Aimar ETXEBERRIA
LONDRES
Elkarrizketa
JEREMY GILBERT
EXPERTO EN TEORÍA CULTURAL

«Lo que caracteriza a la cultura británica es su individualismo»

Profesor de Teoría Cultural y Política de la Universidad de East London, es editor de la revista cultural «New Formations». Autor y coautor de varias publicaciones, es también columnista en «The Guardian», entre otros medios.

Hay más de una Gran Bretaña, como hay más de un Londres. Una obviedad que salta a la vista cuando uno se aleja del centro de la capital británica y pisa los barrios de las zonas 5 o 6 del underground o tube (metro) londinense, como es el caso de Walthamstow, donde nos cita Jeremy Gilbert. Con él charlamos sobre la sociedad y cultura británicas.

¿Cómo ha evolucionado la sociedad británica desde los tiempos de la postindustrialización Thatcheriana?

Uno de los mayores cambios que se ha producido se ha dado en la propia idea de Gran Bretaña. Hay una clara tendencia hacia la fragmentación; la sociedad británica está realmente fragmentada, también en lo que a la UE se refiere. En ese sentido, hay una frase que usa un tertuliano –Anthony Barnett– que dice que en realidad fue Inglaterra quien votó a favor del Brexit, y es que el Brexit es la expresión política del nacionalismo inglés.

En Escocia, por ejemplo, la cultura política está determinada por la socialdemocracia, y la izquierda ha conseguido realmente conectar con la gente. Además, el ser escocés está asociado con el sentimiento antineoliberal, que rechaza a Thatcher y su legado. Pero es que en Inglaterra también existen diferencias. Por una parte, tienes el noroeste inglés, donde es muy visible su pasado industrial y es, a su vez, muy diferente a lo que uno se puede encontrar en las midlands, mucho más conservador históricamente y donde el racismo tiene más fuerza. Es un tipo de fragmentación que se ha visto agravada por las privatizaciones y las políticas de austeridad, y su repercusión cultural es muy palpable.

¿Cuál es el nivel cultural medio de los británicos? ¿Qué cultura consumen y cuáles son sus fuentes de consumo?

Es bastante bajo pero, como todo, depende de las áreas. En Inglaterra, por ejemplo, hay una tradición cultural que ignora a los intelectuales, las artes... Pero la realidad es bastante diferente en Gales y Escocia, que cuentan con una tradición más fuerte de alta literatura.

Las principales fuentes de consumo cultural son la televisión e internet. Existe una gran brecha en lo que a la edad se refiere, pero más que la fuente la cuestión es el consumo cultural que se hace. Aunque es difícil generalizar, el hecho de que el programa más exitoso en la televisión tradicional sea un reality show es bastante significativo. Pero el principal problema es que desde los años 70 no hay una cultura propia británica que consumir, una cultura en la que la gente puede participar.

¿Existe en Gran Bretaña una oferta cultural variada? ¿Tienen los británicos la posibilidad de participar en la cultura local?

Uno de los aspectos positivos de la cultura británica es su multiculturalidad. Su distintivo de los demás países europeos es la presencia muy grande de personas negras, de aquellas provecientes de Asia... Es más, apenas hay resistencia u hostilidad hacia ese multiculturalismo, principalmente porque hay un débil sentimiento de identidad nacional. Cierto que hay un sentimiento antiinmigratorio fuerte, también entre la gente de la clase trabajadora, pero uno de los fenómenos que caracteriza la cultura británica es la existencia de una xenofobia que no toma la forma del racismo clásico. El típico inglés pro-Brexit no será racista, pero sí xenófobo; estará contento con los negros y asiáticos que viven en su comunidad, pero será más reticente hacia las personas que vienen de Polonia, Lituania o Rumanía, por ejemplo. Creo que es un fenómeno único británico, que jugó un papel muy importante en la votación del Brexit.

Entonces, oferta cultural hay, y la participación cultural o política está disponible y al alcance de cualquiera. Pero en términos de cultura local, es decir, gente tomando parte en la dinámica de la comunidad o produciendo su propia cultura a través de la música o del teatro, los estándares muestran que el nivel es muy bajo. El problema es que si un grupo de personas quiere empezar a hacer algo por la comunidad, sea de carácter político, social o cultural, no sabrían por dónde empezar. Y lo que es peor, la respuesta del municipalismo no es positiva, ya que no incentiva la iniciativa colectiva. Es por eso que si algo caracteriza la cultura británica es su individualismo; la gente hace cosas por y para sí misma, nunca en grupo. Creo que uno de los éxitos del Thatcherismo con la implementación del neoliberalismo fue hacer extremadamente difícil para la gente hacer cosas de manera colectiva.

¿Piensa que si el nivel cultural medio fuese más alto el resultado del voto del Brexit hubiera sido diferente?

Sí, creo que sí, pero es difícil saber qué causa qué. El bajo nivel cultural es una consecuencia del nivel político; la política y la culturas son indivisibles.

Tras el voto del Brexit, ¿percibe algún cambio substancial en las actitudes de la sociedad británica?

Hay muchas anéctodas que dicen que en algunos lugares la fuerza del racismo se ha incrementado. Por ejemplo, inmediatamente después del Brexit, se publicaron reportajes que relataban episidos de casos puntuales de violencia racista. Pero no, aparte de eso no creo que haya habido cambios substanciales en las actitudes de los británicos.

