Ainara LERTXUNDI
DONOSTIA
Elkarrizketa
LAURA VERA
SICÓLOGA

«Debemos lograr que el pensamiento trabaje para nosotros y no en contra»

Sicóloga y escritora, la donostiarra Laura Vera imparte talleres de memoria, de inteligencia emocional, arteterapia o sobre cómo mejorar las habilidades de comunicación. Acaba de publicar su último libro «La preocupación inútil», con el que pretende demostrar que «es posible enfocar las preocupaciones desde una perspectiva emocional más sana para simplificar los problemas».

«¿Te has parado a pensar en todo el tiempo y toda la energía mental que has gastado a lo largo de tu vida cada vez que te has preocupado? ¿Te has parado a pensar si ha sido útil?».

De esta reflexión parte el último libro de la sicóloga donostiarra Laura Vera, “La preocupación inútil”, en el que a través de un lenguaje sencillo y dinámico y ejercicios prácticos se adentra en el ámbito de las preocupaciones «inútiles», aquellas que «únicamente aportan ansiedad y miedo». «Por ejemplo, cuando nos enfrentamos a una entrevista de trabajo. Lógicamente es algo que a priori no sabemos cómo nos va a salir. Esa preocupación inútil empezaría a anticipar amenazas y consecuencias negativas. Nuestra mente empieza a dibujar el peor de los escenarios y, en consecuencia, nuestro cuerpo activa el sistema de alarma», explica a GARA.

¿Cómo salir de ese bucle? «Con técnicas de relajación a diario y anotando aquello que nos preocupa, porque cuando estamos preocupados nuestros pensamientos están entremezclados y la bola se hace cada vez más grande», afirma. Y, sobre todo, «debemos aprender a descifrar las señales que nos envía nuestro propio cuerpo».

¿Qué se entiende por una preocupación inútil?

Es aquella que nos paraliza y nos instala en un bucle que da vueltas, del cual no podemos salir. Una preocupación inútil es aquella que genera ansiedad, miedo y obsesión. Es una preocupación tóxica que nos hace caer en esa trampa mental y es importante saber detectarla para romper ese círculo.

¿Por ejemplo?

Una preocupación inútil es aquella que anticipa amenazas constantemente. Por ejemplo, tenemos una entrevista de trabajo. Lógicamente es algo que a priori no sabemos cómo nos va a salir. Una preocupación inútil empezaría a anticipar amenazas y consecuencias negativas. Nuestra mente empieza a dibujar el peor de los escenarios. Nos hacemos preguntas que, por lo general, empiezan por un ‘… y si me se sale mal, y si doy una mala impresión, y si llego tarde, y si...’. Frente al hipotético escenario que nuestra mente dibuja, nuestro cuerpo activa su sistema de alarma. Todas las preguntas que me voy haciendo y anticipando de manera negativa hacen que empiece a ponerme nerviosa y ese nerviosismo puede llevarme a equivocarme durante la entrevista. Si vamos programados en negativo, nuestra respuesta será mucho menos eficaz. Por contra, una preocupación útil sería aquella que nos mantiene alerta y nos motiva a dar lo mejor de nosotros mismos. Cierto grado de alerta y de ansiedad es bueno porque nos permitirá ser más eficientes; lo otro es pasarnos de rosca. Debemos lograr que el pensamiento trabaje para nosotros y no, en nuestra contra.

¿Por qué se ha centrado únicamente en la preocupación?

Cuando publiqué el libro sobre la memoria –“¿A qué he venido yo aquí? Guía para comprender y mejorar la memoria”–, ya tenía éste en mente y estructurado. El tema me empezó a interesar cuando hace muchos años leí uno de los pocos libros que hay sobre este tema, “Cómo superar las preocupaciones”, de Dale Carnegie. Lo escribió a mediados de los 50. El tema me enganchó. Quería hablar de cómo funciona nuestra mente cuando está preocupada, de cómo podemos gestionar las preocupaciones. Hay tantos aspectos relacionados con la preocupación... Quería darle todo el protagonismo a la preocupación en sí, porque solo suele abarcar un capítulo dentro de temas más amplios.

El diseño de la portada del libro no es gratuito. Ni sus colores. ¿Qué simbolizan?

La preocupación está sobre un fondo rojo, un color que nos puede llevar a sentir ansiedad, miedo y a estar en alerta, mientras que el azul turquesa es un tono más relajado. El pez aparece con una aleta de tiburón pero al mismo tiempo es un pez pequeñito. Muchas veces vemos aletas de tiburón, es decir, problemas, fantasmas, monstruos... donde realmente no hay más que un pececito. No hay tal problema o, al menos, no tal y como lo percibimos.

¿Cómo romper ese círculo de pensamientos negativos?

Cuando entramos en ese círculo, lo que hace la preocupación es intentar que evitemos la situación que nos está generando estrés. Eso es peligroso, porque cuando evitamos hacer algo porque nos preocupa o nos da miedo, a nuestro cerebro le estamos enviando el mensaje de que no somos capaces de afrontar esa situación. Para empezar a romper ese círculo, tenemos que entrar en esa situación.

