«En escena me desnudo para compartir sentimientos con el público»
La internacional intérprete portuguesa llega hoy al Teatro Arriaga de Bilbo con su nuevo esquema escénico en formato de trío, tras cumplir en 2019 los 50 años de edad y celebrando tres décadas como cantante. En el repertorio dará una nueva vuelta de tuerca a sus canciones más conocidas y a versiones de grandes de la música, desde Debussy o Joaquín Rodrigo a Amália Rodrigues y Ennio Morricone.

Voz fundamental del renacimiento musical luso en los años noventa, Dulce José da Silva Pontes (Montijo, 1969) acumula treinta años de experiencia escénica en base a una excelsa voz muy personal y unos repertorios que admiten tramos de fado, pero abiertos a todo tipo de músicas del mundo. Regresa a Bilbo en una gira con un nuevo formato de apoyo muy minimal, junto al guitarrista Daniel Casares y el contrabajista Yelsy Heredia.
Durante el pasado 2019 ha celebrado 50 años de edad y 30 de actividad musical. ¿Qué es lo principal que ha aprendido en medio siglo de vida?
Nada, no he aprendido nada de nada (ríe). Bueno, algunas cositas. Sobre todo a desarrollar más mi sensibilidad y enfocarme en mi objetivo central, que es la música. Y ahí entra la vida personal, entra todo. No hay una frontera entre la Dulce José como persona y la Dulce Pontes que sale a escena.
Definió su espectáculo «Peregrinaçao. 30 años de carrera» como «un viaje a lo emocional en tiempos convulsos». Pero siempre se ha vivido en convulsión.
Por eso estamos ahí, porque la música tiene una función muy importante de sensibilidad y de despertar la emoción en las personas. Con la música y con cualquier otra forma de arte.
A propósito de ese disco y gira ha llegado a decir que su camino vital ligado a la música ha sido realmente de peregrinación, ¿casi un ejercicio de espiritualidad?
Ese capítulo está superado en lo musical. Ahora somos un trío multifacetico, con Daniel Casares y Yelsy Heredia, y podemos asomarnos a otras culturas, a otras formas de entender las músicas en conciertos que dan mucho gusto y alegría. En cuanto a lo espiritual, no tengo religión. Creo en Jesús, en Dios como fuerza creativa y María como fuerza de la naturaleza. Tengo una fe mía muy fuerte, pero no encajo en una religión.
Portugal parece precisamente muy santero, muy de procesiones.
Sí, sí, sobre todo en el norte, está lleno de santos. Es que somos muy antiguos… Y es muy curioso porque en el folclore portugués hay determinadas fiestas de santos que son tradiciones paganas antiguas ligadas a la tierra que vienen de los celtas. Tienen, por ejemplo, relación con los lobos y otros aspectos que son muy interesantes como estudio antropológico, musical y sociológico.
Tituló uno de los CDs de su doble disco último como «Nudez». ¿Se siente desnuda cuando sale sola al piano y tiene que llenar ese espacio de emociones?
En escena tengo que desnudarme para compartir sentimientos con el público. Es una relación de amor y me suelo sentir como una personita ante toda esa gente. No suelo saber muy bien cómo empezar porque a veces tengo un tema preparado al piano, pero me sale otro. Depende de cómo me sienta ese día.
¿De dónde saca esa emoción o esa alegría para ofrecérselas a las audiencias?
Yo saco la fuerza comunicativa de lo que compartimos desde el escenario con la gente. Depende también del repertorio que interpretemos, claro. Y de nuestra forma de interpretar, de nuestra sonoridad, que es muy propia. Y también de la libertad que tengamos a la hora de ofrecer esas canciones.
Fuerza a menudo la voz de una manera que parece rasgarse, ¿tiene algún tipo de disciplina o trucos, por ejemplo de respiración, para aguantar esos notables esfuerzos vocales?
Tengo la tensión muy baja y al entrar a escena se me dispara. Así que más que técnicas o trucos lo que tengo es una auténtica necesidad de controlar la pulsación cardiaca y antes de salir a cantar ejercito la respiración alternativa de yoga que me ayuda a tener ese control de las pulsaciones.
¿De ahí esa personal capacidad vocal que a alguna gente le parece hasta excesiva cuando se dispara?
Bueno, allá cada cual si no le gusta. Yo lo respeto, no pasa nada.
Es una gran intérprete en clave de fado, pero lleva toda la vida intentando explicar que no es exactamente una fadista sino algo más.
Ya se sabe, si eres portuguesa, tienes que cantar fado. Pero yo no canto solo fado, canto lo que me da la gana. Si la gente está bien, está a gustito así conmigo, pues adelante.
¿Podríamos hablar de algo así como transfadismo?
(Sonora carcajada). Me encanta la expresión, muy buena. Pero no, no hago transfadismo. Canto muchos temas (canciones tradicionales, composiciones de otros autores o que compongo yo misma al piano…) que no tienen nada que ver con el fado. Nunca he grabado un disco enteramente de fados, que sería un poco aburrido. Me encanta cantarlos, pero nunca he centrado mi carrera en el fado.
