia con un déficit crónico. Todos los años nos enfrentamos a una falta de financiación, puesto que cada año la situación en Oriente Medio empeora; el número de refugiados palestinos continúa creciendo debido a la ausencia de soluciones y tampoco se vislumbra una salida justa y definitiva para los 5,4 millones de refugiados palestinos. La Agencia no tiene un presupuesto asignado por la ONU, sino que depende de las contribuciones voluntarias de los países miembro de Naciones Unidas. En enero de 2018 calculamos que íbamos a tener un déficit de 200 millones de dólares. En este cálculo entraba la contribución que EEUU nos llevaba realizando, que era el mayor socio de la Agencia desde que se creó en 1949. Esperábamos de EEUU 360 millones de dólares. A principios de año, cuando ya habíamos calculado ese déficit, la Administración estadounidense anunció que solo iba a ingresar 60 millones. Nos quedamos sin esos 300 millones, que sumados a los 200 millones que habíamos calculado, arrojaban un déficit de 500 millones de dólares, lo que supone casi la mitad del presupuesto que necesita la Agencia para atender todas las necesidades de los refugiados de Palestina.

Lo primero que hicimos fue un ejercicio de reducción de gasto y de priorización de las necesidades más importantes. Priorizamos determinados programas, cancelamos otros, además de reducir gastos salariales. Logramos reducir el déficit a 446 millones dólares. Con esa cifra lanzamos un llamamiento a la comunidad internacional para decirles que si no conseguíamos solventar este déficit, no podríamos seguir prestando los servicios básicos a los refugiados de Palestina.

¿A qué programas se dio prioridad y cuáles hubo que limitar?

Priorizamos la educación y la salud. No podíamos dejar a más de medio millón de niños y niñas en la calle, sin educación, en un contexto como el de Oriente Medio. Tampoco podíamos dejar a los refugiados sin salud, con lo cual pusimos el foco en el programa de salud básica. Ni dejar de suministrar las vacunas básicas a los niños que nacen o dejar de atender las enfermedades crónicas. En Gaza, mantuvimos el programa de alimentación. Debido al bloqueo israelí, hemos pasado de alimentar a 80.000 personas en 2006 a un millón en la actualidad. Pero, en cambio, tuvimos que recortar el programa de apoyo sicosocial a los niños en nuestras escuelas en Gaza, reduciendo a la mitad la jornada laboral de más de 600 sicólogos y trabajadores sociales. Hablamos de 245.000 menores fuertemente traumatizados. En Siria, cancelamos el programa de alimentos. En su lugar, hemos priorizado la distribución de dinero en efectivo.

En Cisjordania, teníamos un programa de clínicas móviles, vehículos equipados con médico, pediatra, enfermera, farmacéutica y con medicamentos para desplazarnos a aquellas localidades que están aisladas por el muro o los checkpoints. Hemos tenido que cambiar la modalidad porque era muy caro mantenerlo. Vamos a establecer puntos de salud en determinadas zonas para que sea la población la que se tenga que desplazar hasta estos puntos.

Hemos hecho muchísimos ajustes; Unrwa tiene 31.000 trabajadores, salvo 170 que son internacionales el resto son refugiados de Palestina. Todos los refugiados palestinos que se están jubilando, no están siendo sustituidos por nuevos contratos, esto significa, por ejemplo, que en las escuelas hemos tenido que aumentar el número de niños por clase, con lo cual si antes había 35-40 niños por aula ahora estamos en 45. Lo mismo ocurre con las consultas médicas. Antes a un paciente le dedicaban diez minutos, ahora ocho.

Decisiones duras de tomar…

Mucho. En primer lugar, los trabajadores de Unrwa son refugiados palestinos. Imagínese en un contexto como Gaza, con uno de los índices de desempleo más elevados del mundo, lo que significa restringir el contrato a 200 trabajadores o reducir a la mitad la jornada laboral de 600 personas. Estas familias probablemente no tengan a nadie de su familia trabajando y despedir a un trabajador significa que toda una familia pierde los ingresos, con lo cual son decisiones tremendamente dolorosas.

Pese a lo traumático y dramático de vivir una guerra, han tenido que limitar el programa de ayuda sicosocial en las escuelas en Gaza. ¿Cómo es la salud emocional de estos niños?

Hace poco nos visitaron en Madrid dos adolescentes de 14 de años, uno de Gaza y otra de Cisjordania. El de Gaza, a sus 14 años, ha sobrevivido a tres guerras; la primera a los seis años; la segunda, a los ocho, y la tercera, a los diez. Nadie en Europa se puede imaginar lo que esto significa aunque nos lo expliquen. Contaba que las imágenes de la guerra le persiguen todas las noches cuando se va a la cama.