Es más, anualmente se publica un informe que recoge la evolución de las actitudes de los británicos en lo referente a la sexualidad, política... Desde los años 80, se dice que hay un 5% de la población que es fascista, aunque no cuenta con representación política. Y es cierto que el Brexit ha hecho que esa minoría fascista se sienta más confiada y segura, mostrando más asiduamente sus ideas en público, pero no creo que ese porcentaje se haya incrementado.

Lo que sí veo que hace falta es hacer lo equivalente a Jeremy Corbyn en la BBC, por ejemplo, ya que, aunque en ciertos sectores de la sociedad se han multiplicado los debates acerca de las privatizaciones o el neoliberalismo, esas actitudes no tienen espacio en los medios de comunicación dominantes. La BBC apenas concede espacio a la cultura experimental, tal y como lo haría en los 70.

Y una vez Gran Bretaña salga de la UE, ¿qué dirección tomará la sociedad británica?

Creo que los efectos sociales y culturales del Brexit no serán tan dramáticos como la gente dice. Tampoco pienso que la salida del Reino Unido de la UE vaya a proporcionar a la derecha lo que ellos piensan, ya que su discurso e imaginario se basa en la idea de que hay muchísima más inmigración de la que realmente hay. Y aunque la inmigración decaiga dramáticamente, los votantes del Leave apenas percibirán cambio alguno. Eso significa que girarán todavía más a la derecha e intentarán revertir todos los avances que se han producido en la sociedad británica y llevarnos de vuelta a los años 50. Pero la salida tampoco será tan dramática como se piensa en la metrópoli.

Yo lo que sé es que ahí fuera hay una enérgica cultura de izquierdas, con la organización The World Transformed –El Mundo Transformado– jugando un papel clave. Esta organización busca educar políticamente a la ciudadanía para aumentar el nivel cultural de la izquierda, así como promover un cambio radical en la oferta cultural. Pero es importante no sobrestimar su significado, ya que la inmensa mayoría no se va a acercar a algo tan radical como la BBC en los años 70. Al movimiento se han acercado, sobre todo, jóvenes y aquellos laboristas que han sido movilizados por el efecto Corbyn.

 

Siete parlamentarios centristas dejan el Partido Laborista y forman un nuevo grupo

Siete diputados laboristas –Chuka Umunna, Luciana Berger, Gavin Shuker, Angela Smith, Chris Leslie, Mike Gapes y Ann Coffey– abandonaron ayer el Partido Laborista británico para formar grupo propio en el Parlamento de Westminster: The Independent Group. Los siete ofrecieron una rueda de prensa donde dieron cuenta de las razones por las que han renunciado a proseguir con su labor parlamentaria bajo la disciplina de Jeremy Corbyn. La salida de los mencionados diputados es la escisión más importante que el laborismo ha tenido que afrontar desde 1981, cuando el sector moderado de la formación la abandonó para formar el Partido Social Demócrata (SDP por sus siglas en inglés).

Ante los medios de comunicación, el exministro de Gabinete en la oposición Chuka Umunna –el más destacado entre los que han protagonizado la fuga y especialmente crítico con Corbyn por su posición ante el Brexit– acusó al partido de haber primado los intereses partidistas por encima del interés nacional. Más severa fue Luciana Berger, que tildó de antisemita al partido. De origen israelí, la exparlamentaria laborista denunció haber sido objeto de ataques antisemitas. «Estoy dejando atrás una cultura de bullyng, intolerancia e intimidación», declaró.

Chris Leslie, exministra de Hacienda en la oposición, criticó que el Partido Laborista «ha sido secuestrado por el clientelismo político de la izquierda radical», mientras que Mike Gapes afirmó que está «asqueado de que el partido sea racista y antisemita». Afirmó, asimismo, que el liderazgo del Partido Laborista «está facilitando el Brexit» y añadió que, en el caso de que Corbyn se convierta en primer ministro, «sería una amenaza nacional».

La atención se dirige ahora a los parlamentarios laboristas que potencialmente se puedan unir a la escisión ahora configurada. Entre ellos está Owen Smith, quien en 2016 disputó el liderazgo de la formación a Corbyn. Ayer declaró que estaba considerando su futuro político, aunque “The Guardian” daba por hecho que no se iba a lanzar a la aventura emprendida por los siete parlamentarios. Otra opción es que diputados conservadores se unan a la escisión laborista, extremo que no se descarta entre aquellos centristas que no comparten el enfoque de la primera ministra, Theresa May, en lo que respecta a la salida de Gran Bretaña de la UE.

El líder laborista, Jeremy Corbyn, se mostró decepcionado porque los parlamentarios «se han sentido incapaces de continuar trabajando a favor de las políticas laboristas», mientras que para Momentum la escisión es cuestión de «un sector minoritario» dentro de la formación. Su coordinadora nacional, Laura Parker –entrevistada en estas páginas el pasado domingo–, declaró a “The Guardian” que los escindidos «quieren que el partido vuelva al pasado, a las políticas de privatización de Blair, a la desregulación de la banca, a los recortes de impuestos a los más ricos».GARA