Se ha atrevido incluso con el flamenco, el tango, lo mediterráneo…
Tengo que reconocer y agradecer siempre la confianza que adquirí del compositor Ennio Morricone cuando grabamos el disco “Focus”. Él me compuso cinco temas originales para esa obra. Pero la mayoría eran instrumentales con una amplitud y una tesitura que no encajaban tan fácilmente en la voz. Temas de muy distinto carácter y distintos lenguajes. Eso me dio mucha confianza a la hora de abrirme a cantar en otros géneros haciéndolos míos, sin miedo. Es como una necesidad de hacerlo, como cuando tienes hambre…
Ha llegado a decir que Ennio Morricone es para usted como un padre.
Para mí es el último gran compositor vivo. Y sí, siempre ha sido una relación muy cercana, porque mi padre ya no está… Es una persona increíble, con un gran sentido del humor. Ahí está, con más de 90 años… Tuve el honor de participar en su gira de despedida.
Ama interpretar folclore luso tradicional, pero a la vez ¿es una innovadora?
Es que la música que existe es infinita, siempre estamos descubriendo nuevas cosas. Basta con estar atento, sensible, despierto. Estar ahí para luego poder integrar esas influencias y darles tus formas musicales y de cómo interpretarlas, respetando siempre una línea ligada al original. Es algo que me encanta.
Ha actuado con grandes del oficio de muchos países. ¿Cuál es el recuerdo más entrañable de esas colaboraciones?
¡Ay, Cesária Évora…, nos íbamos después a comer cachupa caboverdiana…! Me siento una absoluta privilegiada por haber conocido a tantos cantantes y músicos importantes. Descubrir tantas sorpresas: Joan Manuel Serrat, mi hermanita Estrella Morente… ¡Impresiona lo que su padre Enrique hizo con el flamenco! Y Camarón, de quien interpreto “La leyenda del tiempo” de Lorca. ¡Fascinantes!
Protagonizó, junto a otras mujeres (Teresa Salgueiro de Madredeus, Mísia, Mariza…) la internacionalización de la música portuguesa en la década de los años 90.
Hubo como varias generaciones que se fueron juntando. Después de la gran embajadora Amália Rodrigues el primer grupo que salió fuera de Portugal con fuerza fue Madredeus, con Teresa, que hacían algo así como música portuguesa medieval. Después estuve yo misma, Mísia es de los novena, Mariza es ya del 2000… Se consiguió internacionalizar por fin la canción portuguesa que antes encontraba un mundo exterior muy cerrado.
Pero, exceptuando casos como el eurovisivo Salvador Sobral, ahora parece más difícil escuchar nuevas voces lusas a este lado de la raya.
Sí, yo misma estuve en Eurovisión en 1991 cantando “Lusitana Paixão”; España me dio 10 puntos y quedé en octavo lugar, pero no me gusta nada el festival actual. En Portugal hay mucha gente nueva muy buena en el fado pop, fadistas como tales y en otros géneros. Ricardo Ribeiro es extraordinario. Hay cantantes femeninas pop como Auria, que tiene una voz excepcional. Pero cómo pasa la información, cómo se promociona la música es otra cosa, creo que es un sistema muy basura. Aunque en este tiempo en el que nos ha tocado vivir existan lógicamente cosas más graves que estos problemas nuestros, de músicos. Pero tengo fe en la humanidad.
Tiene relación especial con Euskal Herria: viene a menudo, cantó «Agur jaunak» en Gasteiz en el Día Internacional del Euskara de 2013, colaboró con Kepa Junkera…
Me encantó cantar esa preciosa canción; me invitaron y tuve que aprenderla al piano. Colaboré mucho con Kepa y me entristece su enfermedad. Me hubiera encantado que pudiera estar conmigo este miércoles en el Arriaga. Pero sé que va a salir de esta. Rezo mucho por él, pido a la gente que le quiere que lo recuerde y tengo mucha fe en que poco a poco se va a recuperar. Cierro mis ojos y lo veo tocando otra vez…
¿Sigue viviendo lejos de Lisboa y Estoril, de donde surgió?
Sí, vivo lejos de Lisboa y Montijo, donde nací. Resido cerquita de Braganza, en la región de Trás-os-Montes, en la esquina norte con España. En el campo, pero no en un lugar aislado, con vecinos al lado.
¿Con hijos, huerto y gallinas?
Tengo dos hijos: María, que va a cumplir 11 años, y José, de 18. Pero no tengo mucho tiempo para gallinas, aunque es mi sueño de vida: poder tener un día una casita autosuficiente, fuera del sistema, con mi huerta, mis tomates y todo eso.
El parlamento español se prepara para un gobierno de coalición a la portuguesa…
Mira, mira, te veo venir…, no me hables de política, la odio. No es mi área, me importa un pepino la política. No hay ni un solo político en la faz de la tierra que me guste ni creo en ningún sistema político. Hay que reescribirlo todo pensando en el ser humano y no en el puto dinero porque de eso se trata siempre, de poner la economía en el centro de nuestras vidas. Tiene que haber una transformación que empiece por la gente. No tengo ni idea de cómo se puede hacer, pero no será de izquierda, derecha, centro ni nada de todo eso. Hablemos de la gente, de personas, de lugares, de música, de comidas…, pero ¡nunca de política!

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