Una de las primeras cosas que debemos detectar es que estamos entrando en ese bucle de pensamientos. ¿Cómo? La primera pista sería nuestro nivel de ansiedad. Es muy importante aprender a descifrar los mensajes que nos envía nuestro cuerpo, que nos habla a través de la agitación de nuestra respiración, de nuestro ritmo cardíaco, de nuestra presión arterial, del grado de fatiga o irritabilidad que podamos sentir, o de las alteraciones del sueño. Si no hago nada ante esas señales, mi mente va a tomar el mando. ¿Cómo rompemos ese ciclo? Con la práctica de técnicas de relajación a diario, anotando aquello que nos preocupa porque cuando estamos preocupados nuestros pensamientos están entremezclados y la bola se hace cada vez más grande. Para volcar de la cabeza al papel, necesito organizar mis pensamientos y el ejercicio por escrito nos ayuda a pensar con mayor claridad.

¿Nos sentimos más libres escribiendo que verbalizando?

Escribiendo nos expresamos de una manera diferente, porque a la hora de escribir hay una necesidad de organizar los pensamientos, las ideas, algo que no ocurre cuando estamos hablando. Es un proceso de catarsis, de desahogo, de liberación.

¿Y recurrir a los amigos?

Cuando le contamos a alguien lo que nos preocupa, por un lado, nos sentimos escuchados y, por otro, esa otra persona nos puede dar su punto de vista. Eso es muy interesante, porque a veces nos atascamos en un mismo punto y no lo vemos desde otros ángulos. Y a lo mejor puede cambiar nuestra visión del problema y podemos encontrar soluciones que antes no se nos habían ocurrido. En ocasiones, nos quedamos de manera fija en un punto y no abrimos nuestro campo de visión.

Aconseja no chatear ni tener conversaciones trascendentales por la noche porque pueden generar tensión. Sin embargo, la mayoría de las personas se acuestan casi con el móvil en la mano.

Cuando apagamos la luz y en medio del silencio y de la oscuridad de la noche parece que salen todos nuestros demonios y pensamos en todo. Debemos mantener una buena higiene del sueño. Hay unas cuantas normas básicas para lograr un buen descanso: evitar conversaciones delicadas a última hora del día porque con ello nos vamos a activar cuando debemos hacer todo lo contrario, es decir, bajar el pistón y desactivar la mente; no ver imágenes violentas en la tele; buscar una lectura ligera y, por supuesto, nada de móviles, ordenadores o tabletas en la cama. La noche no es el momento para resolver ningún problema, tenemos derecho a concedernos ese descanso.

¿Estamos más necesitados a nivel emocional que la generación de nuestros padres?

Los tiempos han cambiado y ahora afrontamos situaciones que nuestros padres no tenían que afrontar. Hay necesidades porque los niveles de ansiedad han aumentado de forma importante. Solo hay que ver el auge de los libros de autoayuda o el incremento del consumo de pastillas para dormir, antidepresivos...

Con este libro no intento vender la fórmula de la felicidad. Es uno de los mensaje que también quiero trasladar y lo dije en la presentación. Debemos desconfiar de esas fórmulas mágicas que nos dicen que siguiendo cinco o diez pasos acabaremos con el estrés o la ansiedad que podamos tener. No te voy a decir que después de leer este libro la preocupación se va a eliminar al 100% porque no es verdad. Y porque la preocupación como tal debe existir, porque es un mecanismo de nuestra mente para hacer frente a los problemas. Otra cosa es caer en la trampa de la preocupación. Lo que planteo son mecanismos para aprender a gestionarla de otra manera.

¿Por qué en términos generales las personas somos tan reacias a los cambios?

Los cambios, por lo general, asustan y nos aportan inseguridad. Esto está relacionado con el grado de control que podamos experimentar. Cuando estamos en un terreno conocido, estamos en una situación que, podemos decir, controlamos, es lo que se llama nuestra zona de confort. Cuando tenemos que salir de ella y afrontar cambios, entra en juego la incertidumbre. Tenemos que aprender a tolerarla porque va a estar siempre. A menor tolerancia a la incertidumbre, más preocupación. A los niños les enseñamos a atarse el cordón de los zapatos, a lavarse los dientes, a mirar cuándo tienen que cruzar la calle, pero no les enseñamos qué pueden hacer cuando algo les asusta o cuando una situación les genera cierta preocupación.

La tendencia es justamente no dejar espacio a la incertidumbre, a la frustración…

Es cierto, porque hacerlo supone asumir que no podemos tener todo bajo control. La toma de decisiones genera mucha incertidumbre. A veces nos preocupa mucho tener que tomar una decisión: ‘¿Me equivocaré?’ Bueno, cuando tomas una decisión lo haces con todo lo que tú sabes, con la experiencia que tienes. Si te equivocas, tendrás que asumir y aprender del error, y en la medida de lo posible repararlo pero sumarlo a tu experiencia vital para, de cara a un futuro, aprender de ello y no volver a cometerlo.