Estos niños han visto las mayores crueldades; ver morir a sus padres bajo las bombas, sus escuelas, casas... destruidas, cuerpos destrozados en las calles. Es algo que ni siquiera un adulto es capaz de afrontar.

Casi todas las noches, Israel cruza el cielo de Gaza con drones o con F-16. Cuando los niños escuchan estos drones o aviones entran en pánico, piensan que en cualquier momento van a bombardear. Cada dos semanas hay bombardeos, aunque no salgan en los medios de comunicación. Los barcos israelíes disparan a los barcos pesqueros palestinos cuando sobrepasan las millas náuticas que ha autorizado Israel para pescar. Estos pescadores son hermanos, primos, padres… de estos niños y, a veces, salen a pescar y nunca más vuelven. Hace un año que se están manifestando en la valla y estos niños tienen padres, hermanos, compañeros de clase, vecinos, primos, tíos… que o bien han sido heridos o bien les han tenido que amputar un miembro o jamás regresaron de esas manifestaciones. La violencia es una constante, no conocen otra forma de vida. Tienen pesadillas por las noches, falta de concentración, cada dos por tres entran en pánico cuando oyen el ruido de un avión israelí o, incluso, cuando hay truenos. Vivir en Gaza es hacerlo con una angustia tremenda, sin saber si mañana estarás o no vivo.

Hablamos de 5,4 millones de refugiados repartidos entre Cisjordania, Gaza, Líbano, Siria, Jordania. ¿Cuáles son las necesidades comunes y, por territorios, las más específicas?

Comunes, la educación y la salud. Todos los años nacen cerca de 100.000 refugiados y reciben el ciclo completo de vacunas. Estamos hablando de una población que en su mayoría vive en campos de refugiados con acceso a una alimentación no del todo sana y sin libertad de movimiento, con lo cual es muy difícil que estas personas lleven una vida saludable. Si hablamos de Siria o de Gaza, con las manifestaciones que se llevan produciendo desde hace un año, los servicios médicos reciben un mayor números de heridos que necesitan servicios de emergencia o de rehabilitación después de haber recibido un disparo en la frontera. El año pasado tuvimos que hacer un llamado de urgencia de diez millones dólares para poder atender a los heridos en las manifestaciones.

Pero, Gaza necesita también alimentos para un millón de personas, como le comentaba. En Cisjordania, alrededor de 200.000 personas están en una situación muy grave de vulnerabilidad. En Líbano, quedan unos 438.000 refugiados y el 85% viven de la ayuda humanitaria que les ofrece Unrwa. En Jordania, aunque es uno de los países en los que tienen reconocidos el mayor número de derechos, ha tenido un notable incremento de refugiados sirios. Todos los servicios sociales de Jordania están colapsados y esto hace que los dos millones de refugiados de Palestina estén demandando los servicios de educación y salud de Unrwa.

El comisionado general de la Unrwa situaba como «una de las mayores preocupaciones» para los refugiados «la ausencia casi total de horizonte, tanto político como personal».

Nadie está trabajando para darles una solución justa y definitiva. Viven con una sensación de abandono. Es el colectivo de refugiados que más tiempo lleva en esta situación: 70 años. Guerra en Siria, Gaza bloqueada desde hace 12 años, Cisjordania ocupada, Líbano con una tremenda inestabilidad política y Jordania, saturada. No ven ningún horizonte político y es muy difícil mantener la esperanza de estos 535.000 niños en las escuelas y de los jóvenes que tenemos en nuestros centros de formación.

¿Cómo valora la decisión de Donald Trump de suprimir las aportaciones económicas a Unrwa?

Es una decisión política. Ha hecho un uso político de la ayuda humanitaria, algo que realmente no debería de hacer ningún Gobierno y, evidentemente, ha dejado en una situación totalmente precaria tanto a la Agencia como a los refugiados.

¿Son los refugiados rehenes de los intereses geopolíticos?

No deberían de pagar por las decisiones de los políticos, sino que deberían de recibir la asistencia humanitaria necesaria que les garantizase vivir con dignidad. No se puede mantener a una población durante 70 años bajo el estatus de refugiado. ¿Durante cuántos años más cree la comunidad internacional que esta población puede seguir viviendo de esta manera? ¡Ya tenemos refugiados que han sufrido el éxodo dos veces!